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«Inside Out», la nueva incontestable victoria de Pixar

En Cine y Series 19 mayo, 2015

Emilio Doménech

Emilio Doménech

PERFIL

Disney Pixar vuelve a sorpender con un filme memorable sobre el paso a la adolescencia, en el que las risas y las lágrimas están aseguradas.

Alegría, tristeza, miedo, asco y enfado. Esos son los cinco pilares sobre los que pivotan las emociones de los humanos en Inside Out, la nueva película de Disney Pixar dirigida por Pete Docter (Up). Les pongo en perspectiva: En una de las primeras escenas del filme, Riley, la niña protagonista, es apenas un bebé. Sus padres le están dando de comer y Alegría (Amy Poehler) dirige el córtex desde el centro de mando, una suerte de nave espacial -casi sacada del videojuego Little Big Planet– en la que los personajes que interpretan a las emociones se disputan los controles del panel principal.

Asco (Mindy Calling) y Miedo (Bill Hader) intervienen cuando Padre intenta hacerle comer un brócoli a Riley, mientras que Enfado (Lewis Black) empuja al resto para exigir el helado que se le ha negado a la cría tras rechazar la verdura. Tristeza (Phyllis Smith) se mantiene expectante aportando su ratio de melancolía a los recuerdos que le pasan por delante.

Y esa es otra, los recuerdos. Representados por esferas iluminadas del color cuya emoción les identifica, actúan como entes que se almacenan en el microuniverso cerebral, una biblioteca gigantesca organizada en cosmos menores: el tren del aprendizaje, el parque de la educación infantil, las ultratumbas del subconsciente… Porque no hay menciones al corazón, sino que la construcción sentimental se edifica sobre la memoria y la categorización de esos mismos recuerdos.

Inside Out, Pete Docter.

Aunque lo que hace de Inside Out un portento tan abrumadoramente climático es que esa pretensión inicial, ese high-concept tan ambicioso, se aprovecha de forma perfecta. Hay un balance medidísimo. Los chistes, la aventura de los personajes cerebrales y la curva emocional de Riley siguen un recorrido paralelo y en conversación constante. Tengamos en cuenta que existe una concatenación entre el mundo “imaginario” y el real, ¡y encima es una relación de elementos supeditada a las emociones humanas! ¿Cómo no se van a poder alcanzar entonces clímax a cada final de acto?

El hecho de que Inside Out repose todas sus ideas sobre la pérdida de la inocencia y, por tanto, sobre el desarrollo de las emociones unidimensionales de la Riley niña a las emociones pseudocomplejas de la Riley adolescente, convierte al filme de Docter en un coming of age memorable, completamente distinto a cualquier otro que hayamos conocido hasta ahora.

Inside Out, Pete Docter.

Además, el metalenguaje de la memoria de Riley, con fantasmas del pasado que se evaporan y cameos de amigos imaginarios que siguen luchando por la felicidad de la niña, aporta el grado de nostalgia necesario para llenar de lágrimas los ojos de cualquier espectador entregado. Y hay risas a cada esquina, con lo que es fácil dejar atrás el entristecimiento y dejarse llevar por las carcajadas, porque de eso se trata. A veces, para encontrar la sonrisa hay que soltar primero unos pocos ríos de agua salada. Y Riley esto ya se lo sabe… de memoria.

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