Si Aki Kaurismäki no es el cineasta finlandés más conocido de la historia poco le falta. Y, ojo, también uno de los directores europeos con una filmografía más sólida a sus espaldas –tiene varias obras maestras es su haber. Maestro de la comedia y el drama minimalista, con un pie puesto en el cine mudo y otro en el efecto de distanciamiento de Bertolt Brecht en clave costumbrista, Aki Kaurismäki nos hace la vida mejor con sus películas.
Su último filme estrenado El otro lado de la esperanza(2017) es una historia sencilla con el drama de los refugiados de fondo que, sin sermones ni moralinas, toma la forma de un canto humanista a la solidaridad. Para todos aquellos que no conozcan la carrera de Kaurismäki, o simplemente, quieran recordar algunos de sus mejores momentos, proponemos una mini-guía para entrar en su mundo.
Primeros pasos: Calamari Union (1985)
Fue su segunda película como director y toda una declaración de principios. Rodada en blanco y negro, se trata de una pieza maestra de humor absurdo sobre una especie de clan mafioso que realiza todo tipo de extraños encargos. En ella están presentes varias de las obsesiones de su director: aparecen varios de sus actores fetiche (Matti Pellonpää o Timo Eränkö), su fascinación por el rock and roll y los diálogos marcianos, o esa puesta en escena mínima.
Amante del rock and roll: Leningrad Cowboys Go America (1989)
Su primer gran hit fuera de Finlandia y una de las comedias más alocadas y divertidas de la década de los ochenta. En ella, Kaurismäki parodia y satiriza el mundo del rock and roll aunando, aunque suene paradójico, crueldad e inocencia. Y también un poco de fascinación por la tierra que vio nacer el rock. El personaje del avaro y embustero manager que guía a los Leningrad Cowboys por los Estados Unidos, interpretado por un inolvidable Matti Pellonpää, es una de las creaciones más sonadas del director de Ariel.
Su película más desoladora: La chica de la fábrica de cerillas (1990)
El filme más demoledor, en lo emocional, de Kaurismäki. Una historia que se fija en los dramas clásicos del cine mudo sobre personajes maltratados por la vida. Sin ir más lejos, su protagonista, interpretada por Kati Outinen (actriz fetiche del finlandés), parece un trasunto moderno de la Lillian Gish de Lirios rotos. Outinen pone cara a una obrera solitaria que será tratada con crueldad por sus familiares y por su amante. Harta de la situación, decidirá vengarse. Un veneno para ratas será su arma.
Obra de madurez: Nubes pasajeras (1996)
Cuando superaba ya los quince años en activo, Ari Kaurismäki firmó una de sus obras más redondas. Y una película que, formalmente, ha marcado su cine hasta la actualidad: esas historias de fondo triste pero llenas de comicidad que, al final, acaban bien, el hieratismo de los actores, y ese diseño de producción y cromatismo minimalista. Nubes pasajeras sigue la crisis existencial y laboral de un matrimonio (ojo a unos excelentes Kati Outinen y Kari Väänänen) que se queda sin trabajo y todo su –divertido- via crucis hasta que vuelve a ver la luz.
Espíritu capriano: El Havre (2011)
A propósito de El Havre, Aki Kaurismäki comentó en diversas entrevistas promocionales que el mundo real ya le parecía suficientemente triste, y que por ese motivo había decidido, años ha, que todas sus películas acabarían bien. Un halo de esperanza y un happy end atípico al más puro estilo Frank Capra, presentes en esta historia sobre un niño africano que llega de forma ilegal a una pequeña población costera francesa. Allí será acogido por un anciano aspirante a escritor, que se gana la vida como limpiabotas y por los vecinos de un barrio obrero.
Actualizado el 6 de agosto de 2022.
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