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Cultura

Mark Fisher: otra década de Realismo capitalista

En Hermosos y malditas, Cultura martes, 28 de septiembre de 2021

Jesús García Cívico

Jesús García Cívico

PERFIL

Se ha cumplido una década desde la publicación en Reino Unido de Realismo capitalista, la obra más conocida del crítico cultural británico ya desaparecido Mark Fisher.

A pocos debió extrañar su suicido, el 13 de enero de 2017, pues si hay dos ideas que vertebraron la obra del bloguero de k-punk estas fueron precisamente, la depresión y la pérdida.

Ambas –depresión y pérdida– en su lectura social, política y cultural, suponen el hilo conductor de una de las trilogías más interesantes del pensamiento crítico de los últimos años: Realismo capitalista, Los fantasmas de mi vida (ambos en la editorial argentina Caja Negra) y Lo raro y lo espeluznante, publicada en España por Alpha Decay. Mi interés por rescatar estos tres ensayos (los iremos viendo estas semanas) radica tanto en lo atractivo de su teoría como en la insistente reafirmación de su diagnóstico desolado.

Mark Fisher

«En su lasitud espantosa Cobain parecía dar voz a la depresión colectiva de la generación que había llegado después de la historia». Foto: la maleta de Kurt.

Por «realismo capitalista» Fisher fue más allá del uso paródico como contracara estética del «realismo socialista» para profundir en el análisis de la postmodernidad y referir todo un estado psíquico y cultural que resulta del masivo éxito del slogan expresado en la campaña de Margaret Thatcher: there is no alternative.

El primer énfasis del lema «No hay alternativa» caía sobre la preferencia: el capitalismo neoliberal era, a los ojos de la inquietante política conservadora, el mejor sistema posible. Hoy, mientras el capitalismo enmascara su carácter indiferente y rapaz, ese modelo no se presenta como el mejor, sino como el único posible.  El fin de la historia y la aparente victoria del capitalismo suponen toda una pérdida, no solo de los referentes de la izquierda sino de un marco temporal de sentido: sin historia no hay futuro, pero sin futuro el pasado adquiere un significado nostálgico, adhesivo y nebuloso.

Al capitalismo se le debe atacar no tanto o no solo por el dolor que produce (siempre habrá utilitaristas sin escrúpulos o sádicos con ropajes éticos –de la ética de los negocios) sino por las incoherencias que desarrolla.

A lo largo de los últimos 30 años, como parte de su proceso de «naturalización» (su invisibilización en tanto que ideología), el «realismo capitalista» con su política desreguladora y su énfasis en la responsabilidad individual habría instalado con éxito una «ontología de los negocios» en la que simplemente es obvio que todo en la sociedad debe administrase como una empresa a pesar de todas las contradicciones ideológicas (¡el salvamento de la banca con dinero público!) y los problemas de estrés, irritabilidad, hiperconexión y frustración que suele llevar aparejados.

Mark Fisher

La reflexión de Fisher tan cercana a mi modelo preferido de crítica cultural (intelectual pero no académica, popular pero no populista) bebía de fuentes de una vigencia renovada, desde el Anti Edipo de Deleuze y Guattari (y el Post-scriptum sobre las sociedades de control de Delueze) al aceleracionismo de Nick Land; desde Fredric Jameson al mejor pensamiento de la izquierda británica. Pero el gran atractivo de la crítica de Fisher a ese escenario que encuentra múltiples expresiones en las ficciones cinematográficas o en la «retromanía» (en línea con el crítico musical Simon Reynolds) es su relación con un estado de depresión anímica que no tiene origen en patologías individuales sino en la estructura social y política que resulta de lo que Franco Berardi, «Bifo», ya había planteado como lenta cancelación del futuro. Si la nostalgia y la paralización de lo nuevo caracterizan las expresiones musicales de la cultura popular, al mirar Children of Men, inevitablemente recordamos la frase atribuida tanto a Fredric Jameson como a Slavoj Žižek, Es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo.

Mark Fisher

Al capitalismo se le debe atacar no tanto o no solo por el dolor que produce (siempre habrá utilitaristas sin escrúpulos o sádicos con ropajes éticos –de la ética de los negocios) sino por las incoherencias que desarrolla, por eso destaco de Realismo capitalista junto a las implicaciones del trabajo en el postfordismo en la salud mental, la crítica al contenido repetitivo, parasitario y conformista de la crítica literaria paralela a las suicidas y extendidas diatribas contra el intelectualismo, el lúcido análisis del call center anticipado en las páginas de El castillo de Kafka, el nuevo hedonismo, las líneas sobre la «Supernnany marxista», la burocracia capitalista, el «estalinismo de mercado» (la primacía de la evaluación/ auditoría de los símbolos del desempeño sobre el desempeño real» en la empresa neoliberal) y en relación con esto último su énfasis –tan cercano a muchas de nuestras propias preocupaciones– en los efectos sobre la educación y en particular en sobre una Universidad mercantilizada, donde los ubicuos sistemas de autoevaluación y control (del tipo ANECA) empujan al profesorado a una suerte de cinismo sobre la representación simbólica de su rendimiento (no creemos en lo que hacemos) cuando no a ese trastorno bipolar como expresión privilegiada de la enfermedad que caracteriza el propio interior del capitalismo.

Mark Fisher

Mark E. Smith

La progresiva desmantelación del Estado social y el Welfare State (en complicidad con gran parte del neolaboralismo británico), la consecuente desintegración de lazos comunitarios por parte del postfordismo neoliberal o la capacidad de resistencia del capitalismo invisibilizado en tanto que ideología –ayer frente a la crisis financiera de 2008, hoy frente a la pandemia de Covid 19– encuentra su expresión superestructural en un dominio de la música caracterizado por la nostalgia y la obsesión por el pasado, por ello, en coherencia con los presupuestos fundamentales del Realismo capitalista, Fisher analizará en Los fantasmas de mi vida, el impacto del fin del futuro (y consecuentemente de la pérdida del pasado como referente dinámico) en la marcha de la angustia cultural, en la hantulogía de Jacques Derrida (Espectros de Marx), en  la nostalgia o en el sonido de grupos fundamentales como The Fall o Joy Division, pero eso lo veremos en la próxima entrega de este blog.

Hermosos: blogs del universo k-punk.

Malditas: llamadas de los call centers a la hora de la siesta, Kafka, again.

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