Desahucios, personas maltratadas por las calles, refugiados ignorados por algunos gobiernos, personas golpeadas por otras porque son diferentes…
Llevo toda la semana indignado conmigo mismo. La situación personal por la que estoy pasando no me permitía escribir de cualquier cosa, de esas de las que suelo comentar que me suceden en el día a día. Hoy es sábado y todavía no he entregado el artículo que se publicará en EL HYPE.
Ver por televisión a los refugiados de un país en guerra cruzar un río en pleno invierno con sus hijos en brazos, personas mayores viviendo en tiendas de campaña con barro hasta en la cabeza o familias enteras llegando al borde de la desesperación por un viaje a ninguna parte, lleno de obstáculos, ya no únicamente naturales sino humanos, me activa un altavoz en el alma que no deja de golpearme.
La indignación que me ha producido ver a hinchas de equipos de fútbol que visitan países ajenos atropellar e humillar a mendigos en las calles, orinar encima de personas que están pidiendo en los puentes o mofarse indiscriminadamente de seres humanos con necesidades básicas, que sólo demandan algo de ayuda, me ha llevado a preguntarme demasiadas cosas sobre el tipo de seres humanos que estamos desarrollando.
Como sociedad, está claro que algo deberíamos escuchar de todo lo que en estos días nos están diciendo estas situaciones que nos tocan tan de cerca, y que ya llevan tiempo produciéndose, pero como personas individuales es necesario activar las alarmas para no reproducir este tipo de comportamientos con las personas que tenemos en nuestros entornos, aunque es evidente que no todos vemos las cosas de la misma forma.
Está claro que no vemos lo que hay en la realidad, sino que vemos lo que somos en realidad y que cada situación actúa como un espejo de nuestra identificación personal. La física cuántica afirma que el observador, aunque parezca ajeno al objeto observado, “pinta” más de lo que puede imaginarse en la configuración de lo observado, es decir, aquello de que “lo que Pedro dice de Juan, dice más de Pedro que de Juan” lo podemos llevar al extremo y afirmar que tenemos cierta responsabilidad en todo aquello que vemos y que, de alguna manera, nuestras creencias, estilos de vida, pensamientos, sentimientos, están influyendo en todo lo que sucede. Es como un cambio de la famosa frase de “si no lo veo lo no creo” por algo más actual como “si no lo creo no lo veo”.
No sé la responsabilidad que puedo tener en lo que está sucediendo tan cerca de mi casa, a mis congéneres, a seres humanos que intentan salir de situaciones que no les son satisfactorias, que luchan por la supervivencia, mientras estoy viviendo en una sociedad donde parece que pasa desapercibido este tipo de problemas con personas de carne y hueso, pero estoy convencido de que algo tengo que hacer con mis creencias y con mis pensamientos para posicionarme en espacios que beneficien actuaciones humanitarias y de buen trato, de comprensión y atención a aquellos que lo necesitan, sean cuales sean las circunstancias.
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