Remember de Egoyan, Skolimowski con 11 Minutes y la china Behemoth marcan lo mejor de la sección final del festival. Decepciona Laurie Anderson con su demasiado personal Heart of a Dog.
En los últimos días del Festival de Venecia se han visto obras muy distintas por temas y estilos utilizados, mientras que a menudo la estructura formal ha sido el eje principal sobre lo que construir relatos de fuerte impacto emotivo.
Behemoth del director chino Zhao Liang ha traído al concurso una obra muy original y de potencia visual, un documental insólito que como estilo recuerda algunos de Herzog. Describe con imágenes de gran belleza formal el despiadado aprovechamiento del trabajo y de la vida del hombre, así como la destrucción de la naturaleza a causa de la explotación minera en China.
Behemoth es un monstruo de la mitología oriental, destructor de montañas; Es el símbolo de la presencia del infierno sobre la tierra. Liang lo utiliza junto a citas de la Divina Comedia dantesca como alegoría para guiarnos en un viaje, que empieza con la vida en la minas más profundas (el infierno), pasando por las fábricas y las fundiciones de hierro (el purgatorio), para terminar en ciudades inmensas, pero casi desiertas, que la especulación inmobiliaria china ha creado en los últimos años. Un paraíso artificial donde no hay casi vida.
A lo largo del metraje, donde el texto es mínimo, perviven en el ojo del espectador las cristalinas imágenes de paisajes desérticos e industriales, de caras y cuerpos desgastados por el duro trabajo y por las enfermedades, y cielos convertidos en escenarios de polvo y fuego. Una desconcertante e impactante mirada que nos lleva a examinar por dentro una realidad poco conocida en occidente.
No menos original por motivos diferentes la perturbadora 11 Minutes del polaco Jerzy Skolimowski. Como siempre ocurre con este gran director, la experimentación visual y la capacidad de originar emociones, gracias al simple impacto de la imagen y a un montaje preciso y efectivo, se convierten en recursos para captar la mirada del espectador y proporcionar un sin fin de emociones de gran intensidad.
Esta vez 11 minutos pertenecientes a diferentes historias individuales se entrecruzan durante 80 minutos. Skolimowski opta por una gestión del tiempo narrativo no lineal sino con repeticiones y enganches insospechados. El tiempo sin embargo, aunque puede ser manipulado por el cine, es inexorable y tiene un principio y un fin. El desenlace, muy impresionante, es el resultado de todo esto tras haber conseguido transmitir en cada imágen, en cada plano, una tensión tremenda, una sentido fuerte de inseguridad, como si en cualquier momento pudiera ocurrir algo sorprendente y trágico, gracias al admirable uso de los efectos de sonido. El resultado es una película tensa, en momentos casi onírica e insostenible, pero muy controlada y que se queda en equilibrio entre un análisis original de la angustia moderna y un simple ejercicio de estilo.
La importancia de la memoria ha sido, por lo contrario, el tema central, como lo recuerda el mismo título, de Remember de Atom Egoyan. Ante todo, la memoria comprometida por la edad, de un hombre anciano, Zev (un penetrante y conmovedor Christopher Plummer), que viaja por Estados Unidos y Canadá a la búsqueda de un criminal nazi asistido por las indicaciones de un compañero judío del asilo desde donde se escapa. Pero también la memoria del Holocausto, cuyo recuerdo en nuestros días está comprometido y del que la película de forma metafórica quiere avisarnos.
Tras dos obras poco logradas, Egoyan vuelve con una más sugestiva, que guía al espectador, gracias a un estilo narrativo claro y muy eficaz, a lo largo de un road movie con desenlace sorprendente. Quedan todavía lejos los grandes logros de sus largometrajes de los años noventa –donde forma y contenido se unían de forma casi milagrosa. No obstante, la manera de retratar al personaje principal y relatar los diferentes momentos del viaje son de lo mejor visto en este festival.
