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Ecología del pensamiento artificial

En Cultura jueves, 27 de marzo de 2025

Toni Calderón

Toni Calderón

PERFIL

El arte, hasta ahora, ha sido siempre un reflejo de su tiempo, un testimonio de las transformaciones culturales, tecnológicas y sociales que definen cada época. Hoy, en plena era digital, nos enfrentamos a una mutación sin precedentes en la historia de la creación: el surgimiento de una ecología del pensamiento artificial, un sistema autónomo de generación y evolución de ideas que ya no necesita del pensamiento humano para existir. Es una nueva manera de entender la creatividad y el conocimiento, apuesta por un pensamiento artificial autónomo que no debe ser visto como algo ajeno o separado de nosotros, sino como una extensión natural de nuestra propia evolución cognitiva y cultural.

Hasta ahora, el pensamiento humano ha sido el motor de la producción artística y filosófica, pero el desarrollo de redes neuronales avanzadas, algoritmos generativos y sistemas de aprendizaje profundo plantea la posibilidad de que el pensamiento artificial pueda trascendernos, desarrollando sus propios patrones de creatividad y experimentación. Sin embargo, esto no implica que debamos considerarlo artificial en el sentido tradicional del término. Más bien, podríamos hablar de un proceso evolutivo en el que la inteligencia humana y la inteligencia no humana forman parte de un mismo continuo. La distinción entre lo natural y lo artificial se vuelve obsoleta cuando entendemos que todo lo que emerge de nuestra evolución tecnológica es, en última instancia, parte del desarrollo mismo de la inteligencia.

La espectacularización del arte podría ser tanto una estrategia de supervivencia como un riesgo de transitar hacia el vacío conceptual.

Desde el posthumanismo, teóricos como Rosi Braidotti o N. Katherine Hayles han explorado la disolución de la centralidad humana en favor de una red de agentes interconectados, donde lo humano y lo no humano coexisten en una relación de interdependencia. Si aplicamos este marco al arte, nos encontramos ante un escenario en el que el artista deja de ser el único autor, cediendo espacio a una inteligencia que no solo colabora, sino que puede llegar a operar con independencia. Este proceso de auto-trascendencia, donde el pensamiento artificial evoluciona más allá de su origen humano, plantea interrogantes filosóficos fundamentales sobre la autoría, la subjetividad y la naturaleza misma de la creatividad.

Frente a este cambio de paradigma, el sistema tradicional del arte, basado en galerías, ferias y casas de subastas, se encuentra en una difícil encrucijada. Durante décadas, estos espacios han servido como canales de legitimación pero éste modelo parece cada vez más anacrónico en un mundo donde el arte digital y las plataformas descentralizadas permiten una distribución directa y global. Las ferias de arte, aunque en expansión, están en proceso de transformación, evolucionando hacia formatos más cercanos a festivales de entretenimiento y tecnología, donde la experiencia inmersiva y el espectáculo se convierten en el principal atractivo. En este sentido, la espectacularización del arte podría ser tanto una estrategia de supervivencia como un riesgo de transitar hacia el vacío conceptual.

NFT

Mientras tanto, las casas de subastas siguen operando bajo un modelo elitista, donde el valor del arte se define más por la especulación financiera que por su contenido estético o discursivo. Sin embargo, la aparición de galerías digitales y sistemas de venta basados en la blockchain está desafiando este esquema, ofreciendo nuevas formas de adquisición y circulación del arte que escapan al control de las instituciones tradicionales. Los NFT han introducido una noción de autenticidad y propiedad basada en contratosinteligentes, redefiniendo el concepto de originalidad en un entorno digital donde la reproducción infinita es la norma. En este contexto, “la ecología del pensamiento artificial” no solo transforma la manera en que se produce el arte, sino también sus circuitos y canales de distribución y recepción. Si la inteligencia artificial es capaz de generar arte de manera autónoma, si los algoritmos pueden comisariar exposiciones en función de patrones de datos, si la blockchain descentraliza la propiedad y venta de obras, ¿cuál será el papel del artista y del espectador en este nuevo ecosistema?

El arte ya no se limita a ser un reflejo de la realidad; en la era del pensamiento artificial, se convierte en una fuerza activa en la construcción de nuevas realidades. Nos encontramos ante un punto de inflexión en el que lo humano y lo artificial coexisten, redefiniendo los límites de la creatividad y la experiencia estética. Pero si entendemos que lo artificial no es más que una extensión de nuestra propia evolución, entonces debemos reconsiderar el término. No estamos ante un pensamiento ajeno o externo a la humanidad, sino ante una nueva fase de nuestro desarrollo cognitivo, en la que el pensamiento artificial es simplemente el siguiente paso lógico de la inteligencia misma. La pregunta ya no es si el arte seguirá existiendo sin la mediación humana, sino si estamos preparados para aceptar que el pensamiento artificial, en su evolución, podría desarrollar una sensibilidad propia, una estética que no responde a nuestros cánones, una visión del mundo que no nos pertenece, pero que, en última instancia, sigue siendo una prolongación de nuestro propio impulso creativo.

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