Tommy Lee Jones dirige y protagoniza un western de reciedumbre fordiana, de compacta belleza y sensibilidad.
Clint Eastwood acuñó su propio valor en la historia del western crepuscular, conjugando a su peculiar manera el pathos y el ethos, ya fuera en una coriácea expresión facial o en un arriesgado equilibrio entre el honor, la nostalgia y el hastío. La buena noticia es que la personalidad de Tommy Lee Jones, como actor y director, ha situado su discurso en un terreno inexplorado, el paisaje al que nos transporta Deuda de honor (The Homesman, 2014) se halla en los dominios de la intrahistoria íntima del lejano y salvaje Oeste, un escenario anterior a la Guerra Civil, donde con un realismo tan vivo como poco amanerado compartimos bajo nuestra propia piel el dolor, la valentía y el coraje de sus personajes, en una reflexión madura sobre las pioneras que también conquistaron el Oeste.
A partir de la novela homónima de Glendon Swarthout, de quien Robert Rossen adaptó otra historia itinerante, Llegaron a Cordura (1959), Tommy Lee Jones consigue marcar su propio hito, a la manera de los grandes, convirtiendo el respeto a las claves del género, y a la fidelidad histórica bien documentada, en una invisible filigrana para llegar a un resultado inédito. La transgresión y el reto al western tradicional parten de una mirada lúcida y, sobre todo, de una renovada perspectiva feminista, imprescindible para narrar una historia de mujeres, primeras víctimas de las duras condiciones de una nueva vida de prosperidad, a las que se cobró un alto precio en el camino: la miseria, los abusos, la mortalidad infantil y, en Deuda de honor, la salud mental de tres mujeres, la noruega Gro Svendsen (Sonja Richter), maltratada por su marido, Arabella Sours (Grace Gummer), en duelo autista por sus bebés y la atónita parricida Theoline Belknap (Miranda Otto).
Junto a Tommy Lee Jones, un maduro buscavidas, y convertida en un pilar del sentido del deber, Hillary Swank compone un personaje memorable, que colabora a crear una pareja protagonista de enorme química, sin trucos de guion ni diálogos previsibles. El coraje de la granjera de Nebraska Mary Bee Cuddy (Swank) hará posible que el trío desahuciado invierta su trayecto y que este western rompa la tradición, abriéndose camino al este, en un viaje nunca extento de la dureza y las dificultades a las que se enfrentaron los pioneros. La veracidad de lo mostrado, la autenticidad que transpira cada secuencia o la empatía con que se tratan la enfermedad mental y la solidaridad, se suman a la fluidez del discurso en el que todo lo que se cuenta parece nuevo, en que la evolución a un registro más complejo es orgánica; el respeto a las mujeres y su papel en la conquista del Oeste obvia lo épico para honrar lo íntimo, sus necesidades y sus propios sueños.
Tommy Lee Jones borda un personaje que parece sacado de los Bocetos californianos de Bret Harte, un Ben Rumson de Paint your wagon (1969), que acaba siendo consciente de que el mérito no es sobrevivir sino, a la manera de la ejemplar Mary Bee Cuddy, mantener los valores y la civilización en las peores circunstancias.
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