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Me gusta tu cara

En Sin miedo, Juan, Lifestyle jueves, 31 de julio de 2014

Juan Solbes

Juan Solbes

PERFIL

Sonreír puede ser el mayor sistema que hayamos inventado para modificar nuestro rostro y hacerlo agradable a los demás. Entrenar para ello supone sonreírle incluso a aquellos a los que jamás lo haría.

Cuentan que Abraham Lincoln estaba buscando gente para formar su consejo de asesores y a una de las personas la rechazó con el argumento de “No me gusta su cara”. Uno de los consejeros exclamó ¡Ese no puede ser el motivo! Nadie es responsable de su cara. Pero Lincoln discrepó. “Cualquiera mayor de 40 años es responsable de su rostro”. ¿Tenía razón Lincoln?

Es como si la forma en la que has vivido, te has relacionado, has trabajado, amado, divertido, jugado, sufrido, preocupado… hubiera ya forjado un rostro hasta la mitad de tu vida que tu biografía se desprenda de la simple observación de una cara.

Rose Rosetree, autora del libro Leer el rostro nos dice que el rostro es como nuestro curriculum vitae y que a partir de los 40 tenemos la cara que nos merecemos. Pero no solo Rose, sino también el psiquiatra Enrique Rojas nos indica que en el rostro reside la esencia de la persona. En la antigüedad ya existía la profesión de leer el rostro y hasta el mismo Pitágoras inició el estudio de la fisiognomía. De hecho, está reconocido que la comunicación no verbal supone el 55% de la comunicación y que la palabra únicamente el 7% … y que hasta los perros estudian la cara de las personas.

¿Cómo tal sabiduría ancestral ha estado escondida para mí durante todos estos años? Es cierto que hay caras que me producen una cierta repulsa y otras un plácido atractivo. Unas que me transmiten una paz y una serenidad que me tranquilizan y otras me inquietan. Aceptar que Lincoln tiene razón supone para mí el reto de poder cambiar lo mecánico por lo natural y lo personal. Si sucede en todos quiere decir que hacemos todos lo mismo… ¡Pues hagámoslo! ¡Cambiemos esas arrugas que denotan nuestro sufrimiento por hendiduras que transmitan alegría y placer! ¡que nuestros ojos sean el mayor indicativo de nuestros sentimientos!

Nuestro cerebro va a seguir arrugando la frente, o bajando los párpados cuando toque, pero ante eso lo que vamos a hacer es sonreír. Si, sonreír. Vamos a sonreír a todo el mundo. Es cierto que nuestro cerebro se va a cabrear, a confundir cuando sienta que no le seguimos. Si entrenamos y entrenamos sonriendo y en especial con esas personas con las que es más desafiante sonreír, todavía confundiremos más a nuestro cerebro y comenzará a cambiar tanto nuestro rostro que únicamente podremos decirnos todos ¡cómo me gusta tu cara!

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