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Cultura

La tierna agudeza de Brie Larson y la insensata búsqueda de la belleza en el arte

En Hermosos y malditas, Cultura miércoles, 30 de marzo de 2016

Jesús García Cívico

Jesús García Cívico

PERFIL

Buscar la belleza en el arte contemporáneo cae del lado de lo ridículo, sería mejor perseguirla en el mundo de la vida ¿Y qué hace Brie Larson en plan sexy en la parada del autobús?

Tengo pocas convicciones inamovibles pero una de ellas es que los usuarios del arte abusan constantemente de la idea de belleza. Por ejemplo, cuando alguien se empeña en decir que encuentran bellos los cuadros de Bacon, de Goya o de Munch enseguida pienso que ese tipo es un tontainas de campeonato del que me separa un abismo de incomprensión y recelo.

 Rachel Whiteread, House

Rachel Whiteread, House

Que ni Goya, ni Bacon ni Munch buscaron en sus pinturas la belleza (o que no la buscaron en todas sus obras) es algo que cae por su propio peso, pero lo que a mí siempre me ha separado del tipo de personas raras que van por ahí encontrando todo bello es que ese afán de apreciar (y de buscar) en cualquier cosa la belleza no es tanto la expresión de una impropiedad léxica sino una forma de desgana general ante la vida.

Goya. Guerra

La desazón, la melancolía, la desorientación, el vértigo, el horror, son todas ellas, según lo veo, experiencias humanas, sentimientos, e impresiones que atañen a esa parte supuestamente existente de nosotros que llamamos corazón y que el artista podría estar interesado, como de hecho lo está, en expresar. A la vez, al otro lado del artista, somos muchos los que notamos emocionarse nuestra imaginación con una obra que haya captado artísticamente la extrañeza, el estupor por el paso del tiempo, la estupidez del mundo o su fealdad.

Hay fotografías como hay esculturas, películas, performances… que no son bellas sino angustiosas, ingeniosas, inquietantes, sugestivas o simplemente inteligentes: pienso en las imágenes en movimiento de David Lynch o Michael Haneke (cuando no cae éste en el gore más cansino), en Duchamp, en Giacometti, en Zarina Bhimji.

El Guernica no es una obra bella, es una denuncia genial.

El Guernica no es una obra bella, es una denuncia genial.

Hoy, la mayoría de obras de arte interesantes (obras que producen emociones intensas, obras que abren nuestra imaginación) no tienen nada que ver ya con la belleza.

A su vez, la pesadumbre, la contradicción, la inteligencia, el desamparo son sentimientos y disposiciones del ánimo muy interesantes, atributos existenciales de lo que aún no conocemos casi nada y que tanto los novelistas como los artistas saben expresar mejor que todos los abogados, los psicólogos y los tertulianos del mundo.

Sí, de la belleza se abusa mucho en el campo de los juicios estéticos, pero también en la marcha que está tomando el progreso de la vida humana en el planeta. La belleza hoy es, sobre todo, envoltorio de la nada. Me acordé de esa convicción inamovible mientras esperaba el autobús junto a un anuncio de colonia de Brie Larson muy destapadilla. Larson es la actriz que este año ganó el Oscar por Room, la emocionante película de Lenny Abrahamson. ¡¿Pero qué?! Nunca hubiera pensado que podrían presentar a Larson como una imagen sexual (o sensual) de la belleza. Y menos para vender perfumes, pues Larson en las películas siempre parece sudada de tanto luchar y cavilar.

 Enrico David, Absuction Cardigan

Enrico David, Absuction Cardigan

Yo conocía a Brie Larson mucho antes de que le dieran el Oscar por Room. Y entre todo lo que me resultaba atractivo de Brie, no estaba, ni de lejos, la belleza. Me atraía de esta muchacha de talento irrebatible su encanto ligado a la integridad, su simpatía afín a su personalidad y, en primer lugar, su facilidad con la agudeza. Esta chica lo arreglaba todo en Las vidas de Grace (Destin Cretton, 2013). En las películas sobre profesores de literatura que he visto, estos siempre andan al borde del alcoholismo, las drogas o el asesinato. Normal. En la improbable historia de El jugador (no la novelita de Dostoievski sino la tontería de The Gambler), la súbita aparición de Larson mirando al sesgo justificaba todo el desaguisado.

Brie Larson, The Gambler

Brie Larson, The Gambler

¿Era suficientemente bella Katherine Hepburn? Pregunta idiota. ¿Lo necesitaba? ¿No cabe justificar su indudable atractivo en la capacidad para la réplica, en su vivacidad, en su ingenio? Hoy los periodistas sienten necesidad de decirnos si tal actriz o tenista es atractiva. Si donde dice atractiva leyéramos estar buena sólo aguantarían todo esto los amigos del ex ministro Cañete.

