Aspiro a cambiar mi contrato con la emoción de la alegría. No quiero un contrato basura y a tiempo parcial, sino un contrato indefinido y permanente.
Me gusta. Sí señor. Me encanta la alegría, la propia y la ajena y si es posible en grandes dosis, nada de una cosita bien ¡no! un verdadero y enorme chute.
Me surge cuando obtengo una ganancia en este toma y daca que mantengo con el entorno, en las relaciones por las que transito; una nueva amistad, un nuevo proyecto, un gran desafío… Es como una sensación de amplitud que mejora mis posibilidades en todos los aspectos de la vida. Generalmente me produce alegría sentirme querido y reconocido, también cuando alaban mi forma de ser (¡vaya.. no recuerdo cuando fue la ultima vez!). No problem. Lo que sí está claro es que la alegría tiene un componente que me ayuda a relacionarme mejor, que potencia estados y actitudes constructivos y positivos aunque las cosas no hayan salido como esperaba y mejora la salud a ritmos endiablados.
Sin embargo, en ocasiones, me siento como si tuviera un contrato a tiempo parcial con tal magnánima emoción. Siento que muchas veces dejo surgir la alegría como fruto de un acontecimiento pasajero, cada vez que me toca la lotería, cuando estoy con mis amigos, cuando consigo algo deseado, cuando… Pero no consigo hacerle caso a Aristóteles cuando decía “La alegría es el significado y el propósito de la vida, el sentido de la existencia humana” sino que Sócrates me entendía mejor cuando decía que “Si usted tiene una buena vida será feliz. Si usted tiene una mala vida será filósofo”. Me resulta difícil hablar de lo que estoy escribiendo y no ponerme a llorar….. ¡En fin!
Y así es. La alegría se siente cuando se da, cuando se ofrece y cuando se comparte con aquellos que quieres. Y cada vez que doy voy dejando cosas importantes en el camino, voy aligerando. ¡Que razón tenía Don José! Sí, Ortega y Gasset, cuando decía que alegría y aligerar venían de la misma raíz etimológica. En la medida que hacemos nuestra vida más ligera la producción de alegría aumenta más que proporcionalmente. Por lo tanto, no solo la nuestra, sino que también la de los demás, porque ¿quién quiere estar con alguien que está siempre triste?
Deseo un contrato indefinido y permanente con la alegría, que sea una tendencia vital y no un estado esporádico de conciencia, que vivir sea una alegría y que ayude a mi cuerpo a segregar endorfinas, oxitocina, serotonina, feromonas, dopamina… Toda la química posible para transportarme a un estado de ánimo gratificante y amoroso.
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