Todo cambia, nada cambia, es el lema bajo el cual la sala barcelonesa Apolo celebra su 75 aniversario desde que abrió sus puertas, inicialmente concebida como un parque de atracciones cubierto, pasando por campo para múltiples deportes, llegó a convertirse, a mediados de los 90, en uno de los clubs referenciales de electrónica, con su emblemática fiesta: NITSA. Desde entonces, por su cabina han pasado más de 5.000 dj’s invitados. La sala (2) llegó en 2006, con una ampliación tanto de aforo como de oferta musical, y en 2018 llegó la última reforma con la apertura de La (3).
Son muchos los motivos de su celebración, y qué mejor forma de hacerlo que a través de un singular documental, en clave de humor, con invitados estelares que han formado parte del crecimiento de la cultura de club en la ciudad, haciendo de la sala Apolo un lugar especial para muchas generaciones. El casting cuenta con caras conocidas de la televisión y el cine catalán, entre los que destacan Francesc Ferrer, Miqui Esparbé, el dúo cómico Venga Monjas o el guionista y humorista Carlo Padial. Además de dj’s, periodistas y figuras ilustres como Óscar Broc o Javier Blánquez, forman parte de este atrevido documental dirigido por el guionista y director de cine Marc Crehuet, a quien tenemos el big pleasure de entrevistar.
¿Cuándo nació el documental Apolo: La Juventud Baila?
Nació de un encargo de Alberto Guijarro, el director de la sala. Estaba preparando el 75 aniversario de Apolo con una exposición y un libro y me contactó para hacer el documental.
¿Por qué decidiste el recurso de falso documental?
La única consigna que me dio Alberto es que no fuese un documental al uso, de bustos parlantes.
Para enfocar el tema de una manera original, se me ocurrió la idea del falso documental y a Alberto le encantó. Estuve trabajando con Juan González (cineasta) distintos argumentos posibles, pero ninguno me acababa de convencer. Finalmente se me ocurrió juntar todas las ideas que habíamos tenido en la historia del documentalista que lucha por llevar a cabo un documental sobre la sala.
Hay cierta reivindicación del humor en este documental, ¿qué has querido transmitir a través de este homenaje? ¿Por qué el uso del humor?
El humor siempre está presente en todo lo que escribo. Me permite mantener una distancia sobre mí mismo y sobre la realidad que me rodea. Para mí es el mejor género para la reflexión crítica.
¿Piensas que este homenaje es también una llamada a una forma de salir compartida, aventurera, de igual a igual, que se está perdiendo?
Puede que sí, no lo sé. Lo que está claro es que es un homenaje a una generación de melómanos y amantes de la noche que hemos crecido con la sala. No sé si se está perdiendo nuestra manera de salir, lo que sí sé es que salgo (salimos, en general) mucho menos que antes. Con cuarenta y un años, empiezo a sentirme algo ajeno a algunas de las nuevas tendencias musicales. Me cuesta conectar con el trap y el reggetón.
¿Qué te llevó a elegir a los invitados? ¿Cuál fue tu criterio de selección?
Fue muy personal. Óscar Broc o Javier Blánquez, por ejemplo, son periodistas que había leído y admirado durante muchos años, ya que descubría muy buena música con sus críticas y artículos. Aproveché la oportunidad para conocerles en persona. Por otro lado, son eruditos de la cultura musical popular y representan a esta generación de la que te hablaba, los que vivimos el primer Sónar, el primer Primavera Sound… el auge del indie y la electrónica de finales de los noventa.
¿Qué ha significado esta sala para ti?
Para mí la sala Apolo ha sido un espacio de descubrimiento musical, de fiesta (siempre algo canalla) y de encuentro con personas con inquietudes parecidas. Soy de esas personas que necesitan conectar con la música para pasarlo bien de fiesta y Apolo siempre ha sido una apuesta segura en ese sentido.
¿Alguna anécdota que compartir?
Hay muchas, aunque la mayoría de ellas aparecen brumosas en la memoria. Pero sí podría destacar una noche en la que me quedé un par de horas encerrado en el lavabo de la antigua sala 2 para no encontrarme con mi ex.
¿Qué crees que la hace tan especial frente a otras salas de Barcelona?
El riesgo musical y el elegante criterio de programación por un lado y, por otro, el look decadente y misterioso de la propia sala, con esas enormes arañas que cuelgan del techo y esa luz roja.
Visto el caso de Apolo, ¿cómo crees que serán los clubs del futuro?
Ni idea. Visto lo visto con la reivindicación de reggetón, que era un estilo musical que odiábamos muchos de nuestra generación y que nunca nos hubiésemos imaginado que pudiese ser cool, puede pasar cualquier cosa. Lo veré de aquí a unos cuantos años cuando mi hijo tenga edad para salir por ahí.
¿Qué esperas de este documental? ¿Hacia dónde te gustaría llegar?
Su estreno en el IN-EDIT fue un éxito, pero no esperaba que lo comprase Movistar Plus, así que estoy más que contento con el recorrido que está teniendo.
¿Hacia dónde te estás encaminando en tus nuevos proyectos?
Tengo un guion de largometraje para rodar el año que viene y una obra de teatro que se estrenará también en 2020 en la Sala Beckett de Barcelona.
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