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Cotó-en-Pèl: un ‘King Crimson’ en Valencia

En Música, El patio 13 julio, 2022

Óscar Carrera

Óscar Carrera

PERFIL

En lo que respecta a la música de los setenta, sólo hay un Primer Mundo. O bien uno tenía la suerte de haber nacido en Inglaterra o Estados Unidos, o bien se dedicaba al folclore de su región o se convertía en imitador; a lo sumo, en un adaptador. Esta cruda situación cambiaría muy pronto, pero ahora nos interesa el segundo de estos colectivos: el de los admiradores, introductores, copiones del pop-rock.

La desproporción llegaba a extremos impensables. No hablemos ya de Elvis o los Beatles: incluso bandas de movimientos menores tenían sus contrapartes en geografías musicalmente tercermundistas. Hablemos del rock progresivo británico. Hablemos de España. Otro día abordaremos la profunda influencia de una banda como Van der Graaf Generator en la historia del rock italiano. Incluso sería fácil centrarnos en Yes, agrupación que era remedada en los propios Estados Unidos por bandas como Starcastle (Fountains of Light, 1977), Cathedral (Stained Glass Stories, 1978) o los simpáticos Yezda Urfa (Boris, 1975). Grupos y grupúsculos británicos echaban raíces en latitudes insospechadas. Los outskirts de Londres abarcaban el planeta.

Si los estadounidenses querían ser Yes y los italianos, por alguna razón, generadores Van der Graaf, los españoles queríamos ser King Crimson. A nosotros, la languidez y pesadumbre de algunas canciones de la banda liderada por Robert Fripp nos tocaron muy hondo. No tanto las baladas pastoriles, las improvisaciones estruendosas o xilófonos misteriosos, sino piezas dramáticas y solemnes como «In The Wake of Poseidon» o «Epitaph». Estamos cansados de oír que una banda como Triana, capataces del rock andaluz, fueron los King Crimson españoles; que querían ser «como King Crimson», «fusionar el flamenco con King Crimson»; sin detenernos a pensar qué laureles del rock podían percibir en una agrupación que aún en la época tenía dificultades económicas, de formaciones impredecibles, que nunca lanzó un single de éxito y que en materia de ventas se situaba por detrás de otras del mismo género (como Genesis, Yes o Jethro Tull).

Y aun así, Triana no eran los King Crimson españoles. Si un grupo ha merecido el sobrenombre, esos son los valencianos Cotó-en-Pèl. Quizá porque, de cara a la posteridad, ese fue su principal rasgo. La historia del progresivo valencià prefiere hablarnos de Tarántula, Costa Blanca o Eduardo Bort, y no de estos Starcastle de «la tierra de las flores».

En realidad, de los tres temas de su Holocaust (1978) sólo uno, «Lament», recuerda al Islands (1971) de los británicos. Cierto que se trasluce un deje Fripp en punteos y riffs abruptos, y por momentos se decantan por la balada pesada estilo «Epitaph», pero ¿no estamos también en la época del rock andaluz? Mucho más Relayer (Yes, 1974) se capta en algunos recovecos.

La primera canción, «Aura de Sons», tarda en arrancar y más en finalizar. Galopantes guitarras y pausas vocales no garantizan que tenga pies o cabeza, al menos no en su debido sitio. Tampoco llamaremos panacea a la citada «Lament», pero la primera de las dos porciones (extrañamente ensambladas) de la suite «Holocaust», de casi diecinueve minutos, sorprende y convence. Sobre base acústica, el sintetizador y las voces alcanzan una cualidad etérea atípica en la España progresiva del momento. Evoca por un momento a Goblin para, reconozcámoslo, desaguar en un riff y un solo reminiscentes del King Crimson brufordiano. La parte dos es una pizca más convencional.

Cotó-en-pèl

Cartel de la ópera rock que dio nombre a Cotó-en-Pèl.

Cotó-en-Pèl eran Pep Llopis (voces, sintetizadores y el inevitable melotrón), Carles Picó (guitarras), Paco Cintero (bajo y fliscorno) y Vicent Cortina (percusión). Ajenos a la deriva jazzística de la vecina música layetana, no volvieron a editar un álbum. Deben su nombre («algodón hidrófilo») a la ópera rock L’home de cotó-en-pèl, presentada en 1974 en el Teatre Principal de Valencia, donde actuaba Llopis y componía, entre otros, Picó. El tema “Avui com ahir” de Tarántula es otro subproducto de dicha ópera rock, una de las primeras de su género en España, que se proponía una reflexión sobre el hombre y la música contemporánea.

Pese a la muerte del bajista en 1979, el grupo siguió dando conciertos unos años más. Se planeó, pero no se materializó, una continuación de aquel primer álbum para el que, al parecer, tuvieron que rascarse el bolsillo. Gajes del progresivo oficio. Desde luego, la Tomatina no fue merecida. Otra cosa es que se equivocaran si creían que era buena idea imitar a una banda como King Crimson, que cambiaba de formación cada vez que parecía dirigirse a alguna parte. Triana dio con un estilo inconfundible en su debut, y supo explotarlo durante una década. En España, pocos tuvieron el lujo de una segunda oportunidad.

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