El 77º Festival de Cannes nos ha deparado una maravillosa versión restaurada de Les années déclic, de Raymond Depardon, que ha proyectado en su sección Cannes Classics —este mismo año, la editorial francesa Seuil ha publicado un libro con el mismo título en el que el fotógrafo colabora con el periodista y crítico de cine Gérard Lefort. Con una sala a rebosar, el fotógrafo y director de cine, acompañado de su esposa y colaboradora, Claudine Nougaret, presentó la película que había sido realizada en 1984, con una espléndida fotografía en blanco y negro de Pascal Lebègue y montaje de Roger Ikhlef y Camille Mestre-Mel. El legendario artista, ganador de un Pulitzer y cofundador de la agencia Gamma, narra en la película su juventud y su iniciación en la fotografía, así como su experiencia como paparazzo y como cronista comprometido con su época. Destacan los primeros planos donde mira a la cámara mientras comenta foto tras foto, como si tratara del álbum de su propia vida, toda su trayectoria, el origen de su vocación, sus primeros pasos como jovencísimo freelancer en París, hasta sus aventuras más arriesgadas. Depardon reflexiona sobre sus orígenes, pero también sobre el oficio que escogió, en la exégesis de sus instantáneas y retratos, una disertación que espontáneamente se prolongó al final de la proyección, cuando el público puesto en pie no dejaba de aplaudir. Entonces, sin micro y todavía de pie ante su butaca, desde la que había contemplado con nosotros el filme, se dirigió a los espectadores que bebían sus palabras con algo parecido a la devoción. Sin ser aleccionador, con humildad, se refirió a las satisfacciones que le había proporcionado una profesión a la que se entregó sin vacilaciones desde el primer día. Así mismo, y significativamente, defendió el oficio de paparazzo, que ejercido con ética igualó a cualquier otra crónica considerada con mayor respetabilidad.
Les années déclic es un testimonio extraído de sus propios archivos, entre los años 1957 y 1977, donde, bajo la forma de un autorretrato cinematográfico, nos revela un documento singular e ilustrativo de los dos decenios que transformaron radicalmente a la sociedad francesa. ¿Qué pasaba por mi cabeza? No sé qué pasaba por mi cabeza. Quería ser fotógrafo… o cazador de imágenes. Esta tarjeta data de 1957…, su voz monocorde comenta en off, y el espectador ve desfilar fotos, documentos, extractos de película… Y de nuevo ese primerísimo plano en el que nos interpela. Narrador y protagonista, consigue una cercanía, que después de la proyección comprobaríamos genuina, como nos había sucedido a algunos en otras de sus presentaciones y conferencias en el pasado. La humildad de un artista que parece susurrarnos, sin aspavientos ni gestos grandilocuentes ni estudiados, con la única fuerza de su rostro en blanco y negro y los ojos de mirada penetrante, que tanto sirven para seducirnos como para inmortalizar instantes, no duda en hablar de sus tropiezos ni de reconocer la inmensa suerte que el azar ha puesto en su camino desde sus comienzos.
Nacido y criado en una granja de Villefranche-sur-Saône, no permitió que su destino se interpusiera en su vocación, por lo que partió muy joven a París, donde se convertiría en uno de los más reputados fotógrafos y reporteros gráficos de la edad de oro del género. Veinte años que fueron capitales para la Historia, de transformaciones inauditas, que su cámara captó sin perseguirlas, como escribió Gérard Lefort: era más un espigador que un depredador. Ahí radica uno de los valores singulares de su trabajo, fruto de una mirada comparable a la de Agnès Varda, capaces ambos de captar el instante pregnante, con la sencillez de quien posee la habilidad innata de hallar oro entre el cieno, de destacar el significado en un torbellino de significante. Volvemos a Lefort para citar una impagable definición del estilo que convirtió a Raymond Depardon en un príncipe entre sus pares: Detrás de una cámara, ya sea fotográfica o cinematográfica, como suele decirse, nunca pierde una migaja, sino que siempre recoge esas migajas —situaciones, paisajes, cuerpos, rostros— para transformarlas en una visión del mundo que, como una ‘table d’hôte’, sólo espera ser compartida.
Les années déclic fue presentada por Films du Losange. La restauración en 4K se realizó bajo la supervisión de Claudine Nougaret y Raymond Depardon en el laboratorio TransPerfect Media a partir de negativo de imagen y de negativos magnéticos y sonoros de 35 mm.
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