Me he dado cuenta de cómo llega a afectar a mi carácter y a mi manera de comportarme sufrir las molestias que me ocasiona la espera repetida, siempre a las mismas personas.
Llevo unos meses conviviendo con cierta persona que me provoca algunos problemas que atacan mi línea de flotación emocional. De todos ellos, hay uno que sobrepasa mi control y también, mi comprensión. Siempre que quedamos llega tarde, pero no esos cinco minutos de rigor, ni siquiera los diez de cortesía, Sara llega, por lo menos, más de media hora tarde de la hora en la que hemos quedado.
Al principio no entendía muy bien su comportamiento pero sus excusas eran tan creíbles y razonables que comprendí que existen sucesos inesperados, ajenos a nuestra voluntad, que actúan de manera impredecible en nuestras vidas y nos obligan a cambiar los planes que realizamos de manera concienzuda.
En la actualidad, ya no quedo con Sara y he decidido, para mantener una vida saludable, dejar de relacionarme con un ser que no es capaz de cumplir un mínimo compromiso horario con otro ser humano. ¡Y eso no me gusta nada!
Como pasaba tanto tiempo esperando, creía que su concepto de tiempo no tenía nada que ver con el del resto de la humanidad y que subestimaba el tiempo que necesitaba para realizar ciertas tareas enredándose entre el pelo y las horas. Después de soportar las molestias que me ocasionaba la espera, llegué a pensar que Sara necesitaba sentirse importante y protagonista en cada encuentro y los momentos posteriores.
De hecho, me doy cuenta de que mi carácter cambia tremendamente por tener que sufrir un día tras otro la impuntualidad de las personas con las que quedo a una determinada hora. Seguramente, Sara no estudió a Shakespeare cuando dijo que mejor tres horas temprano que un minuto tarde… y yo estudié demasiado la lección en la que había que respetar los acuerdos con otros seres humanos.
Los científicos, ni cortos ni perezosos, han resuelto mis problemas de comprensión con una teoría denominada la falacia de la planificación, en la cual tratan de explicar que los impuntuales tienen problemas de cuantificar el tiempo que tardan en realizar ciertas tareas, las cuales siempre les ocupan mucho más tiempo de lo que ellos consideran.
Con la cantidad de herramientas que la técnica nos ofrece para solucionar este problema de planificación, según ciertos científicos, estadounidenses por cierto, a estas personas no les funciona ninguna de ellas para no hacer esperar a sus congéneres y siguen con sus hábitos y descontrol temporal.
Es una pena, pero sólo he encontrado esta manera de respetar a Sara, no quedar con ella a ninguna hora y si nos encontramos y podemos tomar una cerveza juntos o dar un paseo será un regalo para ambos. ¡Cómo me gustaría ayudar a los científicos a solucionar un problema que afecta a tantos seres humanos!
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