Otras dos películas en la competición de la 82ª Mostra de Venecia que son un vivo ejemplo de la variedad que contempla la selección del festival son la estadounidense A House of Dynamite a las órdenes de Kathryn Bigelow, un thriller militar de oficinas; y la taiwanesa Nühai (Girl), el debut en la dirección de la prolífica actriz Shu Qi sobre un drama social y familiar.
Considerada como el cierre de la trilogía bélica tras En tierra hostil (The Hurt Locker, 2008) sobre la guerra de Irak y La noche más oscura (Zero Dark Thirty, 2012) sobre la de Afganistán, A House of Dynamite contempla un escenario futurible, una crónica anticipada de lo que podría ser el final de los finales: un conflicto nuclear a un par de botones rojos de distancia. Esta vez no estamos sobre el terreno polvoriento de los conflictos que Estados Unidos exporta a Oriente Medio, estamos en los despachos gubernamentales del imperio norteamericano.
A House of Dynamite (Kathryn Bigelow, 2025)
El conflicto se desarrolla principalmente en estancias ultratecnológicas copadas de dispositivos que van dando aviso de los avances de una amenaza de ataque cuyo origen es desconocido. Dieciocho minutos de margen para reaccionar que se extienden en casi dos horas de película narradas sucesivamente desde dos puntos de vista diferentes. Un dilema parecido al que se recrea en Trece Días, la gestión política de la Crisis de los misiles de Cuba, pero esta vez con mucho menos tiempo. Protagonizada por Rebecca Ferguson como alto mando de Inteligencia e Idris Elba como presidente de la nación, la película es un ejemplo de maestría del suspense militar, impoluta desde el punto de vista de la recreación canónica del género: cada emplazamiento, cada tipo de personaje, cada efecto de sonido, cada variación en el ritmo de la edición; y precisamente también por eso, la sensación de que no muestra nada que no hayamos ya visto.
Pone sobre la mesa la paradoja de una situación defensiva a nivel planetario que destruiría el mundo en un abrir y cerrar de ojos, pero no hay reflexión profunda sobre cómo se ha llegado a ese punto ni qué otro planteamiento cabría. Carece de un alma que habite este magnífico ejercicio formal.
Nühai (Girl) (Shu Qi, 2025).
Por su lado, la taiwanesa Nühai (Girl), dirigida por Shu Qui, la actriz ganadora de dos Golden Horse, aquí en su debut tras las cámaras, habla de otro tipo de amenaza planetaria más cotidiana e intrincada en la vida ordinaria: la violencia machista y familiar. Con una dirección de fotografía exquisita y algunos devaneos visuales que juegan en muy contadas ocasiones con lo onírico, cuenta la infancia de una niña marcada por la precariedad material y emocional. Sus fugaces referencias a Alicia en el país de las maravillas y a Le Ballon rouge declaran cierta intencionalidad lúdica, mientras que, en contraste, la historia es profundamente desalentadora.
Su forma de contarnos el mundo de la pequeña es muy diferente a la estructura clásica narrativa, no hay un desarrollo de conflicto lineal que requiera un desenlace, aunque lo haya, la película avanza de manera acumulativa, ahondando más y más en las capas de fallas emocionales, familiares y sociales que hacen de la vida un lugar miserable incapaz de repararse a sí mismo y donde solo queda la huida como liberación.
Ambas películas representan dos maneras tan diferentes de entender el cine que es saludable contrastarlas. Una habla de una amenaza inminente de destrucción de la vida total; la otra de una destrucción de la vida de forma gradual. La hegemonía cinematográfica estadounidense parece haber llegado hace tiempo al agotamiento, pero sigue siendo tan efectiva y estamos tan hechos a ella que es imposible dejar de admirarla. Afortunadamente, también existen otros horizontes, otras formas de estructurar los relatos y pensar el cine.
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