Las hijas del califato (Rabia, 2014) es la opera prima de la directora Mareike Engelhardt (coescritora de la serie Parlement junto a Noé Debré), un thriller político y a la vez intimista, basado en una historia real que explora los oscuros rincones del fanatismo extremista que ha asolado el mundo árabe. Proyectada en el Festival de Cine Francófono de Angulema y en el Festival War on Screen (el único festival de cine dedicado en su totalidad a reflexionar sobre los conflictos de guerra y sus consecuencias), la película escrita por la directora junto a Samuel Doux (Arthur Rambo, Laurent Cantet, 2021) obtuvo el Premio Ornano-Valenti en Deauville. Tras estudiar literatura comparada, historia del arte y psicología, Engelhardt se formó en danza contemporánea y descubrió el cine como ayudante de dirección trabajando con Katell Quillévéré, Patricia Mazuy, Roman Polanski y Volker Schlöndorff.
La historia de Las hijas del califato está basada en los hechos reales y aterradores que conoció Engelhardt personalmente en un encuentro con una joven que regresó de Siria, tras haber pasado varios meses con el Estado islámico. En palabras de la directora: El punto de partida de mi película es lo incomprensible. Organicé esta reunión para tratar de entender cómo una joven que vive en una sociedad en la que tiene gran libertad elige una ideología asesina que la priva de todo. Me habló de su visión del mundo, basada en el odio y la exclusión, la venganza y el miedo. La directora siguió viendo a Sonia, así como a otras mujeres de diferentes nacionalidades y clases sociales, tejiendo así la base de su guion. Como declara Engelhardt, estas jóvenes tratan de compensar sus carencias emocionales adhiriéndose a un sistema que les da un marco de vida que es tranquilizador en su rigor, pero sobre todo un valor real como individuo. Más que religiosas o políticas, sus motivaciones son psicológicas. Es aquí, donde comienza el proceso de radicalización, y es ahí donde tiene lugar mi película.
Será tras asistir a las audiciencias de los juicios de estas jóvenes radicalizadas, ante el Tribunal de París, cuando la directora vio claro el vínculo con la historia que iba a narrar y que reflexiona sobre cuestiones como por qué se pasa la gente al bando equivocado, cómo se dejan absorber por un sistema que les despoja de la humanidad y la gran pregunta: ¿por qué se quedan allí?
La marroquí Faitha Mejjati (alias Oum Adam) gobernó con mano de hierro varios hogares de mujeres durante el reinado del Estado islámico en Raqa (Siria). Las jóvenes europeas, seducidas por el mensaje de amor y libertad, vuelan a encontrarse con sus futuros maridos, combatientes que a sus ojos representan el heroísmo de la liberación, para encontrar una realidad terrible y aniquiladora. Este thriller feminista revela un aspecto menos conocido del conflicto, el interior de estas casas para mujeres destinadas a convertirse en esposas combatientes del Daesh. El reparto de la película, encabezado por la actriz Lubna Azabal (El caftán azul, Maryam Touzani, 2022) se completa con los jóvenes Megan Northam (Los pasajeros de la noche, Mikhaël Hers, 2022) Natacha Krief, Lena Lauzemis (Deutschland 89), Christine Gautier y Andranic Manet.
Las imágenes de la guerra y la violencia en Oriente Medio, el terror impuesto por el Daesh, las calles de Raqa, nos resultan dolorosamente familiares, pero es importante mostrar también el lugar de las mujeres en esa organización. El sometimiento sistemático tiene su expresión máxima en las “madafas”, esas casas donde se encerraba a solteras o viudas a la espera de casarse. Virginidad, maternidad son temas con valores que enfrentan a Oriente y Occidente, y en estos lugares, regentados por mujeres, se encontraban en una amalgama de prisión, secta, burdel y albergue juvenil. Para la directora era inevitable la asociación mental con los “lebensborn”, las infaustas guarderías nazis que se utilizaban para procrear la raza.
En el encuentro con las jóvenes ex internas de las “madafas”, resultó sorprendente para Engelhardt que no se consideraran en absoluto víctimas, aunque esa fuera la base de su defensa judicial. Por ello, la directora se esforzó en demostrar que ellas podían ser también tan culpables como los hombres: Creo que es importante crear personajes femeninos más ambiguos y complejos, algo que sigo echando en falta en el panorama cinematográfico.
La historia que describe en Las hijas del califato resuena de un modo particular en Mareike Engelhardt, ya que Sonia tenía 17 años cuando se radicalizó, la misma edad que sus abuelos cuando se unieron a las filas de la Hitlerjugend y luego a las SS, cegados por una ideología basada en sistemas de pensamiento similares a los de organizaciones terroristas como el Estado Islámico. La directora manifestó pertenecer a la última generación que conoció a quienes participaron en uno de los peores crímenes de la humanidad. Su historia es el omnipresente fuera de campo de la historia de su familia, enterrada bajo su vergüenza y, como ella confiesa, cuidadosamente ocultada por sus padres para «perdonarla». Sin embargo, el resultado fue el contrario, ya que la sombra la persiguió desde entonces y el cuestionamiento de la fascinacion del mal se convirtió, según ella misma, en el hilo conductor de su obra.
Terrorífica, demasiado próxima geográficamente a la vez que lejana ideológicamente, la película de Engelhardt nos conmueve a través del relato personal, del drama de la juventud mancillada por la manipulación ideológica a través de la debilidad emocional (busca que le falta y se lo proporcionas) sin que la realización pierda su potencia documental.
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