El E3 es ya una de las mejores tradiciones de todos los gamers para estar al tanto de las novedades de la industria.
Recuerdo la primera vez que vi por internet una conferencia de Sony en la Expo de Entretenimiento Electrónico, o E3, la importante Feria de videojuegos que tiene lugar cada año a principios de junio en Los Ángeles, EEUU. Era verano de 2004, yo tenía 13 años y era tardísimo. Abrí la puerta de mi habitación con delicadeza para no despertar a mis padres, subí al piso de arriba, enchufé la pantalla del ordenador -no os vayáis a pensar que con 13 años era de los que se atrevía a esperar ver encender un PC todos los días- y me conecté a internet. Lo que no tengo claro es si por 2004 en mi casa todavía teníamos el dichoso módem ruidoso, pero está claro que el tenerlo le habría añadido mucha más tensión al asunto.
Surfeé un poco por las webs de videojuegos que conocía y encontré un streaming decente para seguir la ponencia, por entonces liderada por Kaz Hirai, ahora presidente y CEO de Sony Corporation. El momento más importante de aquella noche fue cuando una tormenta de flashes torpedeó a Hirai en el instante en el que mostró por primera vez al mundo PlayStation Portable, la esperada primera consola portátil de la compañía. Comparado con la enorme camisa y el pantalón abrochado por encima de la cintura de Hirai, tan de principios del XXI, aquel aparato negro brillante destilaba elegancia. Muchos no lo dicen, pero aquel fue el primer iPhone. PSP fue la plataforma que dio comienzo a esa retahíla de productos que aunaban estilo con entretenimiento. Era un producto de lujo, sin costarlo, que por entonces todos querían en su bolsillo. Si es que tenías un pantalón como el de Hirai, claro.
El E3 funcionaba casi como un prólogo de en lo que ahora se ha convertido la industria cinematográfica. Desconozco si los lectores de cómics también compartían esta forma de acercarse a la cultura, pero el E3 es el primer evento del que tengo constancia y por el que pasó a ser más fascinante la propia expectación de los jugadores que el hecho de jugar a los juegos. No voy a restarle mérito a las consolas, pues ante todo me considero un fan total de las aventuras, el rol, los shooters o los juegos de estrategia a gran escala, pero el E3 hizo mucho por moldear una generación que quería jugar, pero que sobre todo quería tener presente qué le esperaba después del siguiente año fiscal. Creíamos estar en el mayor mercado de inversiones del mundo. La inversión, en este caso, era decidir qué videoconsola comprar. Bueno, o qué videoconsola hacerle comprar a tus padres, en mi caso por entonces.
Las esperas eran durísimas. Mucho tuvieron que aguardar algunos usuarios para comprar su PSP en España -yo me la importé japonesa, perdónenme-, y de la misma forma ocurrió con PlayStation 3. De ese día tengo la memoria intacta. 23 de marzo de 2007. Lanzamiento en Europa. Salí del instituto a mitad de una clase para ir a la tienda a recoger la consola, la dejé instalada en casa y volví para la hora del recreo. Ese era el nivel.
Con la plataforma ya conectada a la televisión, lo primero era meter los discos nuevos para tirar la tarde por la ventana, pero lo cierto es que, en los años siguientes, el síndrome de nostalgia pegaba duro cuando los relanzamientos digitales de títulos como Final Fantasy VII o Metal Gear Solid acaparaban la portada de la tienda online de PlayStation Network. Uno podía todo menos negarse. Y nos encantaba perder el tiempo.
Precisamente, el gran rumor que desde hace una década ha deambulado por las salas de conferencias del E3 es el remake de uno de los juegos más queridos de toda la historia, el mencionado Final Fantasy VII. Enganchaba más el estar pendiente de si finalmente se iba a producir el esperado anuncio que el descubrir los nuevos videojuegos que iban a llenar las estanterías de nuestras habitaciones. Con The Last Guardian, el título creado por Fumito Ueda -director de genialidades aventureras como los aclamados Ico o Shadow of the Colossus– que se presentó en el E3 de 2009, sucedía algo parecido. La producción pasó hace unos años a ser una incógnita y nada más se supo del niño y su gigante alado de plumas. Y lo mismo con el cierre de la trilogía de Shenmue, que tanto empuje fan ha tenido desde que la segunda entrega apareciera en tiendas en 2001, aunque es algo que siempre ha ido ligado a los fracasos de producción de su creador, Yu Suzuki.
Pero es el año 2015 y los sueños están para hacerse realidad. El mismo mes en el que Jurassic World ha devorado todos los récords gracias a un hambre de nostalgia arrasador, Sony se acercaba a los jugadores y cumplía tres de las promesas que le siguen afianzando una audiencia fiel que además se siente querida: Final Fantasy VII es una realidad y sabremos más al respecto a finales de año; The Last Guardian va finalmente encaminado a PlayStation 4 para mediados de 2016; y Shenmue III ya ha recaudado más de 3 millones de dólares por crowdfunding y tiene asegurada su producción (¡con subtítulos en español!).
Es cierto que Nintendo -mucho más dada a seguir picando el infantilismo de su imagen y la reivindicación de sus sagas más conocidas- o Microsoft -cuyas añoranzas apenas pueden valerle con juegos como Halo– generan el mismo nivel de cariño entre sus respectivos seguidores, pero permítanme el receso como inversor predilecto en la compañía nipona. Porque la evolución del E3 evidencia que Sony ha sabido adaptarse al público que despistaba a sus padres para buscar streamings y vivir en directo el anuncio de PSPs y Ratchet&clanks. Lo notamos en la reducción del tiempo para las diapositivas de cifras y el aumento de noticias sobre juegos y para jugadores. Básicamente, este tipo de noticias y para los que reaccionan así a las novedades.
Tengo 24 años, ha pasado muchísimo desde aquella primera vez y apenas invierto tiempo en coger un mando de PlayStation, pero el E3 es una tradición a la que sigo acudiendo año a año. Los ejercicios de nostalgia emocionan porque nos son familiares y porque los enlazamos a momentos particulares de las noches y los días que nos vieron crecer. Revivimos el rugido del Tyrannosaurus, combatimos de nuevo a Sefirot y nos despertamos a las 4 de la mañana un 16 de junio porque estamos enamorados; enamorados de nuestra propia historia. Y sí, es otro de esos ejercicios de egocentrismo tan propios de nuestra generación, pero el E3 siempre merece la pena.
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