Las caricias son esenciales para que los seres humanos construyamos nuestra personalidad, un espacio para aprender a querer y a respetar en condiciones amorosas.
Si existe un órgano imposible de desactivar y que nos provoca sensaciones en todos y cada uno de los momentos de nuestra vida es la piel; Con sus millones de terminaciones nerviosas, nos relaciona con el entorno y con nuestros semejantes y nos permite sentir frio, calor, dolor y especialmente placer.
En esta sociedad en la que vivimos, donde la agresividad y la competitividad son las banderas en nuestras relaciones, utilizar la piel para sentir placer y poder relajarnos hasta unos niveles insospechados siempre es una muy buena elección y, como todo en la vida, la práctica hace maestros.
Cuando conoces a una persona y empiezas una relación, el primer contacto con las manos me parece espectacular, sentir otras manos y jugar con sus dedos, nudillos, palmas, muñecas hace que nos demos cuenta de que se inicia un camino sin retorno.
Los abrazos que siguen a esas caricias en las manos nos proporcionan una mayor cercanía y da comienzo una comunicación que sustituye fácilmente a las palabras. Los hay de tantos tipos, formas y maneras que cada uno puede elegir la presión, la duración y hasta la intención que se pone en cada abrazo.
Descubrir las caricias en la cara, en el cuello, en la nuca, en las orejas, en la cabeza nos lleva a una parte del camino de mayor intimidad y de una profundidad afectiva especial. Pueden ser una puerta de entrada a una maravillosa sensualidad.
Incorporar los labios tanto para acariciar como para ser acariciados es algo indescriptible y de una sensibilidad exquisita. Besar otra boca es increíble, pero recorrer otro cuerpo con los labios forma parte de nuestra esencia como seres humanos.
Y llegando casi al final del camino nos encontramos con las caricias en la espalda, en los hombros y en los brazos, en los pies y en las piernas, el abdomen, todo un acto de sabiduría acceder a estas zonas de placer y entrega absoluta.
Un espacio de caricias, donde perderse proporciona una relajación de otro planeta, son los glúteos, ese lugar olvidado para masajear y que debería ser de obligada visita previa a la meta de las caricias. Terminar con caricias sexuales sin pasar por el trasero sería como comerte la guinda sin saborear el pastel.
Si algún día decides comenzar este camino de caricias hazlo con el suficiente tiempo por delante para disfrutar de la sensación de que las caricias consiguen parar el reloj.
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