El retorno de un campo de concentración en Phoenix es un renacer; los pescadores coreanos acaban hasta con el apuntador en Haemoo y los etarras negocian (o dialogan) bajo la supervisión de Cobeaga en Negociador.
La jornada ha empezado con la película alemana Phoenix, dirigida por Christian Petzold, que aborda con sobriedad el retorno de una joven judía del campo de concentración, hallándose superviviente y única heredera de su familia. Enamorada aun del marido que la traicionó, duda entre instalarse en Palestina o reencontrarse con él, como hace finalmente, aunque su rostro desfigurado y reconstruido hace imposible que la reconozca.
Nelly es interpretada por Nina Hoss, protagonista también del anterior film del director, Barbara. El melodrama discurre con elegancia y una naturalidad que traspasa el límite de lo anodino, con el talento para no provocar el aburrimiento, pero no lo suficiente para convertirse en memorable. Petzold plantea la cuestión de la identidad desde las primeras secuencias donde Nelly aparece con el rostro vendado, su operación de reconstrucción, en la que ella insiste en ser como antes y no como los rostros de las bellezas de moda, la falta de reconocimiento de su marido y la aceptación de una nueva etapa (nuevo rostro, descubrimiento de la traición y riqueza inesperada).
El cine coreano ha estado representado por Haemoo, dirigida por Shim Sung-bo. Lo que comienza como un film social sobre pescadores en crisis, plagados de deudas y hundidos en la desesperación, se desvela como una tragedia iniciada por el transporte de inmigrantes ilegales y continúa como una espiral de violencia, en la que no queda títere con cabeza.
El noventa por cien del film transcurre a bordo del pesquero, donde la pequeña tripulación acoge con humanitarismo a su carga, para a continuación, debido a un accidente, seguir con la ocultación de los cadáveres sin el menor escrúpulo y acto seguido con la eliminación de los testigos. Una historia de amor por medio, bien encajada, personajes bien definidos, como el del capitán frío y expeditivo o el del más joven de los marineros y una trama absorbente, caracterizan a Haemoo como un film muy correcto, al que no hallamos ni un solo agujero en el guion. No en balde su director, Shim Sung-bo, es un reputado y premiado guionista y es ganador de una Concha de plata por su película Crónica de un asesino en serie (2003).
Por otra parte, Borja Cobeaga ha estrenado el film Negociador, interpretado por Ramon Barea, Josean Begoetxea, Carlos Areces y Oscar Ladoire. La aproximación humorística a las negociaciones con ETA para el cese de la lucha armada es un ocurrente alegato al sentido común, que pone el foco en los impedimentos más banales para alcanzar un acuerdo, en la importancia de las relaciones personales, el talante de los interlocutores y la ridiculización de ciertos aspectos, como el empecinamiento en no resolver cuestiones terminológicas enconadas, que en otro idioma se traducen con la misma expresión.
El resultado de Negociador es irregular, con un buen punto de partida, pero con altibajos, que gana mucho con la participación de Barea y las escenas de negociación ante el mediador extranjero, pero que pierde altura con la exagerada caracterización de Areces, por ejemplo. Sin abandonar la vocación de farsa, la película acierta con la desinhibición argumental, pero no alcanza la cualidad necesaria para ser un film de referencia.
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