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Música

Barry White salvó mi vida

En Vidas salvajes, Música viernes, 12 de septiembre de 2014

Miguel Caamaño

Miguel Caamaño

PERFIL

Todos los hombres aquí presentes, en esta especie de salón cibernético de buen gusto y sin más estridencias que las necesarias que es EL HYPE, hemos querido tener esa voz de fucker que a todas, al menos, les agite por dentro. Barry White la tenía, antes de que decidiese cantar, después de que cantase todos sus himnos y cuando fue un dibujo animado y cuando de repente le habló a su madre un buen día y ésta exclamó: ¡Eugene, ya eres un hombre!

El título de la canción de Fun Lovin’ Criminals del titular sirve para ilustrar perfectamente lo que sentimos cuando suena Love Unlimited Orchestra, esa formación integrada por 40 miembros dirigidos por un orondo señor de pelo estirado, ex delincuente juvenil y víctima del sobrepeso gran parte de su vida.

Barry White dibujó con sus piezas musicales noches imborrables en sábanas de satén de cruceros por las islas griegas, atardeceres sudorosos de afroamericanos que necesitaban darse placer para olvidarse de las miserias de la inner city y orgías de horteras millonarios que no habían descubierto el Viagra.

Empezó emulando al piano las piezas clásicas que escuchaba en la casa de su madre hasta que fue arrastrado por la vida de pandillero de su barrio, el tristemente célebre South Central, a la sazón retratado por John Singleton en la eterna Boyz’n the hood, décadas después. Ello le valió la cárcel tras robar unas llantas que no eran suyas, sino de un Cadillac resplandeciente robado. Y precisamente el dueño de múltiples coches de esta misma marca, Elvis Presley, fue quien le inspiró entre rejas, al sonar Its now or never, el particular  O’ Sole Mio interpretado en 1960 por el genio de Graceland.

Esa canción sirvió para que cambiase de amistades, peinado, rutinas, para así dedicarse ya de manera definitiva a la música. Primeramente, lo hizo con la idea que le rondaba de un grupo femenino al estilo de las Supremes. En el camino que se fue trabando, no sin dificultades, se casó con una de las integrantes de este trío y les puso una banda de acompañamiento apoteósica: Love Unlimited Orchestra, una manera de fusionar lo clásico y lo kitsch de la época. Love’s Theme es el enaltecimiento musical más barroco y, si me apuras, dionisiaco de este sentimiento universal.

Luego le convencieron para que no sólo pusiese su cavernosa voz en conversaciones y en intros, sino que cantase y lo hiciese con esa poética que demostró sobradamente. Otros “gallitos de corral” se enojaban con las temidas comparaciones y subsiguientes agravios al escuchar al tejano criado en Los Angeles decir con esa lascivia Oh baby. Tal y como ocurrió con uno de mis jefes, director de una revista de peluquería, quien me preguntó hace unos años cómo podía gustarme Barry si era un hortera y “para mujeres”.

Me da igual haberlo bailado en verbenas, en discotecas de “listos” y “talibanes del vinilo” o en casa, mientras supero la ruptura de una chica por la que empezaba a sentir cosas. Sea como fuere, Barry White salvó mi vida.

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