Es incomprensible el amor de Lena Dunham por el amarillo, las cinturas altas, los volúmenes excesivos y los palabra de honor. Siempre elige el color menos propicio, la silueta menos favorecedora, las proporciones menos indicadas. ¿Por qué?
Lena Dunham tiene talento. Y lo sabes, como diría Julio Iglesias, meme mediante. Es indiscutible que esta chica ha logrado lo que pocos creativos del mundo audiovisual consiguen a los veintipocos años: éxito, premios, contratos millonarios… Y un futuro prometedor. Girls fue la serie que la catapultó como actriz y guionista y, a la vez, la convirtió en relativo icono para una determinada corriente del feminismo más mainstream.
No pretendo analizar el calado de su discurso, me limito a repetir lo que muchas otras veces se ha dicho sobre ella y su ficción: Girls tomó oportunamente el testigo de Sexo en Nueva York y supo apelar a las inquietudes de una generación de mujeres que ya consideraba naturales lo que para Carrie y sus amigas eran todavía transgresiones.
Dicho esto, voy a meterme en el jardín de criticar a Lena Dunham, por algo que considero que ella estratégicamente explota para alimentar su personaje: su estilo. Si repasamos los modelitos que se ha plantado en los últimos tiempos, convendremos que o en casa no tiene espejos o sus estilistas padecen daltonismo, estrabismo e hipermetropía severa. Que recuerde, Lena ha vestido diseños de Marc Jacobs, Prada, Zac Posen y Giambattista Valli y el resultado, en cada caso, ha oscilado entre bombona Freixenet, mesa camilla, Caponata sobredimensionada y cupcake estremecedor.
Lena es una chica con unas medidas y facciones perfectamente convencionales y las posibilidades de sacar partido a sus cualidades serían muy apetitosas para algunos diseñadores. Entonces, ¿por qué este empeño manifiesto en afearse hasta el paroxismo? Si ésta es su respuesta al estúpido “jenniferlawrencismo” estético imperante, Lena -opino- cae en el mismo horror/error que las que se operan hasta quedar desfiguradas: éstas, por exceso de ansia de perfección; ella, por poner todo de su parte para salir atroz en la foto.
“Soy lista y por eso no me consiento la frivolidad de ponerme guapa”, parece afirmar ella cada vez que se coloca ante un photocall. Pero, ¿desde cuando están reñidas belleza e inteligencia, querida? Hollywood, reino del oropel donde los haya, está afortunadamente repleto de talentosas féminas de belleza poco canónica que no se niegan a un buen estilismo: Tina Fey, Amy Poehler, Queen Latifah, Ellen DeGeneres, Christina Hendricks… En las fotos, ellas salen tan guapas, altas, curvilíneas o bajitas como son y nadie pone en duda al verlas lucir sus mejores galas que son unas profesionales sin parangón.
Pero servidor y tantos otros periodistas tecleamos y tecleamos -poniéndote a caldo, Lena- después de haberte visto en los últimos Emmy… Entonces, chapeau: tu estrategia está funcionando. Esperamos impacientemente ver con qué atuendo nos horrorizarás en la próxima entrega de premios. También aguardamos devorar con avidez el próximo proyecto que estrenes, porque no dudamos de tu valía aunque te veamos disfrazada de grotesca goyesca.
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