Cuando la directora Payal Kapadia llegó a Cannes en el pasado mes de mayo, no era la primera vez que estrenaba allí ni la primera que tocaba el palmarés. La cineasta india ya había ganado el Golden Eye en 2021 con su película A Night of Knowing Nothing y había estrenado mundialmente su primer corto, Afternoon Clouds, en Cinéfondation. La carrera de Kapadia arrancó en Mumbai, donde sigue filmando, y estudió dirección en el Film & Television Institute of India, en Pune, al cual curiosamente solo fue aceptada en el segundo intento.
La luz que imaginamos (All We Imagine As Light, 2024), ganadora del Gran Premio del Jurado en el pasado festival de Cannes fue la primera película india en Sección Oficial en treinta años, y la más distribuida en el mundo de esa nacionalidad. Esta bellísima obra, estéticamente tan evocadora, donde la música y la imagen envuelven la historia de tres amigas, sedujo al público de la Croisette y su carrera sigue firme hacia los Globos de Oro y los Independent Spirit. La película alterna tres lenguas de las 22 oficiales de la India (marathi, hablado por 73 millones, malabar, por 35 e hindi, con 344 millones de hablantes) reflejando la realidad y la dificultad de encontrar tu lugar en una sociedad tan compartimentada como la de este país-continente. Mumbai es todo un mundo, frenético, superpoblado, donde todo va deprisa, donde confluyen quienes buscan su propia oportunidad, y este grupo de personajes, trabajadores del mismo hospital, muestran en sus vidas como enfermeras, cocinera o médico, su propia lucha por la cordura, por la estabilidad y por sus sueños.
Payal Kapadia nos concede esta entrevista durante su gira de promoción, a su paso por España, cuando se ha conocido hace unos días que India no ha elegido su película para representar el país en la próxima edición de los Oscar. Con mucha energía, simpatía, dulzura y asertividad, la aclamada directora nos habla con entusiasmo de La luz que imaginamos.
EVA PEYDRÓ: El proceso de escritura y preproducción de tu última película se alargó durante cinco años. ¿Qué cambios fuiste incorporando? ¿Cómo evolucionó el proyecto?
PAYAL KAPADIA: Cuando empecé, también estaba haciendo otra película al mismo tiempo, que era un documental. Y creo que el proceso de trabajo en esa película me ayudó mucho a entender cómo quería rodar ficción. Así que con el tiempo incorporé gran parte de ese proceso en esta película en particular y también tiene mucho de documental.
La paciencia es importante y sobre todo en el caso del cine. En La luz que imaginamos enfatizas la importancia del paso del tiempo, su ritmo. ¿Qué recursos utilizaste para revelarlo?
Sí, en la primera parte, la acción transcurre a lo largo de varios días en Mumbai, las secuencias y las escenas son mucho más cortas, mientras que en la segunda parte, todo transcurre durante un único y largo día fuera de la ciudad. Y la intención, al menos en mi caso, era que te sintieras atemporal, un poco como en los sueños, cuando no sabes muy bien qué hora es.
Tu película revela un compromiso social con la realidad, la situación de las mujeres, el acoso inmobiliario… pero a la vez, el conflicto se expresa de un modo poético. ¿Cómo consigues ese equilibrio entre compromiso y arte?
No sé muy bien, pero lo intento del modo más honesto posible (ríe), se trata de cuestionarse siempre, constantemente, quién eres y cuál es tu posición como cineasta y todos esos temas que nos rodean en el mundo en que vivimos. La verdad, es algo para lo que no tengo una respuesta real porque es algo que siempre estoy intentando, y esperando llegar al lugar correcto.
Estéticamente, algunos encuadres son como pinturas, por su composición, la profundidad de fondo… crean una belleza muy peculiar. ¿Es para ti una opción primordial?
Me encanta la belleza. Creo que la belleza tiene un valor muy importante en nuestras vidas. Y, eh, también quiero hacer que parezcan bellas cosas que normalmente no lo son. Para mí, la belleza de las cosas cotidianas es lo que me emociona. Y también creo que la belleza es una forma de hipnotizar al público para que vaya más al cine. Pero también puedes hablar de la política social que quieras, porque puedes hipnotizarles con la belleza y luego golpearles con tu política.
También los hipnotizas con el sonido, el sonido de la ciudad, la bellísima banda sonora envolvente. Cuéntanos cómo fue el proceso de elegir la música de Emahoy Tsegué-Maryam Guèbrou, la talentosa compositora etíope. Sería muy positivo que también fuera un descubrimiento musical para gran parte del público de La luz que imaginamos.
