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David Byrne y la nueva utopía americana

En Música miércoles, 7 de marzo de 2018

Carlos Pérez de Ziriza

Carlos Pérez de Ziriza

PERFIL

Vale, quizá un nuevo álbum de David Byrne no sea lo que el mundo esté esperando ahora mismo. Puede que sus nuevas canciones sean ya más contingentes que necesarias, en una jungla de sonidos en la que parece que ya quede poco por inventar. Pero personajes como el músico escocés (neoyorquino de adopción) siguen siendo esenciales, aunque solo sea por la singular cosmovisión musical que brindan con su praxis diaria.

Pocos fans de los Talking Heads aguardarán su nuevo álbum, American Utopia, (Todomundo/Nonesuch Records), disponible a partir de mañana mismo, con el ansia de los viejos tiempos: el trayecto que emprendió Byrne a finales de los ochenta no tenía billete de vuelta, tal y como demostró su trayecto posterior y su rol como musicólogo, empresario y activista durante las últimas décadas.

"American Utopia". David Byrne

David Byrne fue uno de los instigadores más activos en la difusión de las llamadas músicas del mundo durante los años noventa (con su sello Luaka Bop), y al mismo tiempo fue el primero en alertar de su necesidad de reformulación a través de un memorable artículo de opinión publicado en las páginas del New York Times en 1999, provocativamente titulado “Odio la world music”, en el que instaba a superar la mirada anglo-centrista según la cual las sonoridades entendidas desde el exotismo apenas merecían atención, más allá de su funcionalidad como hilo musical, e invitaba a desterrar de una vez por todas la mirada condescendiente hacia aquellos estilos cuya inmersión él había defendido durante años.

Años más tarde, se marcó una de los más apasionantes vademecums éticos y estéticos que cualquier agente musical pueda leer: el fabuloso libro Cómo funciona la música (Reservoir Books), traducido al castellano hace unos años.

Su vuelta ahora mismo con un manojo de canciones nuevas llega casi catorce años después de su último álbum, tras haber colaborado todos estos años con un variopinto elenco de artistas: Brian Eno, Norman Cook (Fatboy Slim) y St. Vincent, entre ellos. Comparte con todos ellos una característica común: esa engañosa accesibilidad que se traduce en ganchos melódicos que siempre deparan alguna inesperada vuelta de tuerca. Esa liviana bizarría que hace que incluso sus canciones más pegadizas tengan hechuras de hit disfuncional, como es el caso “Everybody’s Coming To My House”, escrita a medias con el propio Brian Eno y con la colaboración de Sampha.

Es una más de las colaboraciones de un disco desigual pero frondoso, atípico a la vez que exuberante, en el que las aportaciones de savia nueva (se suman también Jam City y Oneohtrix Point Never) no son una mera coartada para disimular las arrugas de sus 65 tacos, sino contribuciones más que justificadas por un guion contemporáneo.

Tomando también impulso en una serie de charlas bautizadas con el título de Reasons To Be Cheerful (guiño confeso a la canción de Ian Dury), con las que ha estado difundiendo la necesidad de un optimismo universal ante los aciagos días que vivimos, desde Nueva York a Milán, David Byrne se embarca hoy mismo en una gira que anuncia como su espectáculo más ambicioso desde los tiempos del Stop Making Sense de los Talking Heads. Palabras mayores. Así que habrá que estar atentos a lo que nos depare a su paso por el festival Cruïlla de Barcelona, las Noches del Botánico, en Madrid, y por el BBK Live de Bilbao, a mediados del próximo mes de julio.

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