La moda está pasada de moda. Lo dice y se queda tan pancho. Porque tiene razón. Escuchar a Miguel Adrover es asistir a una lección magistral que, probablemente, ninguna escuela de diseño estaría dispuesta a acoger, para no amedrentar a sus alumnos. Suerte que FAD y Mazda se han dado la mano para programar en Mazda Space (Barcelona), el ciclo “Out of Metrics”, en el que participan a lo largo de 2016 unos cuantos creativos que se han ganado el reconocimiento mundial operando fuera de las métricas mercantilistas.
Cada palabra del modisto mallorquín es dinamita en los cimientos de una industria que, considera, bien podría desaparecer mañana mismo, dada la desconexión total de la moda del entorno sociopolítico que la rodea.
La de Adrover es una carrera marcada por el compromiso, el talento y la libertad. Llegó a colaborar con Alexander McQueen y recibió, incluso, el premio Perry Ellis, el más prestigioso de los EEUU en materia de moda. A la vez, su trayectoria está estigmatizada por una fecha desafortunada, el 10 de septiembre de 2001. Un día antes del atentado contra la Torres Gemelas en Manhattan, el diseñador presentó una colección con tintes arabizantes, inspirada, como su anterior desfile, en la indumentaria y la arquitectura propias del Magreb. A partir de ahí, polémica, refugio en Luxor, vuelta a Mallorca, rumores sobre ofertas de grandes maisons que rechaza… En este tiempo, lo único seguro en Adrover es la fidelidad a sus propios instintos y la apuesta por la moda sostenible.
Él, que seguramente es el modisto español más importante del cambio de siglo, sigue siendo un desconocido para muchos. ¿La razón? Su denuncia sobre algunas de las realidades incómodas del negocio de la moda. Este sector hoy me da vergüenza -ha explicado en Barcelona–, porque nadie refleja lo que está pasando en el mundo, como los miles de refugiados, las guerras, las desigualdades. El diseñador se pregunta por qué, a diferencia de en otros campos, en la moda no hay apenas espacio para intelectuales que la analicen con espíritu crítico. El motivo, apunta, la mercantilización del talento. Cuando murió, Picasso dejó de pintar, se acabó Picasso -ha sentenciado durante su ponencia-; eso no pasa en la moda: Chanel, Yves Saint Laurent y otros muchos siguen viviendo. Lo hacen, según él, a costa del talento ajeno, que debería, en su opinión, crear sus propias marcas en vez de plegarse a los deseos de las grandes.
Desde 2012, cuando cosió toda una colección con prendas recuperadas de sus antepasados o de su propio armario, Adrover no ha mostrado sus creaciones en shows al uso. ¿Cuándo y cómo será su regreso?, le han preguntado en múltiples ocasiones. Él guarda silencio pero también da pistas. Vive rodeado de animales y confiesa que trabaja con las materias primas que de ellos obtiene. Sangre, es una de las palabras que pronuncia quien ya tuvo el valor de sumergir en el lodo del Nilo uno de sus diseños y, luego, exhibirlo sobre una pasarela. Atentos.
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