En realidad, antes no conocía su música. Fue mi editor Clément Pinteaux quien me introdujo en ella, porque él sabía que me gustan, ya sabes, esas composiciones que no son muy complejas en su instrumentación. Así que me dijo: hay una pianista que deberías escuchar. Y tiene un toque occidental, pero también una escala pentatónica, que es muy oriental. Así que pensé que era una gran mezcla, realmente buena para mí. Cuando la escuché me quedé completamente hipnotizada. Es increíble y su corpus de trabajo es tan hermoso…, por eso sentí que iba bien con el romance y traté de usarlo como un motivo en cada ocasión en que la pareja está en el plano.
Respecto al uso de tres lenguas en tu película, supongo que quisiste enfatizar la dificultad de comunicación y de integración para ciudadanos de un mismo país que se desplazan ¿refleja eso la realidad?
Es la realidad. En la India tenemos tantos idiomas… y en Bombay se oyen mucho, porque es una ciudad de migración, donde llega gente de todas partes del país. Así que quería representar eso en la película. Pero también es una forma de hablar de lo que hacen las grandes ciudades con la gente, pueden ser alienantes porque no hablas la lengua dominante. Pero por otra parte, también puedes tener tu propio idioma y poder crear privacidad en un espacio público. Por ejemplo, la pareja puede decirse cosas muy sexys en su propio idioma y de esa manera puedes crear un espacio privado.
En tu película, las protagonistas son tres mujeres, retratadas con gran sensibilidad, pero curiosamente, sus conflictos parten de los hombres, que no tienen tanta visibilidad. Ellos son como satélites, pero impulsan los problemas que las angustian. Prabha, con un marido ausente en Alemania, que sin embargo la acecha de algún modo y un pretendiente que debe rechazar; Anu, enamorada en secreto de un musulmán y amenazada por un matrimonio arreglado; y por último, Parvaty, la más mayor, arrostrando las consecuencias de la falta de previsión de su marido fallecido, quien la ha dejado sin casa. Creo que va más allá de una historia típicamente india.
Tienes mucha razón. De hecho, lo has dicho de la mejor manera posible. Para mí, los hombres que causan los problemas son los que están fuera de la pantalla, no los ves en la película. Y es de eso de lo que yo quería hablar. Incluso cuando no están allí, el sistema es tal que las mujeres se sienten prisioneras de algunas decisiones de los hombres. Exactamente. Es como una persecución. Sí. Sí. Sí. Sí, exacto. Son como fantasmas que no se van. Yo quería tener cierta empatía con los hombres que están en la pantalla porque, ya sabes, incluso los hombres sufren el patriarcado. Así que no quiero dividir el mundo en binarios, porque es más complejo que eso.
El éxito de La luz que imaginamos ha sido clamoroso en todo el mundo, en festivales pero también en su carrera comercial. ¿Cuál fue la recepción de la película en tu país?
Se estrenó el 22 de noviembre y fue bastante bien. Pero, por desgracia, en India siempre hay un montón de películas locales, de grandes presupuestos, así que los exhibidores siempre tienen un poco de miedo de reservar películas. Nos fue bien en las grandes ciudades, pero con las otras proyecciones no nos fue tan bien. Estoy intentando tratar de reestrenar este viernes, con un verdadero empujón por la nominación a los Globos de Oro, así que, vamos a ver…
¿Cómo te tomaste no ser seleccionada por tu país para los Oscar, al no considerar tu película bastante “india”?
No lo entiendo, porque ¿qué es la India? India es un país muy grande y tenemos muchas formas de pensar diferentes. Así que para mí, esa afirmación es un poco…, yo no lo entiendo. La película está atrayendo mucha atención en el extranjero, tenemos muy buenos distribuidores en Estados Unidos que están haciendo todo lo posible, así que creo que está bien.
¿Sería posible que ese modo en que el cine indio se cierra en sí mismo, esa limitación, condujera, en algún momento, a tu exilio creativo?
Por ahora no creo que eso vaya a suceder. Nunca se sabe lo que depara el futuro.
Nos despedimos de Payal Kapadia, que en los próximos meses puede dar la campanada en los Globos de Oro, con una película honda y sensible, que bebe en Kawase y Weerasethakul para filtrar su propio estilo, empapado de Oriente y Occidente. Formada en Mumbai, pero seleccionada en Berlinale Talents Program, la Residencia de Cinéfondation Cannes y PJLF Three Rivers Residency en Roma, ganadora del FIPRESCI con su corto The Last Mango Before Monsoon, Kapadia ya ha demostrado ser una creadora sin límites.
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