El Rototom pone a prueba el brillo actual de la refulgente estrella, responsable de uno de los mejores álbumes de música negra de las últimas décadas. Su presencia es la más destacada del festival que celebra desde el sábado pasado en Benicàssim su 21ª edición, asentado como mejor certamen europeo de reggae y estilos colaterales, con Jimmy Cliff, Femi Kuti y Alpha Blondy como otros argumentos de peso.
Quién sabe si los últimos roces de Lauryn Hill con la justicia, sus zozobras sentimentales y la opacidad pública que siguió a su fulgurante ascenso al estrellato en 1998 den para un jugoso biopic hollywoodiense. Lo último que trascendió de ella fue su condena, en mayo de 2013, a tres meses de cárcel y otros tres de arresto domiciliario y un año de libertad condicional por evasión fiscal. También editó hace un año el estupendo “Neurotic Society”, un nuevo single que venía a romper un silencio autoimpuesto desde 2002, apenas roto con otro single tres años antes (“Repercussions“).
Pero por lo que todo el mundo recordará a la de Nueva Jersey por los siglos de los siglos, salvo sorpresa mayúscula en forma de resurrección creativa, es por el prodigioso The Misseducation Of Lauryn Hill (Columbia, 1998), el álbum que dejaba su paso previo por los exitosos Fugees prácticamente en anécdota.
Valiéndose del título del libro de Carter G. Woodson The Mis-Education of the Negro y customizando la cubierta del álbum Burnin’ de The Wailers, Lauryn Hill despachó una obra maestra en la que se fundían el hip hop (“Lost Ones”, “Final Hour”), el reggae (“Superstar”, “Forgive Them Father”), el soul (“Ex-Factor”, “Every Ghetto, Every City”) o el R&B (“To Zion”) en ejemplar armonía. El álbum arrasó en los Grammy de febrero de 1999, llevándose cinco premios de once nominaciones (Álbum del año, Mejor debutante, Mejor artista femenina, mejor canción de R&B y mejor álbum de R&B).
Y no era de extrañar, dado el estado de gracia que lucía una mujer capaz de facturar también singles tan estratosféricos que acaban por hacer irrelevante cualquier adscripción genérica, como aquella irresistible “Doo Woop (That Thing)”. Siempre hizo gala, por cierto, de haber escrito, producido y arreglado aquellas catorce canciones, talladas para la posteridad.
Desde entonces, el autismo. Apenas el MTV Unplugged (Ruffhouse, 2002) de rigor, ese peaje comercial tan socorrido en épocas de carestía creativa, y poco más. Su visita a Benicàssim el próximo sábado 23, en exclusiva estatal, es lo más llamativo del plantel que el Rototom ha reunido para su 21ª edición (la quinta que celebra en Benicàssim). De hecho, comparte cartel con Jimmy Cliff, Femi Kuti, Alpha Blondy y toda la pléyade de aportaciones a su Foro Social, que convierten esta cita en mucho más que un punto de encuentro de estilistas del reggae y estilos adyacentes.
Y si hay que hacer caso a las informaciones que circulan de sus últimos shows, su actuación promete una generosa ración de covers de clásicos del reggae (“Soul Rebel”, “Is This Love” o “Could You Be Loved”, de Bob Marley) junto a abundante material propio, tanto de su etapa en solitario (“Lost Ones”, “Final Hour”) como de su paso por los Fugees (“Ready Or Not”, “Fu-gee-la”).
Así que es hasta cierto punto razonable la duda sobre el estado de lozanía en el que defenderá (después de tantos años) ese repertorio. Pero lo que es indudable es el lujo que supone para Benicàssim y su Rototom la oportunidad de erigirse en jueces del actual estado de forma de uno de los mayores astros de la música negra de las últimas décadas. Aunque una escritura con tan poca continuidad bastase para garantizarle ese lugar en el firmamento.
Nadie ha publicado ningún comentario aún. ¡Se tú la primera persona!