Un año más, la sección Resistencias del Festival de Cine Europeo de Sevilla nos trae nuevo cine español independiente y combativo. Como La nueva cinemática siempre se movió en trincheras, hemos querido centrar este post en algunas de las propuestas que optan a un premio FIPRESCI en esta edición de 2014.
Me resulta curioso cómo, de manera intuitiva, los términos que a menudo designan al cine más pequeño en presupuesto son tomados del universo léxico de la guerra. Resistencia, trinchera, cine combativo, guerrilla… Para que estas palabras tengan sentido, las películas deben generar un conflicto que no tiene por qué ser provocado por su contenido sino más bien por su manera de concebirse y alumbrarse.
La lucha se da contra las adversidades de trabajar sin presupuesto, de convencer e implicar al equipo sólo por la motivación particular de colaborar en el proyecto, pero también se da contra la vida del creador en general. Dado que el cine es una labor tan mastodóntica que requiere dedicación completa a algún nivel, si no se puede vivir de ello, algo o alguien debe pagar las facturas.
Otra lectura se podría enfocar como un combate hacia lo establecido, como un reto estético desde la austeridad a romper ciertos protocolos de producción en la industria. La resistencia, buscando un círculo de mayor diámetro, creo que puede entenderse en cualquier caso como “imposibilidad de resistirse a hacer cine” sea como fuere, siente bien o mal al entorno que lo reciba.
Este año, la sección Resistencias del Festival de Cine Europeo de Sevilla acoge posicionamientos muy diversos en la trinchera del cine nacional. Un veterano como Gonzalo García Pelayo se siente cómodo en ella. Centra nuestra atención en la psicología infantil y adolescente del sexo femenino en Niñas. Un estudio de la limpieza que ofrece un rostro infantil enfatizado por recursos que nos llevan al cine de Jean-Luc Godard. Entenderemos después de verla que no deberíamos dejar de ser nunca niñas (no es una errata, he escrito niñas).
Cábala caníbal es el cuarto largometraje de Daniel Villamediana. Se trata de una película ensayo rotunda en la que, como Montaigne haría hoy si fuera cineasta, el autor vierte sus recuerdos, intuiciones y pensamientos en torno a problemáticas epistemológicas sobre el origen de la imagen sobre el timeline de su Final Cut. África 815 afronta el retrato del padre de Pilar Montsell sin la implicación afectiva de una hija agraviada. Un relato austero pero elegante a la altura de los ojos del padre, que nos permite empatizar con su peculiar proyecto de vida.
Equí y n’otru tiempu, de Ramón Lluis Blande, es un minucioso estudio sobre el espacio y su memoria, de propuesta tan clara como dura: visitar cada lugar en el que cayó un soldado en Asturias durante la Guerra Civil. Una obra que bien podría salir de las salas de cine para poblar espacios relacionados con el arte contemporáneo.
Sueñan los Androides es una perla del cine pop español cultivada entre el thriller de serie B, la ciencia ficción y el documental etnográfico. Un gazpacho provocativo en el que Ion de Sosa ha apostado por este género rodeándose de los cineastas más notables en el terreno, como pueden ser Chema García Ibarra o Velasco Broca entre otros. Si el pintor Solana escribiera hoy su “España negra” podría hacerlo en el Benidorm de Sueñan los Androides, una ciudad futurista en la que lo kitsch es aceptado con ternura y desprovisto de vergüenza.
Hasta completar catorce títulos más como Jet Lag y No novo ceio de Eloy Domínguez Serén, o Un gran salto adelante de Pablo Llorca, Resistencias ayuda a comprender la naturaleza beligerante de muchas propuestas nacidas con la rabia de la austeridad y también a encontrar su lugar en el complejo mapa de la nueva cinemática en nuestro país.
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