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«La juventud» no brilla

En Cine y Series 22 enero, 2016

Eva Peydró

Eva Peydró

PERFIL

Youth, de Paolo Sorrentino, llega a las pantallas con el eco todavía audible de las reacciones a su filme anterior, La gran belleza, que polarizó las reacciones de crítica y público sobre la historia protagonizada por el icónico Jep Gambardella. Este hecho es uno de los puntos en contacto entre ambas películas y, por mi parte, debo reconocer que he cambiado de polo. La decepción ante La juventud, ha sido absoluta, el filme no ha estado a la altura y el talento tan plástico de su director se ha reducido a una serie de imágenes de esteticismo manierista, ausente la trabajada carga simbólica y el conceptualismo alabados anteriormente, a cambio de un decadente adocenamiento, que sustituye la provocación por la compasión.

El atractivo reparto de Youth (y tomen nota del sonrojante papel interpretado en pretendida autoparodia por Jane Fonda), en el que dos octagenarios artistas, músico y cineasta, Michael Caine y Harvey Keitel, amigos desde la juventud, coinciden en un balneario suizo, hacía esperar al menos fuegos artificiales. Sin embargo, el encuentro nos deja pendientes de esa gran escena, propuesta o diálogo que nunca llega. La pareja protagonista cumple gracias a su indiscutible nivel y, en el caso de Caine, a la expresión de una mirada acuosa que muestra comprensión, arrepentimiento, nostalgia, perdón y compasión en el mismo gesto, pero nos privan de ese mano a mano en el que hubieran brillado y firmado un gran papel, si alguien se lo hubiera escrito.

Youth (Paolo Sorrentino, 2015)

Los diálogos tan previsibles (bochornoso el de padre/Caine-hija/Rachel Weisz), pasando por todos los tópicos del envejecimiento: la salud, el sexo, el repaso a los arrepentimientos y los fiascos familiares, el éxito profesional, que jamás asegura nuevos triunfos, así como las últimas oportunidades… no falta de nada en Youth.Bueno, sí, la originalidad de hacernos olvidar que ese tema lo hemos visto mil veces. Y nos viene a la cabeza Nani Moretti, que declaró a propósito de Mia Madreque lo que le interesa no es contar una película original, sino contarla de otra manera.

Los personajes secundarios, y abundantes, ya querrían incorporarse a la acción con la fresca sensación que causan los de Wes Anderson, pero los de Sorrentino parece que estén a punto de venderte un coche o un contrato de telefonía móvil. Por otra parte, la elección de un balneario para plasmar un impasse en las vidas de quienes dedican un retiro a la introspección ha sido tan presente en el cine y la literatura y en novelas adaptadas al cine, que cualquier creador con la suficiente humildad se añadiría a la lista únicamente con algo nuevo que aportar o referenciar. Si La gran belleza presentaba La dolce vita del siglo XXI no podemos decir lo mismo de Youth y Ocho y medio. Sorrentino no está a la altura y lo lamentamos.

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