En un intento por escapar de su marido maltratador, Gal, una basurera, coloca a sus dos hijos pequeños, Rihanna y Benin, encima de su carro y atraviesa São Paulo para guarecerse en casa de su prima. Mientras sortea los peligros de las calles, tranquiliza a los niños haciéndoles creer que se embarcan en una emocionante aventura. Al llegar, son recibidos con calidez, lo que les ofrece un breve momento de alivio. Sin embargo, lo que al principio parece un refugio seguro pronto se revela como una trampa. Gal no tarda en darse cuenta de que no solo está en juego su propia seguridad, sino también el futuro de sus hijos.
Esta es la historia que se cuenta en La mejor madre del mundo, película dirigida por Anna Muylaert y estrenada en la 75ª Berlinale, donde tuvimos la oportunidad de entrevistarla a ella y a la actriz protagonista, Shirley Cruz. La maternidad es uno de los temas por los que es reconocida la directora, que los ha tratado en varias películas, destacando Madre solo hay una (2016) y La segunda madre (2015), que ganó el Premio del Público Panorama 2015 en la Berlinale. Charlamos con Muylaerts en el Berlinale Palast, donde la encontramos con los ojos aún brillantes, a pesar del intenso día.
EVA PEYDRÓ: ¿Podríamos decir que tu última película cierra una trilogía sobre la maternidad?
ANNA MUYLAERT: Sí, pero mostré a más madres antes… pero sí, supongo que sí.
E.P.: ¿El papel de las madres en la sociedad es tan importante?
A.M.: Creo que es el papel más importante del mundo. Pero como estamos en una sociedad dirigida por hombres, no se toma en serio. ¿Qué quiero decir? Si te vas a casar por la iglesia, tienes que hacer un curso con el cura. Si vas a ser enfermera, tienes que hacer un curso. Si vas a ser profesor y trabajar con niños, tienes que hacer un curso de cuatro años. Pero si tienes 17, 18, 20 años y vas a ser madre, ¿qué tipo de ayuda tienes? Ninguna. Y además, las madres son el portal de la sociedad. Todo el mundo pasa por este portal. Tal vez, si pudiéramos ocuparnos, al menos, de orientar un poco, el desarrollo de los niños, o el papel de la madre, tal vez, podríamos mejorar mucho más rápido, porque cuando el niño llega a la escuela, puede que ya esté malogrado.
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Seu Jorge y Shirley Cruz en La mejor madre del mundo.
E.P.: Y es un gran argumento, pero también una carga.
A.N.: Sí, porque cada madre está sola. Todas llevan sus carros, solas. Sabes, tal vez si pudiéramos llegar, por ejemplo, a las ciudades. Creo que, en siglos, tendremos ciudades, construidas de manera que vivan diez madres, cada una en su casa, pero teniendo la posibilidad de trabajar o quedarse con 10 niños, en una comunión más colaborativa. Porque perdemos dinero, perdemos tiempo, lo perdemos todo. Los niños están con el iPhone todo el tiempo, porque no tienen otros niños para jugar. Quiero decir, la sociedad masculina está construida de una manera que no es para los niños ni para las madres.
Y, ya sabes, mi obsesión por esta figura es mi obsesión por la educación, por la humanidad en definitiva. Creo que estamos enfermos y quizá ésta sea una forma de mejorar, cuidando de las madres. Pero necesitamos mujeres en la política y esto llevará algunas décadas o incluso siglos. Reorganizaremos todo desde la perspectiva de la gran educadora, que es la madre.
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Shirley Cruz y Anne Muylaert en la première de su película.
E.P.: ¿Hay algo personal en su película? ¿Cuáles fueron los primeros pasos en su génesis?
A.M.: Sí. Cuando vine a Berlín hace 10 años con La segunda madre y la película fue un gran éxito, me hice famosa y di muchas entrevistas… Como en la película Anatomía de una caída, mi vida colapsó y tardé 10 años en rehacerme. Y quería hablar del abuso, no sólo de la ofensa, de la falta de respeto, ya sabes, porque cuanto más crecía mi nombre, más me faltaban al respeto. Fue así.
E.P.: ¿Y cómo se llegó a eso?
