Biggie… así llamaban a este orondo MC que fluía sobre las instrumentales con un gusto y un estilo exquisitos, aunque hablase de la desgracia de ser un producto del gueto de Brooklyn. Esa misma desgracia que se cebó con su repentina y temprana muerte.
Casi dos décadas han pasado ya desde que Christopher Wallace nos abandonase como consecuencia de unos disparos en su coche, cobardes y a bocajarro. Todo apuntó a que se trataba de un ajuste de cuentas por el reciente asesinato de su ex amigo y rapero rival 2Pac. En aquella época, el enfrentamiento entre la Costa Este, encarnada en Biggie, y la Oeste, representada en Shakur y las huestes macarras de Suge Knight, hizo correr ríos de tinta y de sangre.
Este pique se le fue de las manos a aquellos que lo urdieron, porque si bien vendía muchas revistas y, por tanto, muchos discos, acabó por dinamitar las estructuras de una cultura basada desde siempre en la unidad y en la comunidad. Pero por aquel momento dicho concepto era una entelequia, una fantasía del pasado: el gangsta rap campaba a sus anchas y ser un negro macarra vendía. Que se lo digan a 2Pac, que reventó las listas de éxitos con un tema, “Hit’em Up”, en el que decía literalmente que se había beneficiado a la mujer de nuestro protagonista, la otrora cantante Faith Evans.
Todo tuvo un origen basado en el plomo, en esas balas que quisieron acabar con la vida de 2PAc, curiosamente nativo de NYC, lo cual hace más absurda, si cabe, esta guerra. A partir de ahí, el sello discográfico Death Row calentó el ambiente de la mano de su mamporrero dueño, Suge Knight, que de caballero tenía únicamente el apellido. Era una especie de Don King del Rap, ya que se frotaba las manos cuanto más agria y enconada fuese la pelea.
Biggie acabó por perder los nervios ante las provocaciones del hijo de una Pantera Negra. Su madre era profesora de matemáticas, pero conocía a la perfección los códigos de la calle. A pesar de todo, quiso aislarse de todo, pero claro, no se quedó callado, lanzó “Who Shot Ya?” (¿Quién te disparó?) y desde la soleada California se quiso ver como una provocación en toda regla. El resto… dos reyes del Hip Hop abatidos a una edad temprana y con la sensación de ser pérdidas irreparables y absurdas por la manera en la que se produjeron.
El pasado reciente de Biggie, trufado de trapicheos, pobreza, drogas, madre soltera llena de coraje y paternidad temprana (digamos que no deseada) le inspiró para grabar con el apoyo del inefable Puff Daddy algunas de las canciones más emblemáticas del género, elevando a los cielos (nunca mejor dicho) el arte del Storytelling: “Todo fue un sueńo; Yo solía leer la revista Word Up Salt’n’Pepa y Heavy D en la limusina, colgando imágenes en la pared.Todos los sábados Rap Attack, Mr. Magic, Marley Marl”… la puerta de entrada a una vida y una obra efímera pero incomparable e inolvidable.
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