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“Ellas hablan”: Revolución matriarcal

En Cine y Series martes, 14 de febrero de 2023

Sergio Ariza

Sergio Ariza

PERFIL

La nueva película de Sarah Polley, Ellas hablan, diez años después de la notable Stories We Tell, es casi un acto revolucionario. Solo así puede describirse a una obra que encierra a ocho mujeres y un hombre en un granero, durante una gran parte de su metraje, para conversar sobre qué hacer después de que ellas y el resto de mujeres de su comunidad, del culto religioso menonita, hayan sido violadas repetidamente por los hombres del lugar en el que viven, engañándolas diciendo que eran cosas de demonios y fantasmas. A pesar de ello, la película es vibrante y se sale de la (terrorífica) anécdota para hablar del papel de la mujer en un mundo que sigue siendo de hombres.

Una de las cosas maravillosas, por las que llega mucho más, es que parece hecha en un sitio y una época indeterminados, como si pudiera pasar en cualquier sitio y tiempo. Es más, viendo los atuendos de las mujeres y su austera vida, parece que nos está contando una historia del siglo XIX, por eso cuando suena el “Daydream Believer” de los Monkees sorprende tanto o más que cuando dan una fecha concreta, el año 2010. Las mujeres llevan siendo silenciadas y abusadas desde hace siglos y el camino todavía no se ha completado, da igual si están en Sudamérica (como en la novela en la que se basa el guión de Polley), Europa u Oceanía.

Es una película que resuena más después de vista, que hace plantearse preguntas más poderosas que las propias imágenes de sus planos. Hace años se hubiera dicho que es una película de mujeres para mujeres, ahora deberíamos decir la verdad, es una película necesaria. Solo así se puede hablar de una obra que te revuelve las tripas a pesar de que la directora tiene el buen gusto de no enseñarnos las violaciones, aunque sí las consecuencias físicas y psicológicas en sus protagonistas.

Ellas hablan

Ellas hablan comienza con una voz en off, la de una adolescente de 15 o 16 años que nos presenta la historia —se le está contando al bebé, que todavía no ha nacido—, de una de las mujeres violadas, nos cuenta que, cuando identifican a los agresores, estos son puestos a disposición judicial y todos los hombres de su comunidad salen a pagarles la fianza, solo se les da una opción, tienen que perdonar a estos hombres y hacer como si no hubiera pasado nada. Tienen un día, en el que se quedan solas, para decidir qué hacer.

Lo primero que hacen es una votación con tres opciones, quedarse y perdonar, quedarse y pelear o marcharse. La primera opción es la menos votada, es la primera vez que eligen algo en su vida y al no haberles enseñado ni a leer, ni a escribir, lo hacen con dibujos y cruces. Es el primer paso hacia pensar por sí mismas.

La nueva película de Sarah Polley, Ellas hablan, diez años después de la notable Stories We Tell, es casi un acto revolucionario.

Se decide que se reúna una representación con tres familias para decidir qué hacer, Frances McDormand, una de las productoras de la película, en el papel de la líder de la primera opción, tarda poco en marcharse, junto a su hija y su nieta, cuando ve que la opción de quedarse no lo es para las otras. Tras su marcha, es cuando la película cobra vuelo, se quedan reunidas ocho mujeres pertenecientes a dos familias distintas, guiadas por las matriarcas Agata (Judith Ivey) y Greta (Sheila McCarthy), sus respectivas hijas, Salome (Claire Foy), Ona (Rooney Mara), Mariche (Jessie Buckley), Mejal (Michelle McLeod), además de dos de las nietas. Junto a ellas se queda el único hombre en quien confían, August (Ben Whishaw), hijo de una de las pioneras de la comunidad en eso de pensar por sí misma, aunque por ello mismo fue expulsada de allí, aunque su único papel es el de tomar acta escrita de lo que hablan, ya que es el único que sabe escribir. La película es fiel a su título original, nada más y nada menos que mujeres hablando. Las actuaciones del elenco son sobresalientes.

Ellas hablan

A partir de aquí comienza en Ellas hablan el debate con más enjundia, desde la radicalidad de Salome al miedo de Mariche, pasando por la calma zen de Ona, embarazada en una de las violaciones, hasta llegar a las cómicas comparaciones de Greta con sus caballos. La película encierra a sus personajes en un escenario, pero no suena ni parece teatral, con una fotografía apagada que, a pesar de estar en color, parece blanco y negro.

El espectador es puesto en un compromiso, se le pide que sea paciente con ese diálogo y que se empape con él. No es una tarea fácil y Polley bromea con ello cuando una de las nietas dice en alto: Esto es muy, muy aburrido. El público se ha convertido en adolescentes incapaces de prestar atención, a menos que haya un tipo volando o repartiendo mamporros.

La película no es perfecta, pero termina calando si eres capaz de prestar atención, y es que lo que estas mujeres plantean es algo mucho más grande que un problema menonita, Ellas hablan está hablando realmente del papel de la mujer en el mundo y de lo distinto que este sería de tener una oportunidad de gobernarlo, estas mujeres que comienzan a pensar por sí mismas, un acto verdaderamente revolucionario, son la semilla de una sociedad mejor.

Ellas hablan

Viendo Ellas hablan uno se siente ultrajado al ver como los derechos de las mujeres siguen amenazados día a día por los hombres, muchos de ellos con puestos en los que pueden afectar a sus vidas. Es imposible ver esta película y no pensar en el impresentable de Juan García-Gallardo, nada más y nada menos que vicepresidente de la Junta de Castilla y León, que después de proponer una nueva ley sobre embarazos, cuestionado por una periodista, respondía, riendo sin vergüenza, Yo es que no sé mucho de embarazos

Aun así Ellas hablan es capaz de no rendirse a la venganza y al odio, mandando un mensaje de esperanza. Cuando ya se ha decidido que lo mejor es marcharse, comienzan las dudas, algo normal si tenemos en cuenta que ni siquiera han visto un mapa en su vida, pero entonces Ona, maravillosa Rooney Mara, esa soñadora despierta les dice eso de que las mariposas y las libélulas tienen unos viajes migratorios tan largo que solo los nietos llegan al destino previsto. El plano final, el de su bebé ya nacido, es el de la esperanza de alcanzar una sociedad en la que en vez de seguir discutiendo eternamente las penas de los violadores y abusadores, sencillamente, estos no existan. Evidentemente, será un viaje largo.

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