…Y no hablamos de su lencería, que está más que vista en sus años venideros. Hablamos de una película de la que no quiere oír ni hablar. Aquí se llamó Un cierto sacrificio, llegó al mercado de VHS e intentó comprar su “secuestro” por unos ridículos 5.000 dólares.
Esta MILF de 57 años lo es todo en el pop y con el tiempo se ha convertido en Madonna, S.L., tras haber coqueteado con todos los estilos en boga en cada momento, haciéndose rodear de lo más granado de la producción musical mainstream, siempre con óptimos resultados. La Ciccone se ponía un sombrero y el mundo se giraba para diseñarlo y emularlo. Pasó tiempo sin superar su desastrosa vida emocional y soportando tener que ser Madonna 24 horas al día.
Pero antes de que llegase toda esa purpurina cara, esas coreografías vigiladas hasta el paroxismo y esos hitos en la música, a lo largo y ancho del planeta, Madonna era una muchacha de origen italiano que se intentaba abrir paso en la competida Gran Manzana.
Aquí la manzana prohibida se la hizo probar en 1979 un director apellidado Lewicki que con esta ¿película? pudo retirarse y no hacer ninguna otra, al menos que nosotros sepamos. Y a Dios gracias, porque se trata de un film pretencioso en su concepto, grabado con dos duros y en Súper 8. Lo único Súper de la película junto a los senos de Madonna, mostrados como plato fuerte de esta pieza Underground: actores improvisando, un lenguaje soez y una trama tan absurda como insostenible.
La película fue visionada en privado por Madonna y ella no sólo le ofreció unos míseros 5.000 dólares para retirarla de circulación sino que le mandó al carajo al ver que éste quería más. Al fin y al cabo, el tal Lewicki estaba en su derecho porque ya había pagado los 100 euros de marras a La Ambición Rubia.
Aquí, en España, su VHS estaba siempre en las estanterías a las que no llegábamos, con reclamos como que era La película porno de la diva. Nada que ver, un desnudo de cintura para arriba y una campaña rimbombante de marketing de la que, ¿cómo no?, se hizo eco la inefable Super Pop, con todos sus fastos.
El pretendido vanguardismo de la cinta y su escenario urbanita, el grano de la imagen y sus diálogos pueriles casi convierten en porno todo lo que estamos viendo sin necesidad de explicitud genital. ¡Y la música! Un machacón “Raymond must die tonight” suena mientras un violador es ejecutado. Perdonen el spoiler, pero creo que nadie sobrio querrá ver este material del que Madonna reniega. Aunque también tenga con Sean Penn Shangai Surprise o Dick Tracy con Warren Beatty y nadie diga nada para retirarlas de la circulación.
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