A.M.: Ya sabes, todo el mundo a mi alrededor no podía soportar el hecho de que yo tuviera éxito, que me convirtiera en una voz en la que la gente estuviera interesada. Ya sabes, una mujer con voz será supervisada.
E.P.: ¿En el ámbito profesional también?
A.M.: No, no en la profesión, pero sí en cuanto a la gente cercana. Más en la vida personal.
E.P.: Eso es doloroso.
A.M.: Aún más hiriente. Sí, sí. Y entonces, ese fue mi primer paso en este proyecto. Luego vino la investigación y la imagen de la madre con el carro. Cuando supe de esas mujeres, que tenían a sus hijos en el carro, esa imagen me abrumó, y luego empecé a hacer la trama. Y ya sabes, cuando ella va a la policía, es la primera escena, no la última. Y luego, es la historia de la autoestima, de la belleza de la autoestima, que es algo de lo que me di cuenta cuando me hice famosa, que yo no tenía. Porque me educaron para no tenerla. Y entonces me di cuenta de mi fragilidad. Es decir, yo era una gran profesional (esa es la clave), pero seguía siendo una niña. Y eso era muy humillante, había una guerra dentro de mí. No puedo ser grande y soy madre…, ya sabes, así que me llevó 10 años y es hermoso que vuelva aquí con esto.
E.P.: Encontraste el equilibrio.
A.M.: Sí.
La sociedad masculina no está construida para los niños ni para las madres.
E.P.: Hay un ciclo de violencia como modelo de dominación, pero también de sumisión, y se repite dentro de las familias. Como una maldición, porque es un modelo de comportamiento, lo muestras en tu película. ¿Crees que es posible romper esa estructura tóxica?
A.M.: Sí. La madre tiene que tener autoestima para romperla y también responsabilidad, porque lo que vemos normalmente es a una mujer maltratada con los niños, pero prefiere el matrimonio y luego sigue la violencia. Estas son las madres cobardes, pero si una madre elige la responsabilidad de la siguiente generación, entonces sale de ese ciclo.
E.P.: Hay esperanza en el diálogo final, cuando la niña le dice a la madre: «Tenía miedo de decir esto, pero él me asustaba». Eso significa que ha roto algo.
A.M.: Sí y también perdona a la mare.
E.P.: Es algo importante.
A.M.: Sí, porque arrastra a la familia con ella.
E.P.: ¿Cómo cambiams ese entorno tóxico?
A.M.: En primer lugar, hay que ser consciente de la situación y enseñar a las niñas también a poner límites. Creo que hay que empezar desde bebés. Shirley (Cruz) tiene una hija de dos años y la forma en que le habla es: eres guapa, eres fuerte, y además tiene un marido muy respetuoso. Esto es muy importante. De niño, ves a tu madre siendo respetada o no siéndolo.
E.P.: Existe la falsa percepción de que las mujeres de un determinado origen social o sin estudios sufren más maltrato.
A.M.: No, eso es mentira. O yo diría más bien lo contrario. Creo que en un nivel de vida acomodado hay más abuso, las mujeres son aún más humilladas, porque tienen mucho que perder.
E.P.: ¿Aún aprendiste algo durante el proceso?
A.M.: Sí, fue un proceso de curación para mí. Fue muy duro, me habían faltado mucho al respeto y luché. Quiero decir, gané autoestima, confianza en mí misma luchando contra los que me faltaban al respeto, incluidas las mujeres.
E.P.: Shirley está increíble en la película. ¿Cómo fue el proceso de casting?
A.M.: Hicimos pruebas. Teníamos un director de reparto con mucho talento, Gabriel Domingues, que también ha hecho la película de Gabriel Mascaro (O último azul, en competición). Ha hecho las dos. Tiene mucho talento e hicimos pruebas y todo el mundo era tan maravilloso…
E.P.: Habías trabajado antes con Shirley.
A.M.: Sí, en un pequeño papel.
E.P.: ¿ Y qué nos dices de Seu Jorge, que interpreta al marido?
A.M.: Es un de los mejores actores. Aterrador, es increíble. Creo que estará en mi próxima película también.
E.P.: ¿Puedes contarnos algo sobre tu próxima película?