Ah, la belleza. «Lo bello como necesidad de la obra de arte es algo más bien tardío, escribe Félix de Azúa en su Diccionario de las Artes– la primera teoría convincentemente asentada que pone en relación de necesidad lo bello y el arte es la estética de Kant en su Crítica del juicio: lo bello como necesidad sine qua non del objeto artístico por obra del razonamiento». Lo bello como fuente del placer. ¿Todo placer es artístico o bello? No, añadía Kant, sólo el placer desinteresado, «el placer de comer o copular no son artísticos porque suponen la satisfacción de un deseo». Observar con placer y desinterés un terremoto (un volcán, un acantilado en la tormenta, etc.) tampoco es señal de belleza (es algo sublime, categoría central en la estética del XVIII). Lo bello, decía el filósofo, ha de ser agradable y sereno. Pero, ¿y si ante un objeto no experimento ese placer significa que es feo y no bello? «No, puede que sea cuestión de tu sensibilidad (me diría Kant) porque la sensibilidad se educa».

Zarina Bhimji

Zarina Bhimji

La sensibilidad se educa sí… pero a mí tampoco me acaba su explicación.

Lo bello, escribió Hegel por su parte, se da en un momento histórico de las artes: en Grecia, cuna de la proporción y armonía. Ni antes, ni después. A mí, que no me gustan nada los pueblos, y que en la historia solo veo la afonía de las voces rotas por la historia, sólo me gustan los jirones contados por W. G. Sebald.

El otro día estaba con mi mujer en la librería Viridiana cuando nos encontramos a un matrimonio americano muy amigo. Miguel y Linda (cambio sus nombres para proteger la amistad) venían de Corpus Christi, Texas a pasar la fallas en Valencia (quizás las encontraban bellas) y como hacía años que no nos veíamos, ni siquiera por Facebook, nos sorprendió encontrarlos tan abatidos y cansados. Enseguida nos explicaron la razón: habían tenido de golpe tres niños que ahora tenían, qué casualidad, tres años los tres. «Unos niños muy buscados –añadieron». Bueno, el caso es que los tres niños eran repugnantes desde cualquier consideración estética pero nosotros como no sabíamos muy bien qué decir les dijimos que nos parecían muy guapos.

¡Estamos cayendo! – nos dijimos mi mujer y yo mirándonos los ojos.

Sean Scully

Sean Scully

Ian Curtis, el cantante de Joy Division no quería hacer canciones bellas (como las armonías de XTC o Prefab Sprout) sino transmitir a través de la música sentimientos de agobio y preocupación irresoluble. A mí, Joy Division me encantan como la inteligencia de Larson: inteligencia suspendida sobre nuestra cabeza como un águila inmóvil que corregirá con ternura crítica lo que vamos a decir. No necesita nada más.

Ian Curtis

Ian Curtis

Uno de los libros que tratan mejor estas cuestiones es El abuso de la belleza, en él he podido leer, sabiamente expresadas, muchas intuiciones toscas que había tenido yo. Su autor, Arthur C. Danto (Michigan, 1924) parte de una obviedad: para una obra de arte contemporáneo la belleza es una especie de delito estético. No es que deba ser, sino que de hecho ocurre así. Danto intenta explicar, desde el punto de vista de la historia del arte, por qué se fue la belleza y por qué jamás regresó; por qué es una opción y no una obligación para el artista hacer un objeto bello.

Danto sugiere que la opción de hacer algo bello es sólo la indicada cuando eso contribuya al significado de la obra. La belleza es un valor imprescindible de la vida, es tan importante como la verdad y la justicia. Pero no es tan importante en el arte.

Los dadaístas (Zúrich, 1915) artistas originales y profundos rechazaron la idea de belleza por no someter su trabajo al gusto de una clase dominante que había llevado a la terrible y traumática carnicería de la Primera Guerra Mundial. Sus obras expresaban revulsión e indignación. Justo cómo muchos nos sentimos hoy al poner el telediario.

Estos días he estado durmiendo en un hospital cuidando a un ser querido, por la noche alrededor de este edificio feo la gente se droga y se pelea, gente que no encaja nada en el estereotipo de la belleza, gente pobre, gente devastada por la crisis y por la brutalidad de esta tierra sin alma, menudo paisaje de mierda si alguien se atreviera a dibujarlo bien, pensé. Asomado a la ventana vi un gato misterioso que parecía ver las cosas como yo. Un segundo de esperanza me bastó para pensar que esa noche, al fin, iba a dormir bien. Al poco, me sobresalté, en mi duermevela todos los enfermos buscaban a codazos pavas por el suelo. Seguramente no falte quien encuentre bello eso también.

Short Term 12 (Destin Daniel Cretton, 2013)

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