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Cultura

El arte del arte sin acabar

En 24 Hours NY People, Cultura martes, 29 de marzo de 2016

Irene Crespo

Irene Crespo

PERFIL

La primera exposición del nuevo Met Breuer está dedicada a obras inacabadas. Desde marzo de 2016, la ciudad de Nueva York tiene un nuevo museo que sumar a su casi inabarcable lista. Un nuevo museo en un viejo conocido. El edificio diseñado por Marcel Breuer en los años sesenta, para albergar la colección de arte americano contemporáneo del Whitney, es ahora el Met Breuer, la nueva sede de arte moderno y actual del Metropolitan, la gran institución artística de la isla. O como lo han rebautizado ya, el MetNey.

El Met va a aprovechar este nuevo espacio para entrar en el arte contemporáneo desde la posición privilegiada de sus fondos infinitos y mundiales. Organizarán exposiciones retrospectivas, dedicadas a un único artista, como la próxima, alrededor de la obra temprana de la fotógrafa Diane Arbus; o la actual, pensada para descubrir al gran público y consagrar a la maestra del dibujo abstracto india, Nasreen Mohamedi.

Pero también, y sobre todo, comisionarán muestras que indaguen en la historia para lanzar hilos temáticos y formales hacia el arte actual. La idea es analizar la actualidad desde el pasado, encontrar puentes y abrir ventanas que parecen pequeñas desde fuera, pero que dejan aportan luz al presente. Como las aberturas que rodean la muralla de granito del edificio de Breuer. Pequeños agujeros en el exterior, enormes ventanales en el interior.

The Met Breuer

The Met Breuer

La gran exposición con la que han inaugurado este nuevo centro, y parada obligatoria en Manhattan, se titula Unfinished: Thoughts Left Visible e indaga en obras inacabadas de grandes artistas de la historia. Desde los renacentistas, para quienes el non finito casi se convirtió en un género en sí mismo, hasta Picasso, Warhol o Rauschenberg. De 1437 a 2015. El exceso de años y artistas que abarca le ha pasado factura con la crítica especializada, que ha puesto en duda la capacidad del museo para sintetizar y transmitir su idea, porque ha primado la cantidad. Y quizá sí, pero detrás de cada obra se esconde una historia de por qué ese cuadro quedó sin acabar. O una suposición. En los trazos no terminados se intuye el proceso del artista y las ideas que se planteaba y no le salieron como quería, o le dejó de interesar lo que veía. A veces, simplemente, la muerte se cruzó con la obra.

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Hay historias tan bonitas como la del Retrato póstumo a Ria Munk III, pintado por Gustav Klimt. Al vienés se lo encargaron cuando Maria ‘Ria’ Munk se quitó la vida después de que su novio rompiera su compromiso con ella. Klimt hizo múltiples versiones, siempre rechazadas por la familia. Cuando pintaba esta versión, murió. Algo parecido ocurrió con el retrato de Mariana de Silva y Sarmiento, duquesa de Huéscar, encargado a Anton Raphael Mengs. La noble murió mientras el checo terminaba el cuadro y decidieron no pintarle la cara en señal de respeto.

En otros casos, el artista le dejó la tarea de acabar el cuadro al espectador. Así hizo Warhol, por ejemplo. O Alice Neel con su retrato a James Hunter, un hombre que jamás volvió a estudio para que ella acabara el cuadro. Un veterano de Vietnam, cuyo nombre no está entre los muertos, y que ahora están intentando encontrar para que se vea en este nuevo museo.

The Black Draftee (James Hunter), 1965

The Black Draftee (James Hunter), 1965

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