Son Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Generan un volumen de negocio de millones de euros y consiguen que, durante prácticamente un mes, la vida de la ciudad de Valencia gire a su alrededor. Las Fallas, que celebran estos días su semana grande, no serían lo mismo sin uno de sus ingredientes más coloridos, hipnóticos y fascinantes: la indumentaria que lucen falleras y falleros.
La seda valenciana con la que se confeccionan sus atuendos es uno de los tejidos más suntuosos del planeta. Un corte -la cantidad de tela necesaria para un vestido- de exclusivo espolín puede llegar a los 15.000 euros. Entonces, ¿por qué esta maravilla de materia prima no trasciende los límites de la fiesta?
Este año, una cervecera ha querido reivindicar el tejido como parte de su estrategia de posicionamiento de marca en el entorno de la fiesta fallera. Pero, más allá de su instrumentalización dentro de una acción de marketing, ¿funciona la seda valenciana fuera de su ámbito de aplicación habitual? Contados son los casos, meras anécdotas. La más reciente, unos botines de sospechoso aspecto fallero que formaban parte de la colección de Zara para esta pasada temporada. Su imagen adorna la cabecera de este artículo. La más mediática, en cambio, la de Pharell Williams. El año pasado, el artista diseñó para Adidas unas zapatillas y una cazadora con un brocado francés primo hermano de la seda valenciana.
Para el otoño/invierno de 2014/15, Maison Martin Margiela propuso una colección con guiños a estos materiales, que bebía de la influencia del Paul Poiret más exótico y teatral. Y cuando aún era Princesa, Letizia vistió un corpiño de Lorenzo Caprile confeccionado en seda valenciana y hasta Mar Flores lució en unos premios un diseño del modista elaborado con el mismo tipo de tejido.
En València, el Colegio Mayor del Arte de la Seda vende, de ídem, unos bolsos de fiesta bastante resultones. Algunos ateliers de la ciudad han probado suerte -con escaso acierto, la verdad- y han confeccionado abullonadas faldas con este tejido, que se han dejado ver en bodas y celebraciones de alto copete.
La asignatura pendiente de la seda valenciana para conquistar las pasarelas, para pisar alfombras rojas, para ser universal como la fiesta a la que debe su razón de ser, ¿cuál es? Puede que hiciera falta la audiacia y el atrevimiento de un diseñador autóctono que la convirtiera en el centro de su trabajo en clave couture o prêt-à-porter. O, tal vez, que el sector promoviera un salón, al estilo del Simof (Salón Internacional de Moda Flamenca) andaluz. Aunque, probablemente, lo más oportuno es que ninguno de estos escenarios ocurra: que nada cambie para que cambie todo.
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