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Cine y Series

La Cabina: el eco de una gloriosa séptima edición

En Lyrical nitrate, Cine y Series miércoles, 26 de noviembre de 2014

Dani Gascó

Dani Gascó

PERFIL

El Festival La Cabina triunfa por su profesionalidad y entusiasmo, acogiendo la libertad creativa de los cineastas sin convenciones, en una ciudad cada vez más entregada a sus propuestas.

El cine, como arte que se nutre de la vida y fabrica cápsulas de tiempo, no es un arte dócil, no vive sólo de certezas o story-boards. Caben el azar, el accidente, las inclemencias o bondades del lugar que filma o, ese gesto verdadero del actor, que puede ser imperceptible en el momento tenso del rodaje pero nada ajeno al ojo de la cámara, quedando milagrosamente inmortalizado en imagen.

El verdadero arte cinematográfico sabe esto y se muestra poroso y receptivo ante los regalos del mundo, nunca es 100% esclavo de un plan preconcebido. Sin embargo… esta apreciación varía en cuanto hablamos de las características temporales que debe tener un producto acabado. ¿Por qué un cineasta tan prestigioso como Aki Kaurismaki en Pidä huivista kiinni, Tatjana (Toma tu pañuelo, Tatiana, 1994) se vio obligado a añadir falsamente tres minutos para alcanzar los 60 minutos? ¿En qué instante de la Historia del Cine se convino en negarse a proyectar obras que tengan un metraje entre 30 y 60 minutos?

Por casualidad (Tanja Golić, 2013)

Por casualidad (Tanja Golić, 2013)

El Festival internacional de mediometrajes La Cabina surge precisamente como revulsivo a una pregunta que se niega a entender, abriendo un hueco privilegiado a ese cine extrañamente invisible, dada su enorme calidad.  En la mayoría de los casos, la dimensión del producto fue un accidente, el cineasta olvidó su cronómetro, se apartó de las convenciones y se dedicó plenamente a su tarea: capturar la vida, con todos sus errores, silencios y dudas. Sí, podríamos aplicar la fórmula magistral del mediometraje y sencillamente decir que es un corto que precisa algo más de tiempo, pero su director, Carlos Madrid, la rechazaría.

No hay fórmula que pueda definir el mediometraje, y no es su aberrante condición marginal lo que mueve desde hace siete años en Valencia este épico Festival, único en categoría internacional. Su motivo principal es el de acoger una selección rigurosa de todas aquellas películas que, al dar la espalda a esta convención temporal, han sido concebidas con plena libertad. De ese modo, no sólo da cabida a lo invisible, sino que descubre futuros talentos.

Sunny (Barbara Ott, 2013)

Sunny (Barbara Ott, 2013)

Y cada año la propuesta va creciendo. De 22 a 24 mediometrajes. De 3.000 y pico a 4.000 espectadores. Por primera vez, el programa de televisión “Días de cine” les ha dedicado un espacio, así como la revista Caimán. Cuadernos de Cine. Y la presencia este año en el Festival de 9 directores, 2 productores y una actriz.

Fariba Sumanska, vino a recoger el primer premio este año como productora de Namo (Desconocido, 2013). Tristemente, su joven director, Salah Salehi, como Jafar Panahi y otros cineastas de Irán, no tiene la posibilidad de obtener un visado. En este caso concreto, por haberse negado en su día  a realizar el servicio militar. El cineasta tiene en su cámara la mejor herramienta de guerrilla posible y Namo es un contundente y sutil ejercicio de cine político sin concesiones.

Desconocido (Salah Salehi, 2013)

Desconocido (Salah Salehi, 2013)

Y tanto su eco como las 24 obras exhibidas en el Festival no hacen más que aumentar en una ciudad que se resiste a quedar estéril en cuanto a eventos cinematográficos, gracias a propuestas tan maduras como “La Cabina”.

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