La banda catalana Mishima y el músico mallorquín, artífices de dos de los álbumes más destacados del pasado ejercicio, encarnan este sábado en el Loco Club de Valencia un sólido y sugerente doble cartel.
La carrera de Mishima es un fiel reflejo del fruto de la constancia. Cuando actúan en grandes festivales de verano no encabezan sus carteles en caracteres mayestáticos. Pero detentan una amplia base de fans con la que se pueden permitir morar de auditorio en auditorio por los cinco rincones del Estado, gozando de una acogida moderada en cifras pero extraordinariamente sólida en cuanto a la fidelidad que les profesa su parroquia. No es poco para una banda que vehicula sus canciones en catalán y que, además, lo hace desde unos presupuestos que siempre han transitado lejos de cualquier lugar común, con elegancia y mucha clase. Sin necesidad de esbozar estribillos de adherencia inmediata.
Porque aunque David Carabén y los suyos comenzasen su trayecto hace ya más de 15 años (aquel Lipstick Traces, editado en el ya lejano 2000), ha sido durante el último lustro cuando han alcanzado el reconocimiento crítico que sus discos merecen. Repasarlos uno por uno, especialmente desde que Set Tota La Vida (The Rest is Silence/Sinnamon, 2007) les ungió como una de las más poderosas nuevas voces de la cantautoría pop, si se nos permite la expresión, de nuestro entorno, es lo mismo que testificar el crecimiento paulatino de su propuesta. Una concepción del pop plena de sensibilidad, textos que alternan un templado intimismo con un perspicaz sentido del humor y un logradísimo equilibrio entre el peso de la tradición anglosajona y la autóctona.
Cuando parecían haber tocado techo con la edición de L’amor feliç (The Rest is Silence/Warner Music, 2012) y la gira que un año antes les había llevado a llenar el Palau de la Música Catalana, se sacaron de la manga a principios de este año el que muy posiblemente sea su mejor trabajo: L’ànsia que cura (The Rest is Silence/Warner Music, 2014), grabado en los Black Box Studio de Noyant La Gravoyere (Francia) con el productor Peter Deimel, conocido por sus trabajos con Chokebore, Experience, The Kills o Cinerama. El resultado es que su música ha ganado en corporeidad y rotundidad, sin dejarse en el tránsito ni una milésima parte de su inspiración melódica, su capacidad para cincelar cada detalle ni su punzante hondura lírica. Uno de los mejores trabajos gestados en nuestro país durante el año pasado, sin duda. Sus próximas presentaciones son el viernes 16 en Murcia (12 & Medio) y el sábado 17 en Valencia (Loco Club).
Y aunque podría pensarse de él que su presencia obedece a la necesidad de acompañarse de un subalterno de cierto empaque, lo cierto es que el mallorquín Miquel Serra, que es quien oficiará este sábado como telonero de Mishima en el Loco Club, se ha ganado a pulso con su tercer disco que se le considere mucho más que un ilusionante meritorio. Su presencia junto a la banda catalana viene a conformar un estupendo programa doble: un tándem más que suculento, eso que los norteamericanos llaman ticket cuando se trata de presentar en público las excelencias de una pareja electoral. La felicitat dels animals (Foehn, 2014) ha sido otra de las sensaciones del año pasado. Un disco de folk espacial, de psicodelia vaporosa, de sensualidad casi telúrica. Un trabajo en el que la lisergia de Animal Collective, Panda Bear o Pond se filtra a través de un prisma inequívocamente mediterráneo, dando lugar a uno de los alegatos sonoros más prometedoramente genuinos de nuestra escena.
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