Al ritmo que vamos con el uso de las tarjetas de crédito y de las transacciones con el smartphone, en pocos años no sabremos lo que es una moneda.
En estas pasadas fechas de fin de año y principio del nuevo, he tenido más tiempo para estar en casa y disfrutar de los anuncios de la televisión, eso sí, de 7 en 7 minutos en los múltiples intermedios de cualquier programa, bien sean entre-películas o entre-debates políticos.
De la persona que más he disfrutado, en estos tiempos de desconexión, ha sido Doña Carmina Ramos, madre del actor Paco León con el constante bombardeo del insufrible anuncio de Twyp. No, no. No vamos a hablar de Twyp porque ya hemos tenido bastante y dudo que exista alguien en todo el país que no sepa lo que es. Lo que me ha impactado de este anuncio es lo que puede suponer a corto plazo el uso habitual de este tipo de app´s para el pago entre particulares.
Es cierto que en este país y según fuentes del Banco de España, el número de tarjetas de crédito y de débito en el 2013 ya suponían 70 millones de unidades, lo que había llevado a un considerable descenso en el uso del dinero en efectivo.
Así, sin pensar mucho y a bote pronto, estaremos totalmente controlados por alguien, quien sea. Ya lo estamos, al menos cibernéticamente, pero hasta ahora, nos podíamos tomar un café y gastar 1,10 € sin que nadie nos controlara. Del mismo modo, también sabrán con quién, cuándo, cómo y dónde hemos hecho y compartido cualquier transacción que hayamos realizado con el Smartphone.
Nuestra economía sumergida pasaría a mejor vida. Todas las transacciones estarían sujetas al pago de los impuestos. No podríamos vender ni comprar un coche, una bicicleta o el chupete del niño entre particulares sin pagar el impuesto correspondiente. Los gobiernos estarán encantados de aflorar todo el dinero negro de la economía y además de manera nominativa, nada de anonimatos como hasta ahora.
Los aparcacoches de la ciudad, los que señalan el aparcamiento libre, los saltimbanquis de los semáforos y todo los que piden en la calle tendrían que llevar un datáfono para cobrar las diferentes propinas y limosnas, que estarían sujetas a impuestos, of course.
Desaparecerían los ladrillos y los colchones donde las personas normales guardan el dinero en efectivo ante cualquier eventualidad que pueda surgir.
No quiero imaginarme a mi padre teniendo que pagar todo lo que compra cada mañana para desayunar con el móvil, cuando tiene mil problemas para poder poner un whatsapp, pero tampoco me imagino quedarme sin batería o sin cobertura teniendo que pagar el billete de avión a Berlín.
¿Dónde quedará nuestra libertad cuando nos quedemos sin efectivo en las manos? ¿ y la intimidad?
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