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Jimmy’s Hall

En Cine y Series viernes, 21 de noviembre de 2014

Rubén Higueras

Rubén Higueras

PERFIL

Ken Loach se despide del cine de ficción recuperando la historia de James Gralton, activista comunista que se convirtió en el único deportado político en la historia de la República de Irlanda.

Si de algo no puede acusarse a la filmografía de Ken Loach es de falta de coherencia: el autor de Lloviendo piedras (1993) ha demostrado ser un cineasta con un compromiso inquebrantable en favor de las causas y derechos de quienes son sistemáticamente pisoteados por la lógica político-económica imperante, lo que le ha llevado a erigirse a lo largo de medio siglo de carrera en un David de atinada puntería a la hora de exponer las miserias de ese Goliat contemporáneo,  instituido por la oligarquía política y los conglomerados mercantiles.

En Jimmy’s Hall, la anunciada despedida del director del cine de ficción, el binomio creativo Laverty-Loach rescata del olvido un oscuro episodio de la historia irlandesa, para reformularlo como parábola de nuestro convulso presente, estableciendo una analogía entre esa Irlanda de principios de la década de los treinta del siglo pasado y la Europa de nuestros días, dos contextos golpeados por una crisis económica que fortalece el conservadurismo y acrecienta la desconfianza y el temor ante toda invitación al cambio (la pugna entre tradición y modernidad alcanza, incluso, cuestiones musicales mediante los nuevos ritmos importados de Norteamérica que se bailan en el salón de James Gralton).

Jimmy’s Hall (Ken Loach, 2014)

Jimmy’s Hall (Ken Loach, 2014)

Resulta fácil adivinar cuáles fueron los ingredientes de la historia de Jimmy’s Hall que atrajeron a sus artífices: la necesidad de la lucha (individual y colectiva) por la libertad en contra de poderes coartadores, la solidaridad y la unión proletaria como vía para una oposición efectiva frente a las instituciones y sus abusos y el retrato de una iglesia de valores caducos, a la que únicamente interesa mantener su privilegiada posición, conseguida tras la lucha por la independencia irlandesa (la actitud del estamento religioso es ilustrada cuando el colérico padre Sheridan señala a Gralton un cuadro en el que un miembro del estado irlandés aparece arrodillado ante un representante de la Iglesia, tras lo que sentencia: That’s the natural way).

Si bien el conflicto ideológico-político está bien planteado, el esquematismo de su discurso y en la construcción de los personajes (defectos habituales en el cine de Loach) lastran la propuesta, a lo que se une el insípido componente dramático del filme y la desdibujada relación sentimental del protagonista con Oonagh (a la postre, personaje inexistente en la historia verídica que fue añadido por el guión para introducir la consabida subtrama amorosa), que, además, acarrea una secuencia dotada de un tono melifluo impropio del director de Tierra y libertad (1995).

Jimmy’s Hall (Ken Loach, 2014)

Jimmy’s Hall (Ken Loach, 2014)

Como el lector habrá intuido, Jimmy’s Hall se construye mediante una dialéctica de oposiciones, antagonismos y contrastes, cuya base radica en la confrontación de ideologías encarnadas en los personajes de Sheridan y Gralton (sobre quien pesa el estigma de su credo comunista), que toma forma mediante la representación de dos espacios bien distintos. El centro comunitario puesto en pie por James y la iglesia de Sheridan representan formas de organización radicalmente distintas: mientras que el primero es un espacio comunitario de diálogo y de enseñanza, en el que las decisiones se toman de manera consensuada (la distribución de los personajes durante las asambleas es circular y todos se encuentran a una misma altura), el segundo constituye el lugar de un rito de estricto proceder, caracterizado por un monólogo que se inculca desde un púlpito cual mandamiento inquebrantable.

Jimmy’s Hall (Ken Loach, 2014)

Jimmy’s Hall (Ken Loach, 2014)

Esa dualidad que parece configurar el filme modela también el cierre del relato: frente a la fatídica sensación de que el pasado se repite, brota la semilla del cambio representada por los jóvenes, que incita a pensar que el proyecto y el sacrificio de Gralton no han fecundado terreno estéril. Un broche esperanzador para la filmografía de un cineasta cuya crítica mirada no se ha caracterizado precisamente por el optimismo.

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