Con un registro muy diferente al de su película La danza de la realidad, Alejandro Jodorowsky vuelve al cómic. Ilustrada con delicadeza épica por Das Pastoras, Castaka es una fabula ultraviolenta donde explotan planetas y ejércitos japoneses se enfrentan en batallas terribles.
El segundo volumen de la serie Castaka empieza, sin solución de continuidad, donde terminó el anterior, en pleno clímax cósmico apocalíptico, con la explosión del pequeño planeta Ahour-La-Enana. Desde su planeta artificial en órbita, los nano-tecnos deciden jugar duro y convierten ese bola de tierra en un montón de pedruscos a la deriva. Los efectos especiales del cómic, hoy en día, ya no resultan tan espectaculares como antaño, pero el impacto de esa detonación planetaria conlleva el efecto emocional, en los lectores de ciertas generaciones, de retrotraerles a una época donde la ficción fantástica en viñetas era el mayor espectáculo del mundo.
Castaka, que por ahora consta solo de dos tomos publicados por Norma Editorial, supone el regreso del legendario Alejandro Jodorowsky al universo de La Casta de los Metabarones, una serie mítica del cómic europeo de los años 90, que dibujó con realismo industrial y galáctico el artista Juan Giménez. Las relaciones familiares traumáticas, el sacrificio ritual, las mutilaciones físicas, el sexo atormentado o la redención a través del sufrimiento físico son algunos de los elementos obsesivos del imaginario de Jodorowsky que se recrean en Castaka, con un envoltorio de estética japonesa medieval y elementos tecnológicos de un futuro muy lejano.
Aunque la novedad reciente es el segundo tomo de la serie, ‘Las gemelas rivales’, conviene no sentarse a leerlo sin conocer y atesorar la primera entrega, publicada también por Norma en 2008. En comparación, ese primer episodio resulta mucho más vibrante, dinámico y narrativo. La historia empezaba en un planeta de mármol sin ríos ni mares, Marmola, donde el anciano heredero de los Castaka narra a su familia el origen de la dinastía, que ocurrió en un planeta enano en el final de la galaxia. En su relato, tras la violación que selló la rivalidad entre dos clanes antagonistas, nacía Dayal, el primer ancestro.
Además de por su argumento bélico, sexual y sacrificial, esta precuela evoca la saga original de los Metabarones por la espectacularidad de su apartado gráfico. El gallego Das Pastoras pone en imágenes los agitados guiones de Jodorowsky con delicadeza épica y arrebato cromático. Gracias a la sugerencia pictórica de su trazo detallista los dos tomos cuentan con una formidable unidad gráfica, algo realmente difícil considerando los cambios de escenario: de las batallas viscerales en un Japón antiguo, en el primer tomo, al espacio exterior y los paisajes del planeta de mármol, en el segundo.
Como ya he comentado, este por ahora último volumen de Castaka no es comparable al primero, “El primer ancestro”, aunque su desmesurado desarrollo es coherente con la trama inicial, especialmente la violenta concepción del heredero de la dinastía. Jodorowsky reitera el esquema de rivalidad fraternal, esta vez entre las dos hijas de Dayal, y lo resuelve con una versión extrema de las mutilaciones físicas que caracterizaban a los Metabarones. Si por algo se ha significado el multifacético autor chileno-francés, en su dilatada trayectoria como guionista de cómic, es por filtrar sus obsesiones personales en géneros como el western o la ciencia-ficción. Sin ese veneno intelectual no se entiende este tebeo ultraviolento, hilarante y filosófico, que convierte la ciencia-ficción en espectáculo para curar las heridas familiares abiertas.
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