Jumanji (Joe Johnston, 1995) constituye una de las cintas más representativas de los 90, y uno de los recuerdos cinematográficos más significativos para el público millennial. Si bien es cierto que su director, Joe Johnston, no cuenta precisamente con una brillante filmografía, no lo es menos que en ella esconde esta pequeña gran joya. Su imaginativo argumento, espectaculares efectos especiales y la emoción que suscitaba hicieron de ella una obra de culto.
Jumanji fue una de esas películas que definieron la infancia de muchos de nosotros, una de esas gemas que nos atraparon en el primer visionado y que vimos repetidas veces en casa. No obstante, cuando crecimos, con una perspectiva más analítica y madura, conseguimos apreciarla todavía más, ya que nos dimos cuenta de que Jumanji no solo era un relato de aventuras para niños.
La historia, basada en una novela infantil de Chris Van Allsburg, se adelantó a su época en muchos aspectos, especialmente en el diseño de personajes. Si bien en otras películas de aventuras infantiles se observan personajes idealizados y atractivos, Jumanji tomó un camino alternativo. El rol protagonista, Alan Parrish, fue desempeñado por Robin Williams, un actor más vinculado al humor y sin atractivo físico. Pudiendo haber elegido a intérpretes ideales como Sam Neill o Pierce Brosnan, se acabó optando por quien interpretó dos años antes a la señora Doubtfire, llevándose una política similar en la elección de quien encarnó al joven Parrish. Ante la disponibilidad de atractivas estrellas del cine infantil como Maculay Culkin o Elijah Wood, el director de casting decidió elegir a Adam Hann-Byrd, un joven actor poco conocido y con un semblante poco llamativo.
Para interpretar al amor de la vida de Alan, la elegida fue Bonnie Hunt. Al igual que Robin Williams, la figura de Hunt no estaba vinculada al cine de acción, ni transmitía sensualidad. Habiendo interpretado a la madre de los Newton en las dos primeras entregas del perro Beethoven, Hunt resultaba ideal para complementar a Williams en una película de cine familiar. A ellos dos se les unirían dos jóvenes actores: la prometedora Kirsten Dunst y Bradley Pierce. Dunst, en ese momento, no era muy conocida, pero sí consiguió seducir al público en Mujercitas. No obstante, Jumanji allanó para ella un camino directo hacia el estrellato, convirtiéndose en una de las pocas niñas prodigio en hacer carrera de adultos.
Los dos jóvenes protagonistas no presentan una personalidad idealizada, aunque comparten características comunes con otros personajes similares, como la orfandad. No obstante, constituyen un carácter nada asociable al estereotipo de héroe infantil. Bastian, uno de los personajes principales de La historia interminable, es un devorador de libros, Harry Potter es un joven enclenque, pero lleno de valor. Sin embargo, sus homólogos en Jumanji son dos niños problemáticos: Judy (Kristen Dunts) es una mentirosa compulsiva y su hermano Peter (Pierce) es introvertido a causa de un trauma.
Este magistral diseño de personajes, sumado a un inteligente casting, consiguió que la historia resultara muy creíble. Un cuarteto protagonista de personalidades singulares y físicamente anodino resultaba ideal para atrapar más al espectador y conseguir, de esta forma, que estuviera inmerso en la trama, resultando así los personajes más próximos.
A todo ello hay que añadir un despliegue de espectaculares efectos especiales. En un momento en el que empezaban a despertar los efectos digitales, Jumanji fusionó tanto animación por ordenador como animatronix, una combinación que ya se llevó a cabo en Jurassic Park y que actualmente se está reivindicando mucho.
Por otro lado, la trama es extraordinariamente entretenida, no solo por sus espectaculares escenas de acción, sino también por la tensión entre los personajes. Jumanji es una película que gestiona el dramatismo y la épica con un excelente equilibrio, capaz de atrapar a todo tipo de público. Esta cinta encarna la esencia del cine familiar, en la que tanto niños como adultos pueden sentirse implicados en la aventura. Durante la trama, conviven diversas escenas de amor, terror, aventuras, comedia, drama… Situaciones que, independientemente de la edad de los espectadores, son capaces de conmover.
Jumanji, pues, consiguió lo inconcebible: unir cine familiar y de autor. Joe Johnston creó escuela al dirigir una película donde verdaderamente padres e hijos pueden sentarse juntos y divertirse y, al mismo tiempo, ofrecer una historia innovadora cargada de imaginación. Esta tendencia ha sido seguida posteriormente por muchos directores, casi siempre sin éxito. Jon Favreau llevó a la gran pantalla otro libro de Van Allsburg, Zathura, cuya historia es casi exactamente la misma que Jumanji, sustituyendo la selva del juego por la aventura espacial.
En 2017, Jake Kasdan dirigió una secuela que llevaba como título Jumanji: bienvenidos a la selva, en el que Jumanji ya no era un juego de mesa, sino un videojuego vintage de los 80. Con esta cinta, Kasdan desmontó todo aquello que hacía especial a su predecesora. Priorizó la comedia absurda, el chiste fácil y la acción trepidante para captar con facilidad a determinado tipo de público. Además, sus personajes resultaron exageradamente tópicos, llegando a alcanzar, en más de un caso, el ridículo. Esta secuela fue, en definitiva, la antítesis de Jumanji, es decir, el paradigma del cine mediocre.
En un mundo en el que las películas de aventuras responden prácticamente a una misma fórmula, cuyas historias se encuentran supeditadas a los efectos especiales y al ruido, Jumaji es una obra a reivindicar. Más de veinte años después ha quedado patente que es algo más que cine de entretenimiento, es un referente fílmico,una película para lo que buscan, quizás, el modo de dejar su mundo atrás…
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