Si hay algo que nos ayuda a crecer es abrir la puerta a la aventura, a la sorpresa, a lo imprevisible. En nuestra zona de confort nunca pasa nada. Dejar que la vida nos sorprenda podría hacer que lo impensable se realizase.
Esta semana he tenido la oportunidad de pasar el día con personas que hacía tiempo que no veía. Como sucede en estos casos y, después de recordar momentos del pasado, generalmente divertidos y emocionantes, salen a colación los temas de cómo nos va la vida, qué hacemos, en qué creemos y como pasamos el tiempo, etc.
Cuando acaba ese momento, siento que ha estado bien pasar el rato, pero son personas que ya no están en mi vida, que no ocupan ningún lugar destacado en ella. En un momento compartimos tiempos y espacios, pero después cada uno fue por su lado andando su propio camino.
Soy el único que ya no se dedica a su profesión de antaño y he tenido que vivir una transformación que me ha obligado, de alguna manera, a caminar por lugares cubiertos de misterio, terrenos imprevisibles y personas desconocidas. Esto, lejos de ser un problema o un mal que hay que vivir, me parece, ahora, un regalo tan inesperado, tan increíble y tan bello que desearía poder sentir esto en los próximos años. He de reconocer que no todo el tiempo ha sido así, las dudas, el miedo y la queja también me han acompañado una parte de ese camino.
Vivir este proceso me ha permitido descubrir oportunidades cada vez que me he movido en cualquier dirección, cuando he cambiado de aires, cuando he visitado lugares nuevos fuera de mis espacios habituales. He sentido cómo mi mente se agudizaba y se centraba en aprender y en conocer todo lo que aparecía de nuevo. Tener esa mirada de un niño curioso, que todo llama la atención, me llevaba por lugares inesperados…
Estoy seguro de que mi cerebro ha sufrido los mismo cambios que yo, que ha mejorado sus conexiones neuronales y éstas me están convirtiendo en una persona más experimentada y capaz cada día que pasa.
Cuanta razón tenía Charles Baudelaire cuando nos explicaba que la irregularidad, es decir, lo inesperado, la sorpresa o el estupor son elementos esenciales y característicos de la belleza.
Si llegas a cierta edad, te acomodas con lo que tienes, esperas a jubilarte para hacer aquello que te gusta y algunas veces quedas con compañeros, para hablar de que cualquier tiempo pasado fue mejor… y no buscas la sorpresa, lo inesperado, personas nuevas en tu vida, viajes interesantes y sueños apasionantes, desperdiciamos las capacidades de nuestro cuerpo para rejuvenecerse, adaptarse, vivir aventuras nuevas y tener un estado de ánimo siempre de buen humor.
Aquellos que emplean mal su tiempo son los primeros en quejarse de su brevedad (Jean de la Bruyère)
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