Sugestivo también el debut del cine venezolano en la Mostra. Con su primer obra Lorenzo Vigas demuestra tener un gran talento visual y la capacidad de enfocar con acierto el retrato de una soledad humana sumida en la incapacidad de perdonar a la figura paterna. Desde Allá, interpretada por el actor fetiche de Pablo Larraín, el chileno Alfredo Castro, cuenta la historia de Armando, un hombre de media edad que no consigue relaciones con la gente y que es atraído por jóvenes de la calle que lleva a su casa para satisfacer sus deseos sexuales. Con uno de ellos establece un relación que, de forma imprevisible, va evolucionando hasta un final bastante sorprendente.
El uso del formato panorámico y de primeros planos situados sobre fondos muy desenfocados, aporta una estilo peculiar al film, en perfecta armonía con el argumento; Es como si el mirar más allá se redujera a ver siempre de lejos un mundo que nunca consigue mostrarse de forma esclarecedora, dejando borrosa la verdadera naturaleza de la realidad y la de los seres humanos que la viven.
Heart of a Dog de Laurie Anderson es una película-ensayo que quiere explorar de forma muy personal, conectando momentos autobiográficos a temas tan generales, complejos, y digámoslo, muy delicados, como el amor, la muerte el lenguaje y la sociedad actual.
La artista estadounidense pone al centro de esta reflexión, basada en imágenes de todo tipo (película 8 mm, stop-motion, grabaciones desde móvil, digitalización de la imagen y de dibujos de la misma Anderson), a su perro Lolabelle, su infancia, la muerte de la madre y especulaciones sobre la filosofía budista y el libro de los muertos tibetano utilizando además, de forma increíblemente superficial, el pensamiento de Kierkegaard y Wittgenstein. El resultado son 75 minutos insoportables de auto celebración, por medio de historias y teorías (contadas en off por la misma realizadora) solo aparentemente sugestivas, pero que, sobre todo en la segunda parte del film, son solo redundantes, previsibles y pretenciosas y que hacen difícil terminar el visionado sin tener una sensación de cansancio y tremendo aburrimiento.
Decepcionante también, ha sido el cuarto largometraje italiano en competición, Per amor vostro de Giuseppe Gaudino. La excelente interpretación de Valeria Golino no fue suficiente para valorizar una película que mezcla diferentes recursos visuales dentro un lenguaje muy contrastado, pero también tremendamente caótico. El realizador napolitano consigue solo en algunos momentos reflejar por medio de la forma (a menudo al borde del formalismo) el calvario de Anna. Una mujer que vive como presa –en el caos de Nápoles– entre el miedo, el deseo de amor y una familia que no entiende, dominada por un marido que a escondidas se dedica a la usura. Gaudino pone demasiada carne al fuego y termina por ofrecer una obra bastante estéril.
Fuera de concurso, a parte el anodino y poco interesante documental sobre Brian de Palma, De Palma (Noah Baumbach y Jake Paltrow), ha destacado, aunque sin convencer del todo, la última obra de Arturo Ripstein, La calle de la amargura. Como ya nos ha acostumbrado en cincuenta años de carrera, estamos frente a la enésima galería de irreductibles perdedores que el director mexicano, como pocos, sabe retratar con dureza y brutalidad, y que al mismo tiempo son capaces de atraernos como de darnos fuerte repulsión.
Dos viejas putas ingenuas, pero también egoístas, y una madre que no duda en ningún momento en aprovecharse de sus dos hijos enanos, gemelos y famosos luchadores, son los personajes de la película realizada en un álgido blanco y negro y caracterizada por una cámara que se mueve constantemente, pero con lentitud, a lo largo de espacios angostos y casi siempre en penumbra.
Pese a tener algunos momentos muy logrados, la película resulta desigual y no una de las mejores de Ripstein, con una primera parte bastante floja y demasiado detallista al describir el entorno y los personajes, y una segunda más eficaz como estilo y gestión de la fábula.
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