Estamos ya disfrutando y/o sufriendo, todo a la vez, el ocaso de 2016. Uno de esos elementos bipolares, tan propios del fin de ciclo, son las listas de lo mejor del año. Discográficamente hablando, ya estamos en territorio peligroso para publicar editorialmente hablando: los resúmenes del año, como los estragos de la navidad, cada año se anticipan un poco más. En este caso, no es tanto el impulso consumista como ese repugnante anhelo periodístico tan de ahora que no consiste en ser el que mejor lo explica, sino en ser el primero en decirlo. Lo que sea. Cualquiera de los mortales que decida editar material a partir de noviembre puede considerarse fuera de todas las listas; salvo que haya encontrado el nuevo Dark Side of the Moon. Con ese salvoconducto, el de saberse lejos de los focos, Justice ha vuelto tras 5 años sin referencia de estudio.
Justice han vuelto con Woman, su tercer disco en casi diez años. El dúo francés tardó en digerir el éxito de su debut en 2007, el que los situaba en el disparadero de grupos preparados para ocupar el espacio que Daft Punk había cedido espontáneamente con su silencio. Cross era una colección poderosa de música electrónica, en realidad, una especie de redefinición del french house sintetizada con una producción que mezclaba en igualdad de condiciones electrónica y el hard rock de los 80. Construido con vigor a base de samples (cientos de ellos), el disco era un pogromo del aburrimiento; un tributo fantástico a la pista de baile en general, y a Michael Jackson en particular (resulta especialmente explícito el homenaje en su segundo single, “D.A.N.C.E.”).
Lo intentaron repetir en 2011 con Audio, Video, Disco y, a pesar de que lo consiguieron con “Horsepower”, “Helix” y “Civilization” (canción que colocaron en el spot de Adidas en 2011 con Messi, Derrick Rose o Katy Perry), no les salió del todo. El dúo formado por Gaspard Augé y Xavier de Rosnay había perdido la referencia y el disco se diluía entre sus mejores momentos. En aquel momento, el mayor pecado de Justice fue convertir a Justice en un producto aburrido, anodino, predecible. La pérdida de crédito fue evidente, y lo sería aún más cuando Daft Punk reapareció en 2013 marcando el camino con Random Access Memories.
Daft Punk había vuelto para ocupar el lugar de Daft Punk, y a Justice se les empezó a poner cara de Pedro Sánchez; el dúo, cuya adolescencia fue testigo de los primeros pasos de Guy-Manuel de Homem-Christo y Thomas Bangalter, ya sabía lo que hacer después de escuchar “Lose Yourself To Dance”. Su reacción tres años más tarde, Woman, no deja de certificar esa sensación, en tanto en cuanto explora el mismo territorio que R.A.M.: el del cóctel de música disco, funk y french touch, desarrollado en todo momento en los límites de lo hortera. Si bien es cierto que Justice cambia barroquismo por contundencia en la producción, se le cae la identidad por el camino, porque el gesto es cristalino; con ese movimiento, el dúo no deja de evidenciar que todavía no tiene muy claro cuál es su sitio tras la vuelta de Daft Punk.
Quizá no sea una cuestión tanto de desconcierto como de no aceptación de roles, porque el lugar de Justice en 2016, desde fuera, parece muy definido. Su deriva, explicada en dos discos demasiado irregulares, llenos de bandazos, les conduce al naufragio integral como proyecto. Siempre a la expectativa de lo que marque Daft Punk al otro lado del espejo. Sin embargo, eso no les impide tener un papel protagonista en la industria de hoy: lo tienen todo para constituirse en la mejor banda sonora del hype audiovisual ochentero; aún pueden ser la música diegética para la segunda temporada de Stranger Things aunque hayan perdido la oportunidad para la del capítulo de San Junipero de Black Mirror. La mala noticia para ellos: también llegan un poco tarde.
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