Adieu au langage, del director más veterano, y Mommy, del más joven, no temen al riesgo y comparten el amor al cine.
Por contra, The Search, de Michel Hazanavicius, ha sido una estéril incursión en el género bélico de nuestra historia reciente, que tantas obras ha prodigado en los últimos años.
Estos films-denuncia, que incluyen víctimas, verdugos y política internacional de oídos sordos al drama, que echa mano al bolsillo para decidir injerencias, antes que proteger los derechos humanos ya cuentan en su lista con la del director de The Artist, que nada aporta de nuevo. La película está protagonizada por Berenice Bejo, excelentes actores rusos y una Annette Benning, que más que para actuar parece incluida para dar un toque de compromiso cool, por su parte, el director confesó haberse basado en la del mismo título dirigida por Fred Zinneman en 1948, e inevitablemente, en la atmósfera soldadesca de Full Metal Jacket.
En Chechenia invadida por Rusia, tres hermanos (una adolescente, uno de nueve años y un bebé) se separan tras el asesinato de sus padres, iniciando la mayor la búsqueda para reunirse de nuevo. Algún toque de sentimentalismo, buenas intenciones de denuncia de la funcionaria de la Unión Europea a sus superiores (lo peor del trabajo de Bejo), descripción del ejército ruso, métodos de reclutamiento y embrutecimiento…, todos estos elementos forman parte del guion, que no escatima ni un tópico.
Al fin, dos impresionantes películas dirigidas por personalidades que tienen en común la valentía, la inteligencia y la visión artística. Jean Luc Godard ha demostrado una vez más que su obra (a los 84 años) evoluciona sin fin. Lejos de otros grandes directores que se imitan a sí mismos (y tenemos buenos ejemplos en este #Cannes2014), él tiene el talento que necesita de la transgresión para expresarse, trabaja con la complicidad de la técnica y la experimentación formal para seguir reelaborando su discurso en las historias que narra. Aquí vi el 3D más bizarro, que no alardea sino provoca, ¿qué es el arte sino insolencia y rebelión?
Xavier Dolan no necesita lecciones de transgresión a sus 25 años. Mommy es hermosa, osada, potente, profunda, innovadora y ha sido jaleada por la prensa sin la reverencia ante un dios sino con una gran sonrisa de agradecimiento por tanta emoción arrolladora y sorprendente. Es imposible dejar de preguntarse de dónde saca Dolan esa madurez con que describe situaciones y personajes, el amor por todos ellos y su compasión sin complacencias.
La energía con la que filma esta historia de adolescente conflictivo y la relación establecida entre este, su madre y una buena vecina se contagia al público, confinado por deseo del director canadiense a verla en un ratio de 1:1, como podría ser una pantalla de móvil gigante, para que nos concentremos, hasta que él mismo dice basta, en un juego de complicidad y distanciamiento a la vez, entre los que nos encontramos a ambos lados, separados por la pantalla, la “ficción” y la “realidad”.
El director de J’ai tué ma mère teme, según nos comentó, a la alfombra roja, a la reacción del público, pero también confesó que jamás tiene miedo de contar una historia, y eso es evidente. Valentía además hay que tener para reconocer que su gran inspiración es Paul Thomas Anderson, pero sobre todo Gus van Sant, de quien comparte la aproximación visual y emocional, así como esa permisividad para adentrarse en digresiones solo por razones emotivas. Así de claro lo dejó.
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