Sofia Coppola es una pobre niña rica. Nos lo ha dicho por activa y por pasiva en todas sus películas: siempre se ha proyectado en unos personajes femeninos que lo tienen todo para ser felices y sin embargo… no lo son. La hija de Francis Ford se cree una María Antonieta moderna que no le teme al anacronismo, al rídiculo, a los period dramas o al post-punk.
Ostras, sí, el final de Lost in traslation con Just like honey de Jesus & Mary Chain es la bomba:
Por no hablar de la secuencia del karaoke con Brass in my pocket de Pretenders o More than this de Roxy Music:
Sin embargo, por muy brillantes que sean los momentos musicales de Lost In Traslation, Sofia Coppola nunca se ha arriesgado tanto escogiendo canciones para una banda sonora como en Marie Antoniette. Aquí sí que se arrimó al toro hasta la cornada. De hecho, no fueron pocos los que se la asestaron: la acusaron de moderna, de caprichosa y de incongruente por elegir canciones pop anglosajonas del s. XX para adornar, connotar, sublimar o contrapuntear las escenas de este drama historicista en la finisecular corte francesa del S XVIII. Como si este recurso anacrónico no fuera el mismo que, por ejemplo, escoger Also sprach Zarathustra op.30, compuesta por Richard Strauss en 1896, para ilustrar a un simio pre-homo sapiens lanzando un hueso a la eternidad en 2001: una odisea del espacio.
Coppola se imaginó a los exclusivísimos moradores de Le Petit Trianon de Maria Antonieta con una panda de nuevaoleros, acaso como unos new romantics con Converse All Stars. Pijos ilustrados, bobos y diletantes como los de finales del siglo pasado o principios del actual, pero en clave pre-Revolución Francesa (quizá porque hoy en día todavía hay muchos niños mal de casa bien que se comportan como si pertenecieran al Antiguo Regimen). Su gusto por la extravagancia y el hedonismo podía dar tanta rabia como el de los snobs que, de golpe, se enamoriscan de una estética pasada, sin tener en cuenta su ética (¿como Sofia Coppola dejándose seducir por lo versallesco?) y, claro, acaban perdiendo la cabeza.
En el 2006, el año de estreno de Marie Antoniette, el post-punk volvía a estar de moda. Así que si la Coppola quería establecer un diálogo entre la época de la película y su presente, no era nada gratuito que la canción que abría el baile de disfraces de una fiesta aristocrática fuera el single de debut de Siouxsie & The Banshees de 1978, Honk Kong garden, y no con un minueto (aunque la intro de la canción modificada a propósito para la película juega a las dos barajas). Una tema juguetón y gamberro que epilogaba el punk con exotismo y sin vergüenza. También, sin demasiada conciencia social. Seguramente, si la escena la protagonizaran los sans culottes, entonces debería haber sonado The Clash, Crass, Dead Kennedys, Stiff Little Fingers o Minor Threat. O, qué coño, el God save the queen de Sex Pistols.
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