A.M.: Es una película basada en una canción de Chico Buarque, que es uno de mis grandes. La canción es «Genie e o zepelim». Es la historia de un horror, que tiene lugar en el Amazonas.
E.P.: ¿Habra música suya en la película?
A.M.: Habrá música, pero todavía no sé mucho.
Así pues, nos despedimos de Anna y damos la bienvenida a la sofisticada presencia de Shirley Cruz, que con su colorido mono de satén ofrece un beneficioso contraste con la imagen más invernal de un Berlín nevado, telón de fondo de la 75ª edición del festival.
E.P.: En primer lugar me gustaría felicitarte por tu brillante actuación y también saber cómo conseguiste el papel.
SHIRLEY CRUZ: No fue suerte. Fue mucho trabajo. En primer lugar, déjame decirte que mi carrera empezó con una película, Ciudad de Dios [Fernando Meirelles, Kátia Lund, 2002]. Mi trabajo es como un mosaico, porque como mujer, como mujer negra, muy, muy oscura, tienes poco tiempo en pantalla. Y si quieres contar historias profundas, necesitas tiempo en pantalla. Y me gustaría decir que no eliges el arte, sino que el arte te elige para hacer lo que haces. Pero yo soy muy persistente y soy casi fastidiosamente positiva y estaba segura de que Gal llegaría. Colaboré con Anna en Business Women’s Club, y para entonces ya nos habíamos hecho grandes, grandes amigas. Y quiero decir que odio la palabra pruebas para un papel, porque siempre significa que lo estás intentando. Y no lo estoy intentando. Fui allí para conseguir el papel de Gal, y eso es lo que hice. Me contrataron. Y esto es genial para mí, como mujer, como mujer negra, tener la oportunidad de hacer lo que quería hacer.
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Shirley Cruz tras nuestra entrevista en la 75ª Berlinale © El Hype.
E.P.: Ese papel era muy exigente físicamente, ¿cómo se preparó para ello?
S.C.: Primero, quería tirar del carro. Si no tiro del carro, no puedo hacer la película. Necesitaba sentir dolor. Necesitaba esta humillación tirando de un carro que pesa 200, 300 kilos, aproximadamente. Luego hice una preparación en el gimnasio, también muy importante estéticamente. Trabajé con una culturista, que se llama Gal Martins. No me extraña que se llamara Gal [risas], es una mujer negra, gorda, y que hace un trabajo de preparación centrado en el culturismo, comparando este cuerpo humano con el cuerpo de los animales. En la conversación, llegamos al búfalo. Entonces, mi cuerpo forma ya parte de este animal.
E.P.: ¿Fue una idea de Anna?
S.C.: No, no. La idea de este animal es de Gal Martins. Anna conocía el trabajo de esta mujer y se inspiró en ella. Yo no la conocía. Y tuve una reunión con ella de menos de tres horas. Y al final de esa reunión me puse enferma, tuve que interrumpir mi trabajo de preparación, porque tenía COVID.
E.P: ¿Pagaste de alguna manera un peaje emocional por interpretar ese papel?
S.C.: Sí. Hay un coste emocional en el proceso. Cuando terminó, el último día de rodaje, fue genial. No soy Gal, solo estaba trabajando, como quitarse un peso de encima, ¿no? Nunca he estado en una favela, nunca he sido pobre, nunca he estado en la calle. Siempre tuve mucho amor. Estoy casada desde hace 11 años con un hombre maravilloso. Tengo una hija hermosa, maravillosa y en el pasado he sufrido un intento de feminicidio, hace mucho tiempo. Sí, pero ya pasó. No hago terapia, lo haría, sé que es algo bueno, pero a nivel preventivo. Y utilicé todos esos ingredientes también para Gal, pero cuando volvía a casa después de rodar, siempre tenía que estar maravillosa, disponible, feliz. No podía dejar que se me notara nada. E hice algunas madres muy maravillosas, en el cine, en la televisión, en las series. Pero interpreté a Gal como una madre de verdad. Y realmente no se puede decir que no a eso.
“La mejor madre del mundo” se estrenó el 15 de febrero en la sección Berlinale Special.
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