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“Dying”, entre la vida y la muerte

En Cine y Series martes, 20 de febrero de 2024

Eva Peydró

Eva Peydró

PERFIL

Matthias Glasner dirige Dying (Sterben, 2024), estrenada en la 74ª Berlinale, una historia monumental, dividida en capítulos, cuyos temas centrales son la vejez y la muerte. Protagonizada por un reparto excelente, encabezado por Lars Eidinger (Tom Lunies), Corinna Harfouch (Lissy Lunies), Lilith Stangenberg (Ellen), Robert Gwisdek (Bernard) y Ronald Zehrfeld (Sebastian), Dying indaga en las dinámicas familiares a partir de la decadencia física de los padres, revelando poco a poco los recovecos de unas relaciones tóxicas, causantes de heridas imposibles de cicatrizar. Sin embargo, Glasner no se limita a una radiografía familiar, sino que extiende con ambición su interés al cuestionamiento de las formas de vivir nuestros últimos días e incluso a nuestras decisiones y cómo se aceptan o niegan por parte de nuestro entorno.

Eidinger sobresale en un papel a su medida, profundo, en el que es capaz de un abanico de matices, donde no falta el humor. Hijo, padre, hermano, amigo, demuestra en cada una de las facetas que la empatía también puede dañar. Pero eso no significa que todo el reparto no sea sobresaliente, y que colaboren a que las tres horas de metraje nos seduzcan, emocionen e impacten de principio a fin. La brutalidad de su propuesta, con cuestiones que preferimos no abordar, pero que son parte de nuestras vidas, esa parte que está bien mientras no se toque, es asombrosamente ligera, fuera de toda densidad filosófica mal entendida, de falsa solemnidad, que nos irrita en tantas películas de temática similar. Las elecciones de Glasner en su película son tan realistas que duelen, pero a la vez agradecemos que alguien ahí afuera tenga la valentía de mostrarlas y pocas veces las hemos visto en el cine, como es el caso de Vórtex (Gaspar Noé, 2021).

Dying Sterben

Como dice el personaje de Tom, director de orquesta, durante los ensayos de la obra compuesta por su amigo Bernard: La esperanza está en el hecho de que lo estamos interpretando. Su punto de vista, el del unificador, conciliador entre seres enfermos, dependientes, deprimidos o inmaduros, es una fuente de sufrimiento por la extrema empatía que muestra en sus relaciones, mientras que la música fluye, cada cual cumple con su papel y la orquesta consigue interpretaciones armoniosas. Por contra, pivotar entre sus relaciones familiares y amistades es una tarea tan difícil como para otros conseguir mantenerse en pie o desplazarse, o quitarse de la cabeza la idea del suicidio. Tom cumple el papel de responsable de unos padres dependientes, una hermana alcohólica, un amigo depresivo, un hijo putativo, con esa contención emocional que Eidinger plasma como nadie.

Las consecuencias de la demencia, la decrepitud y las servidumbres físicas de la vejez no se nos ahorran, pero todavía peores son las actitudes frente a ellas. Sin embargo, la aparente frialdad de Tom, que es parte de una personalidad con una defensa aprendida, le servirá para aplacar, colaborar y consolar a su entorno. Dying podría haber funcionado como una mini serie, con su desarrollo cronológico, pero la disfrutamos de un tirón, absorbidos por personajes odiosos y adorables, en una propuesta honesta y personal, que puede tener su cima en la escena en que madre e hijo se sientan a la mesa envueltos por una alambrada invisible que se te clava en la piel.

Matthias Glasner ganó el Oso de plata al mejor guion por Dying.

Información actualizada el 26 de febrero de 2024.

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