Llega a la cartelera española la nueva película de François Ozon, ganador de la Concha de Oro del Festival de San Sebastián con En la casa.
Como siempre ocurre con las buenas películas, Una nueva amiga deja entrever los cimientos de su discurso desde la secuencia de créditos inicial. Un cuerpo femenino es engalanado para lo que parece su enlace matrimonial (vestido nupcial incluido). Al final de la secuencia, se desvelará que la finalidad de los preparativos es bien distinta, pues hemos asistido a la preparación de un cadáver para su entierro.
El choque de códigos culturales (los preparativos para el ritual nupcial entran en conflicto con los del rito fúnebre) siempre ha atraído a François Ozon, cineasta de afán desenmascarador y desestructurador de los códigos morales de la burguesía francesa (Sitcom, Potiche, Joven y bonita) y genéricos ―jugando, en ocasiones, al transformismo intergenérico (8 mujeres)―, persistentemente preocupado por la arquitectura de sus ficciones (5 x 2, En la casa). Es Ozon, por tanto, un cineasta interesado por la construcción cultural y las pautas de comportamiento sociales.
El juego con las apariencias y la rigidez formal de los ritos presente en la secuencia inicial, anteriormente descrita, será extendido al resto del metraje con un fin discursivo que encamina el filme hacia los senderos de la teoría queer. Consciente de que el género cinematográfico es igualmente fruto de una convención, Ozon transforma un breve relato de misterio de Ruth Rendell en una comedia de meandros dramáticos.
Una nueva amiga es la concluyente afrenta del director contra los roles sociales que el género impone a cada persona como consecuencia de la construcción social que se efectúa a partir del sexo natural. La aparente ligereza con que Ozon aborda tan capital tema denota cuánto ha pulido y perfeccionado el cineasta el trazo y las formas subversivas de su obra desde su irrupción con la traviesamente sarcástica Sitcom.
Su último filme plantea cuestiones de gran dramatismo (el determinismo del sexo biológico en nuestra vida) presentando a la sociedad como un entramado de códigos, normas e imposiciones capaz de cohibir los deseos de sus integrantes, negándoles así toda posibilidad de acceso a la felicidad. Consecuentemente con su discurso, Ozon se sirve de la improbable fórmula del happy end cinematográfico para reivindicar formas alternativas de la familia tradicional, amén de permitir a su protagonista renacer como mujer.
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