Frank Sinatra habría pasado ya de los cien años, pero no le hizo falta tanto para una vida intensa, llena de juergas, idilios y amistades peligrosas. Nadie pudo condenarle más que por su canalla vida, pero ésta fue precisamente la que le hizo irrepetible.
La Voz alcanzó una celebridad sin parangón y lo hizo partiendo de uno de los barrios italianos más peligrosos de New Jersey. Más tarde, esos juegos con el micrófono, esos fraseos inolvidables y ese porte de gentleman le hicieron imprescindible en la Norteamérica más conservadora. Aunque él siempre se definió como activista social, su estatus hizo que con el paso de las décadas se codease con políticos tan agrestes como Reagan, a quien apoyó desde sus tiempos de gobernador.
En el camino, tuvo algún que otro bache de popularidad propiciado por su más que discutible vida personal. Mientras daba una imagen de marido perfecto, su entrepierna decía lo contrario y perseguía las faldas más cotizadas, antes (o durante) ya había tenido tres hijos con su primera esposa Nancy. Y es que aquí, el amigo Frank era caprichoso hasta decir basta. Se embelesó con Lana Turner, tras verla en una de sus películas y le importó bien poco que estuviese enamorada de otro. Cuando se cansó de ésta, su siguiente víctima fue la mujer de Mickey Rooney, la eterna Ava Gardner, a quien sedujo con etilismos varios, unidos a esa voz que seducía todo lo que se le ponía por delante y a esos ojos claros que siempre mentían. ¿Resultado? Pasión a raudales, riñas en público, egos enfrentados y divorcio unos años después…
Luego llegaría Grace Kelly, a quien intentó besar sin pensárselo dos veces en una cena íntima en Los Angeles, gesto indecoroso que le sepultó con esta otrora princesa de Mónaco. Y, por supuesto, una ya ida Marilyn, que contaba sus penas a Frank y éste la escuchaba mientras tenía que aguantar estoicamente que la ambición rubia se pasease en pelotas por la casa. Claro, terminó pasando lo que tenía que pasar.
Nadie podía atar en corto a este galán que triunfaba en la música, en el cine y en la alcoba. Kim Novak, Lauren Bacall e incluso la mujer de uno de los hermanos Marx. Estaba claro que para Frank ninguna mujer tenía dueño. Curiosamente, su última mujer, Barbara, fue apodada por los Sinatra como Cazafortunas. Mal que les pese fue su última esposa e igual la que consintió sus arrebatos de papuchi, aún con cataratas, achaques y la piel arrugada como ese periódico que le acusaba de tener relación estrecha con la Mafia. Pero esa es otra historia…
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