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El coronavirus y la corona musical

En Música martes, 7 de abril de 2020

Óscar Carrera

Óscar Carrera

PERFIL

Todos los que amamos el rock de los 60 y los 70 somos, por definición, post-apocalípticos. Con esto quiero decir que nada de lo que sigue me asombra lo más mínimo. Sólo quiero poner un poco de orden en una serie de cómplices coincidencias en las que estamos enredados, estos días, ustedes y yo.

«Maldito baile de muertos»
(Luis Eduardo Aute)

Cuatro de abril de 2020. Entro en la portada de El País, como podía haber entrado en cualquier otro periódico. Recibo dos noticias, lado a lado, como si fueran dos caras de una misma moneda. Una: Muere Luis Eduardo Aute, patrimonio de la canción de autor española. La otra: Rosalía: “El aislamiento a veces es positivo para el proceso creativo” (la Rosalía da su primera entrevista a un periódico español desde que es famosa). Si conjugamos los dos titulares, nos sale el siguiente: Luis Eduardo muere por el coronavirus; Rosalía afirma que el coronavirus la ayuda a crear.

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Rosalía.

No estoy jugando al humor negro. Sé que nunca se especificó la causa de la muerte del cantauter, y que la decisión de Rosalía de conceder una entrevista tiene que ver, seguramente, con el ya proverbial tedio que experimentan, en estos días confinados, personajes acostumbrados a la exposición pública. Ni por asomo se me ocurriría que una persona como ella —que parece de buen fondo— hubiera elegido esa fecha, precisamente, para regodearse de la renovación musical que, a nuestras espaldas, se produce a marchas forzadas. Ello no impide que, en los camerinos, en la platea, en las gradas, los virus se propaguen, independientemente de nuestras intenciones y voliciones. Y este virus ha venido a llevarse a una generación. Como digo Aute digo Ellis Marsalis, Manu Dibango, Wallace Roney… Pueden ustedes leer sus obituarios.

Como decía, lo veía venir. Hace años que la mayoría de las radios están ya contagiadas de eso que unos llaman trap, otros dancehall, otros rap, reggaetón, R&B y hoy, quien más, “música urbana”. Su imperio era ya efectivo a finales de 2019, pese a que no escaseaban las resistencias. Una generación, por lo menos, no estaba dispuesta a comulgar con rocks de molino.

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Wallace Roney.

Todo empezó con una generación que dijo: Esto es muy malo. Yo he vivido tiempos mejores. Yo, que por razón de edad no los he vivido, los secundé. Nunca vi en directo a Lou Reed o a David Bowie, pero he visto vídeos, he oído álbumes, he leído testimonios de primera mano; sé que otro mundo fue posible.

Fue una encarnizada batalla, musical, crítica y periodística, que asoló los años 2018 y 2019. Perdonen que no les dé detalles, pero estaba muy ocupado leyendo mi Melody Maker. Me consta, simplemente, que la nueva música se debatió hasta el último bolo, se filosofó hasta el último ripio. Sólo una vez me atreví a mojar mi pluma en esa tinta, y aun así fue, sobre todo, para hablar de Joris-Karl Huysmans y de Star Trek.

En mi electiva inopia, reconozco que no me esperaba el empleo de armas víricas. El resto lo conocen ya de sobra. Desde China —uno de los países que en su día prohibieron el rocanrol— se propaga una epidemia que se ensaña con los que han vivido aquello. La edad de riesgo se calibró al principio en los setenta años; posteriormente descendió hasta rozar los cincuenta.

“Riesgo”, hoy, es haber tenido veinte años cuando se publicó el White Album. “Riesgo” es haber escuchado en primicia el The Dark Side of the Moon. “Riesgo”, tener sobre el escritorio un billete de la gira de Aqualung. Es haber sabido. Es haber gustado. El “nuevo coronavirus” (diantre ¡hasta él tiene que ser nuevo!) está borrando de la faz de la Tierra a aquellos que supieron.

Curiosamente, como señalaba el filósofo Ernesto Castro, en los primeros tiempos de la pandemia casi ninguna figura principal de la nueva música se pronunció al respecto. ¿Silencio cómplice? Aman a sus fans, les envían morritos y besotes, pero, cuando están en sus casas cagados de miedo, ni un solitario emoticono.

Eso ha cambiado, a fuerza de aburrimiento comprimido. Hace un par de semanas, Bad Bunny, uno de los artistas más seguidos en la actualidad, tuiteaba: Me acabo de tirar el peo más apestoso de la historia. Espero que no sea síntoma del corona. Pues, amigo Bunny, cada “peo” musical lo es. Que el tuyo es el más apestoso de la historia es solamente tu opinión. Cada vez que pones en on el Auto-Tune corre riesgo mortal alguien que vio en directo a The Byrds o The Band. Vuestra es la corona del pop, pero aún quedamos testigos…

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Bad Bunny.

Y cuando fallezca el último de los supervivientes, cuando queden sólo los que llaman “clásico” a Artic Monkeys o The White Stripes, yo tendría que tomar la decisión del Führer en su búnker, pues el mundo que me espera no tendrá nada para mí… Pero no pierdo la esperanza, porque me crié entre las flores. El gobierno, por mi protección, quiere que me confine. Que me refugie de esta generación, de esta nueva cepa contagiosa.

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