Una de las joyas más vírgenes de México es sin duda la península de Yucatán, pero el turismo no se reduce únicamente a la Riviera Maya y los destinos de resort todo incluido, porque la península esconde maravillas de la naturaleza que van más allá de la piña colada y los tacos al pastor. Decidimos viajar atravesando la península para compartir con vosotros los tesoros culturales de Yucatán y Quintana Roo, contextualizados en la situación turística actual.
Saliendo desde Mérida, y con alguna que otra sorpresa en la carretera (si os detienen stay calm y no os dejéis coaccionar por la policía, di no a las mordidas), llegamos tras cuatro horas de conducción a Bacalar. Se trata de una de las poblaciones más turísticas y a la vez, menos conocidas del estado de Quintana Roo, al norte de la capital Chetumal y dos horas y media en coche al sur de Tulum. Aquí se encuentra la llamada “Laguna de los Siete Colores”, que se distingue por su característica paleta de tonos azules.
Bacalar fue una de las primeras ciudades que los españoles conquistaron en la península y el mayor asentamiento de la región, lo que propició frecuentes ataques de piratas y corsarios. Es por ello que, a principios del siglo XVII, se construyó el Fuerte de San Felipe frente a la laguna, un lugar clave en la historia de la piratería de Yucatán asociada a la explotación local del palo de tinte.
En esta etapa, optamos por hospedarnos en un hotel peculiar, formado por diferentes cabañas rodeadas de la naturaleza de la jungla y donde pudimos observar amaneceres al borde de la laguna que rozaban el género fantástico. El hotel Boa Boa es un lugar idílico para aquellos que busquen tranquilidad, está alejado de la zona más turística (a media hora andando del centro de la ciudad) y cuenta con un pequeño muelle en la laguna, desde donde se puede practicar Kayakismo o realizar rutas en velero y catamarán.
Desde Boa Boa tuvimos la oportunidad de dar un paseo guiado de cuatro horas a través de la laguna en el velero Utopía, con paradas en el canal de los piratas y principales cenotes, donde obtuvimos explicaciones detalladas de la historia del lugar y degustamos fruta local de temporada. Este fue sin lugar a dudas uno de los mejores y más recomendables highlights de nuestra visita.
La laguna está bañada en una variedad de tonalidades de azul, que se deben a la distintas profundidades que encontramos, debido al conocido con “Canal de los Piratas” y sus distintos cenotes: el Cenote Negro (o Cenote de la Bruja), Cenote Cocalitos, Cenote Esmeralda y el Cenote Azul (el único cerrado que no se encuentra dentro de la laguna).
El canal de los piratas es una estrecha conexión de poca profundidad entre la laguna de Bacalar y la pequeña laguna Mariscal, a través de la que se puede andar o atravesar en kayak.
El principal atractivo turístico de la ciudad es sin duda la laguna, en cuyas orillas se encuentran balnearios con palapas donde se puede comer y en algunas zonas podemos incluso observar estromatolitos. Estos son estructuras minerales bioconstruidas, formadas por fijación de partículas carbonatadas, por parte de biopelículas de cianobacterias que los constituyen. Causa de la primera extinción masiva en la tierra hace 3.700 millones de años, los estromatolitos fueron el origen del oxígeno en el planeta tierra y el desencadenante de la atmósfera terrestre que conocemos hoy en día. Por desgracia, estos no están suficientemente protegidos en la región, debido a la priorización del interés de crecimiento turístico, así la laguna de Bacalar no ha sido declarada sitio RAMSAR (Convención Relativa a los humedales de Importancia Internacional, especialmente como Hábitat de Aves Acuáticas).
En las inmediaciones de Bacalar encontramos el Cenote Negro, que impacta por sus más de 100 metros de profundidad, de donde viene su nombre. Al sur de la ciudad, encontramos tres cenotes adyacentes, el Cenote Esmeralda, el Cenote Cocalitos, hogar de los estromatolitos y del balneario con mismo nombre; y el Cenote Azul, que es el único que no conecta con la laguna y cuyo acceso tiene un coste de 25 pesos mexicanos.
En la laguna no encontramos playa, pero sí aguas tan bonitas y cristalinas como las del Caribe, así como varios balnearios. Algunos de ellos son de entrada gratuita, mientras que otros cuentan con un acceso privado y cobran una entrada que oscila entre 10 y 25 pesos. Algunos de nuestros favoritos fueron el Balneario Municipal El Aserradero y el Balneario Sac Ha.
Además, también encontramos diversos muelles a lo largo de Bacalar, que permiten disfrutar de las tardes y del atardecer en la laguna, como son los muelles públicos de Calle 16, Calle 18 y Calle 36. En el hostel The Yak Lake House también encontramos un muelle en el que se realizan actividades diarias enfocadas a los jóvenes turistas de todo el mundo.
- Una de las ventajas de no dar al mar del Caribe es que este destino es ideal para cualquier estación, puesto que no se ve afectado por las temporadas de sargazo ni mar movido y mantiene una temperatura constante de 30ºC de máxima y 20ºC de mínima a lo largo de todo el año.
Otra de las actividades que se pueden disfrutar en la zona son Los Rápidos de Bacalar, unas aguas que dividen la laguna de Bacalar de la laguna de Xul-Ha. Se trata de unas corrientes en forma de río que se crean por el constante flujo de agua dulce entre ambas lagunas, en las que los bañistas se dejan llevar flotando de un lado a otro.
Las maravillas culinarias no se quedan atrás, uno de los sitios donde nuestros almuerzos nunca faltaron fue Taco Loco, un restaurante típico de la zona justo al lado de Boa Boa, donde se puede disfrutar el sabor más característico de México. Nuestra recomendación son los tacos de pescado, gambas y pulpo.
Para desayunar disfrutamos mucho del café, la variedad de fruta de temporada y unas pancakes fusión norteamericana en Ixchel Bacalar, restaurante que le debe su nombre a la diosa maya del amor. Y sí que logró enamorarnos y que cerrásemos el viaje de Bacalar con más ganas de volver que nunca. Próxima parada Tulum…
Artículo escrito en colaboración con Aleix de Vargas-Machuca.
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