El MoMA dedica una gran retrospectiva a Björk e inicia una serie de conciertos en la ciudad coincidiendo con el estreno de su último álbum, Vulnicura.
Ahora que tenemos tan fresca la noche de los Oscar, podemos volver a decirlo: pocos vestidos se han grabado tanto en nuestra memoria como el vestido cisne que Björk llevaba abrazado (literalmente) a su cuello en la ceremonia de 2001, cuando acudió nominada como compositora de la canción original de Bailar en la oscuridad. Aquel vestido dará, a partir del 8 de marzo, la bienvenida a todos los visitantes en la gran retrospectiva que el Museum of Modern Art de Nueva York (MoMA) le dedica a la “cantante, compositora y música”.
La exposición celebra su lugar singular dentro del arte contemporáneo y repasa toda su obra cronológicamente, desde Debut, su primer álbum en solitario en 1993, hasta Vulnicura, el último de la cantante islandesa, que iba a estrenarse, precisamente, el día antes de la inauguración, el sábado 7 de marzo, cuando empieza su serie de 10 conciertos por distintos lugares emblemáticos de Nueva York (el primero será en el Carnegie Hall), pistoletazo de lo que habría sido El Mes de Björk en la ciudad. Tras filtrarse el pasado mes de enero, Björk decidió publicarlo en internet, pero, por supuesto, la exposición aún guarda secretos, como el videoclip e instalación que han comisionado ella y el Museo de Black Lake, una de las canciones de Vulnicura, un disco que compuso durante y después de la ruptura con su pareja, Matthew Barney. Ha sido, probablemente, lo más duro de toda mi vida, dijo en referencia a esa ruptura.
¿Cómo cuelgas una canción en la pared? Es la pregunta que Björk y Klaus Biesenbach, comisario del MoMA y director del MoMA PS1, llevan haciéndose desde hace tres años. Biesenbach le propuso la retrospectiva a la cantante por primera vez en 2000, pero no consiguió convencerla hasta 2012, porque ella siempre se ha considerado más música que artista visual, a pesar de que su obra diga lo contrario. A lo largo de dos décadas, ella ha desarrollado una práctica altamente colaborativa para visualizar y expresar su música y sus letras, explica Biesenbach, Trabajando con fotógrafos, directores de cine y video, diseñadores, arquitectos, artesanos e inventores, ha cruzado todas las categorías de la alta y baja cultura, digital y analógica, hasta los campos más creativos.
Después del “vestido cisne”, unos instrumentos del anterior álbum, Biophilia, tocando sonidos y temas compuestos por Björk, estarán en el lobby del Museo. Los visitantes recorrerán la exposición con cascos, por los que se oirán canciones y una biografía falsa de la cantante narrada por ella y escrita por el también islandés, Sjón. Cada sala corresponderá a un álbum y a todo lo que rodeó su creación, como vestuario y vídeos.
Por último, la gran joya, la respuesta a esa pregunta que tanto les atormentaba sobre cómo meter la música en un museo de arte, cómo colgar una canción en la pared, es Songlines, la última planta de una estructura construida expresamente para la exhibición por razones acústicas, repleta de altavoces en los que se podrán escuchar los tracks por separado. Una experiencia espacial, casi mística y espiritual de vivir la música. Única. Pero familiar para los fans de la islandesa.
*La exposición se podrá ver del 8 de marzo al 7 de junio de 2015 en el MoMA.
Nadie ha publicado ningún comentario aún. ¡Se tú la primera persona!