Vístete para recoger un Oscar como si te diera igual, como si en vez de premiarte como diseñadora de vestuario, te reconocieran el mérito al mejor disfraz de rockera trasnochada.
Dijo que le faltan centímetros y que le sobran kilos como para ponerse un vestido de fiesta y pisar con garbo la alfombra roja. Por eso, Jenny Beavan, la diseñadora de vestuario que ha ganado un oscar por su labor en Mad Max, se plantó en la gala con lo primero que sacó de la maleta -pantalones anchos, camisola y fular- y remató su look desaliñado con una chupa de cuero bastante chula, que combinada de otro modo, hubiera sido una magnífica declaración de intenciones. Entrando al trapo -nunca mejor dicho, hablando de moda-, el gesto me parece snob: precisamente una diseñadora de vestuario si de algo sabe es de transformar fisonomías con telas y retales. Con todo, Beavan no fue la peor vestida de la gala… hubo serias candidatas a ese dudoso honor, que no se premia con una estatuilla.
Bowie-nuestro-que-estás-en-los-cielos se revolvería seguramente en su tumba al contemplar el “homenaje” que perpetró la diseñadora de vestuario de Carol, Sandy Powell. ¿Qué les ocurrió esa noche a las que, teóricamente, controlan el arte de la aguja y el dedal?
La guionista de Carol, Phyllis Nagy, llegó disfrazada de Diane Keaton. En serio, ¿qué se habían tomado los del equipo de esta película?
Menos mal que Cate Blanchett, la protagonista del film, arregló el entuerto enfundada en esta complicada fantasía floral en verde pastel de Armani. ¡Porcelana pura!
Betty Missiego habría estado fantástica con este Marchesa de tul ombreé, blanco y violeta, con floripondios y con aberturas. ¡Que no nos falte de ná! Heidi Klum estaba mortal de necesidad.
También de Marchesa, Sofía Vergara, con un vestido anticuado y más digno de una gala de Miss Universo que de unos Oscar.
Jared Leto se lió: el clavel se lleva en otro ojal, querido. Será de Gucci pero su esmoquin parece el uniforme barato de un azafato de congresos.
La cómica Amy Poehler le pidió a Nathalie Seseña el vestido que la española lució en los Goya, ¿os acordáis?
¿Y a mí que la fantasía cobriza de Orlando Jones, con sus plumas estampadas, resulta que hasta me gusta?
“Proporciones erróneas” debería ser el lema del vestido que lució Charlize Theron: tirantes bizarros, escote exagerado, problemas de fitting bajo el pecho… Parece una vigilante de la playa de gala.
Leo hizo esfuerzos titánicos -ja, ja, ja- para no criticar la elección de Kate, un Ralph Lauren marrón metalizado, dos términos que son un verdadero oxímoron estético.
Cuando Helena Bonham-Carter se ausenta de la alfombra roja, ella es la rara oficial de la fiesta: Rooney Mara acertó con un complicado Givenchy de esos que no causan pelusilla en el ombligo… porque lo dejan al aire.
Finalmente, está la elegancia y luego, Charlotte Rampling. La mejor de la noche con un Armani Privé impecable y adecuadísimo. Aunque supongo que Jenny Beavan opinaría que está ridícula, según sus estándares.
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